Mariñas
Isabel Pantoja, muerte por aburrimiento
En plena pandemia por el Covid, Madrid sigue pareciendo un desierto social y supone mal prólogo invernal: son días en los que no se prevén celebraciones, llevamos semanas enteras sin convocatorias de prensa, celebración de fiestorros o citas en los Hoteles Ritz o Palace.
Tampoco en el «Joy Eslava», antaño epicentro y lugar imprescindible de convites y encuentros sociales. El vetusto, acogedor y decorativo local de la madrileña calle Arenal luego fue reconvertido en teatro y glorificado por Nati Mistral y Pastora Imperio en una revista antológica que se mantuvo años en la cartelera. Ahí debutó también la inimitable Gracita Morales. Cantaba irónicamente y riéndose de su escaso atractivo físico por su gracejo infinito: «Yo soy la ’'vedette’' de un teatro de revista, empecé siendo corista…».
El modernista local de la calle Arenal, tan cantado y exaltado por la grandísima Celia Gámez con «te espero en Eslava tomando café, tomando café…», luego fue comprado, modernizado y relanzado por el empresario Pedro Trapote, siempre amigo de causas perdidas. Pero «el Eslava» no volvió a ser nunca como el de antes. Aunque conservando y mimando su decoración se convirtió, eso sí, en reliquia de tiempos mejores para el «music hall».
En Estados Unidos, seguramente lo habrían hecho un símbolo histórico, y no digamos en la vecina y envidiada Francia, tan dada a las reliquias. Deberíamos imitarla.
La sala «Eslava» sigue en pie como testimonio mantenido, recuerdo fresco, perenne y acaso hasta añorado de tiempos que parecían mejores. Ahora todos los tiempos nos parecían mejores aunque a lo mejor no lo fueron tanto. Pero la nostalgia, repito una vez más, no es un error, ya lo decía, reconocía y subrayaba irónicamente el Nobel Camilo José Cela. A no dudar mucho opinaría hoy lo que le parece que Isabel Pantoja se vea acorralada y descalificada por la televisiva Dulce Lapiedra la ex niñera de sus hijos a la que, según ella, la tonadillera casi prometió «adoptar» y «prometía envejecer conmigo». Qué cosas. Qué vueltas da la vida.
«Habemus» caso, esto es un no parar. Mientras les paguen por largar, la historia no acabará.
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