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Don Jaime de Marichalar, el lujoso anonimato de sus casi 60 años

Ha vuelto a la palestra de mano de su hija Victoria Federica, a la que quiere buscar un lugar digno en el olimpo de la moda. Repasamos su vida, logros y virtudes

Jaime de Marichalar y Victoria Federica en el desfile de Christian Dior en la Semana de la Moda de París del año pasado
Jaime de Marichalar y Victoria Federica en el desfile de Christian Dior en la Semana de la Moda de París del año pasadoZabulon Laurent/ABACAGTRES

Mi abuela que era muy lista siempre me lo decía y el refranero popular, que es muy sabio, lo corrobora. Cuando Jaime de Marichalar entró en la Familia Real hubo muchas voces discordantes que cuestionaron la elección de la Infanta Elena, la más borbónica de carácter y con la que aparentemente poco tenía que ver. Si a ella le gustaban Sevilla y los toros, a él París y las corbatas de Hermès; si ella era más de fino y rebujito, él no perdonaba un buen Möet & Chandon. Si ella era más dicharachera y espontánea, a él se le conocía por su recto carácter castellano, a pesar de haber nacido en Pamplona, cuna también de eventos taurinos, por cierto. Pero cuando todo saltó por los aires con el «yerno rubio y perfecto». Seguro que alguno pensó también que: «el que ríe el último lo hace mucho mejor». Lo cierto es que Jaime de Marichar cumple 59 años y sigue tan castellano y sofisticado como siempre. Pero centrado en su hija Victoria Federica, a la que quiere encumbrar más allá del mundo influencer. Pero lean, lean que voy por partes. Atropelladas, a veces, pero por partes.

En todos estos años, apenas hemos visto envejecer al exduque de Lugo. Y hablo de esto porque roza los sesenta y apenas se le nota. Él siempre ha sido muy moreno, también muy alto y con buen porte. El cabello llamaba la atención por lo oscuro de su tono, se pensaba si serían tintes, pero hay una explicación más razonable que la genética; existe una línea para devolver el color original a los cabellos que gusta mucho entre los que no quieren echarse años encima por los temidos cabellos blancos, la línea anticanas de Redenhair, que se puede encontrar desde Madrid a París pasando por Nueva York, como le gusta a Marichalar.

Sin la presión de ser miembro de la familia real, vive mucho mejor, le gusta el lujo y nunca lo ha escondido, por eso decían con cierta sorna que no era el duque de Lugo, sino de Lujo. Su estilo clásico tiene un punto extravagante, como solo lo pueden hacer los que visten bien de verdad, como hacía el añorado duque de Windsor. A Marichalar le pierden las capas españolas, al más puro estilo «Ramontxu», las corbatas y los pañuelos de seda, los trajes con un twist, los calcetines de colores al más puro estilo Jimmy Lion, como los cachorros de la jet madrileña.

Victoria Federica junto a Jaime de Marichalar en París.
Victoria Federica junto a Jaime de Marichalar en París.Berzane Nasser/ABACAGTRES

Y hablando de cachorros, si ya hizo un magnífico trabajo de Pigmalión para su «Fair Lady», la infanta Elena, ¡qué maravillas está haciendo ahora con su hija! Hemos pasado de las pamelas y los dos piezas de Christian Lacroix de la infanta a la bomber bordada y los pantalones de satén de su hija Victoria Federica, un salto en el tiempo, pero con la firma del mismo estilista. Apunten.

No podemos olvidar que una de sus mejores amigas y de las incondicionales es la afamada estilista y también ex duquesa, Naty Abascal, con la que comparte muchas fiestas y muchos «front-row» en París. Naty era de las que le ayudaban a no ser captado en las fotos saliendo de fiesta en fiesta con nocturnidad por la capital, porque, ¿qué iban a decir del consorte de una infanta saliendo todas las noches sin ella que tenía que madrugar para atender a sus caballos?

Por eso prefirió ponerse «una vez colorado que ciento amarillo», los tonos de nuestra querida España, y se acuñó esa frase que tanto juego ha dado después en los finales de muchos matrimonios de la alta sociedad patria ,«el cese de la convivencia».El 13 de noviembre de 2007 tanto Jaime como la infanta respiraron tranquilos, tanto que dicen que no se han vuelto a hablar, ni pese a los primeros intentos de la reina Doña Sofía ni a los de después, ya que dicen que nuestra actual reina le tiene un gran cariño. ¿Y qué ha ganado él además? Conserva todos sus contactos, que no son pocos, de aquella época y además, conexiones reales, pero con una absoluta libertad de movimientos. Atrás quedaron los agravios como la salida a vista de todos de la figura de cera del Museo madrileño del mismo nombre. Pero a la luz de los hechos, Jaime, creo que has ganado con el anonimato.

Infanta Elena y Jaime de Marichalar
Infanta Elena y Jaime de MarichalarALBERT GEAREUTERS

La carrera de su hija

Recién estrenados los 59 años, quizás haya hecho memoria de su vida: desde su infancia en Soria en una familia numerosa, sobria y muy religiosa; la muerte de su padre en plena adolescencia; pasando por esa boda sevillana, alegre y muy real; siguiendo por ese momentazo de «ha salido a su madre, pobrecito» en el nacimiento de su primogénito; los paseos en patinete cuando aún no estaban regulados ni se veían tanto; las cenas y los actos en Nueva York cuando ya estaba más recuperado del ictus que sufrió en su casa de Madrid, nunca del todo aclarado. Todo pasando por los últimos desfiles de la Semana de la Moda en París, el lugar donde le consume el gran público, viendo cómo su hija Victoria se fotografiaba en plan «selfie» con la embarazadísima cantante y dueña de un imperio de cuidado facial, Rihanna.

Dicen que lleva con guante de seda y mano de hierro la incipiente carrera como influencer de su hija, @vicmabor en las redes, y que ahora está en conversaciones con una importante agencia de talentos muy «top» para poder dar un paso atrás con elegancia y que la lleven otros, porque él no quiere mezclar a su hija con el concepto «influencer». No con las «influencier», ojo, que no es lo mismo. Hace poco se comentaba en los mentideros de la capital que el exduque y su hija no se llevaban del todo bien, quizás por eso ni le mencionaba en su primera entrevista en papel, esa tan entrañable donde decía que «la persona a la que más admiraba es a mi abuelo», el rey emérito y depuesto. Quizás siga siempre habiendo carretillas que le hagan tropezar, pero Jaime, ya lo sabes, otro más vendrá…