Muchas dificultades
El drama de llamarse Guillermo de Inglaterra
Sus frecuentes visitas a ese país tienen como fin mejorar su salud con amiento pionero de medicina deportisonalizada
Lejos están los felices momentos en que Guillermo, actual príncipe de Gales, correteaba feliz por los pasillos del palacio de Kensington o del de Buckingham, o por los corredores del castillo de Sandringham con su revoltoso hermano Enrique. Con la exagerada persecución mediática a su madre la princesa Diana y la posterior muerte de ésta escapando de implacables paparazzi, perseguidores incansables de una foto o de una noticia, cuanto más morbosa mejor, la terrible losa del dolor aplastó al pobre Guillermo en plena adolescencia. Ya había padecido la separación de sus padres, que no es generalmente algo que cause gran alegría a los hijos, y el matrimonio de su padre con la que fue su amante, la actual reina Camila, tercera en un matrimonio «too crowded» como declaró Diana, princesa de Gales. Luego, Guillermo ha tenido que ver cómo han fallecido sus abuelos Isabel II y el Duque de Edimburgo, cómo su hermano Enrique escribía un estruendoso y provocador libro poniendo de vuelta y media muchas cosas que rodean a la familia real y cómo su tío Andrés, duque de York, por motivos bien desagradables, era apartado de sus funciones y de su rango militar.
Suceder a su padre
La enfermedad de su padre, un cáncer -de estirpe aún desconocida para el público- fue desde luego un mazazo para Guillermo, que tuvo que redoblar esfuerzos en sustituir y apoyar a su progenitor en las funciones representativas que debe realizar, viendo ahora más cerca -quizás- el suceder a su padre. Su hermano Enrique anunció que iría a ver, cuando pudiera, al rey Carlos III. Sería muy oportuno que el Duque de Sussex apoyara más a su familia en estos momentos. Y es que ahora llega otra terrible noticia, el diagnóstico de cáncer de la Princesa de Gales, una enfermedad contra la que se puede y se debe luchar pues no es siempre una sentencia de muerte. De hecho, un porcentaje cada vez más elevado de enfermos que han padecido cáncer, superan la enfermedad. Es evidente que el diagnóstico de cáncer de un familiar tan cercano como la propia esposa, afecta psicológicamente. Guillermo, tiene que hacer de tripas corazón y seguir llevando a cabo sus incrementadas labores a la vez que saca tiempo para apoyar y acompañar a su mujer y ocuparse de sus hijos.
Todo ciudadano tiene derecho a preservar su intimidad, máxime cuando se trata de la propia salud. La Princesa de Gales anunció que estaría disponible a partir del fin de la Semana Santa. Y estaba cumpliendo ese compromiso. Pero la excesiva presión mediática y popular, de un pueblo que dice que la adora -es el miembro de la familia real mejor valorado-, las críticas descarnadas, las invenciones y sobreactuaciones de unos y otros, la calenturienta imaginación de personas que deberían emplear su tiempo en mejores empresas, estoy seguro de que han añadido más dolor y desazón al príncipe Guillermo y a la Princesa de Gales -no sé por qué algunos le siguen llamando Kate Middleton- cuando lo que necesitan es sosiego, tranquilidad, serenidad, para afrontar con todas sus fuerzas la lucha que ahora comienza. Catalina, princesa de Gales (no Kate, pues en español traducimos los nombres de pila de la realeza) no tenía ninguna obligación de haber declarado qué le pasa, y menos antes del margen temporal que había ya anunciado. Me dirán: es que es princesa de Gales, esposa del heredero y vive del erario público. ¿Y qué? Eso no justifica obligarla a revelar algo tan íntimo como su enfermedad. Hablo aquí no sólo como historiador sino también como médico. Si lo ha hecho ha sido para acallar el incoercible afán de cotilleo maligno e irrespetuoso al que se ha visto sometida. Ha sido valiente al exponerse ante una cámara a contar cosas tan delicadas y ha sabido aprovechar el momento para animar a quienes, como ella, padecen de cáncer. Ahora muchos -siempre cotillas y chismosos de cuarta- querrán saber qué tipo de cáncer padece llegando incluso -como se ha visto- al despropósito de que algún delincuente quiera hackear la historia clínica de la ilustre paciente en la London Clinic.
Dejemos en paz a la Princesa de Gales, permitamos que siga tranquilamente su tratamiento, como ella ha pedido. Su marido, ella y sus hijos lo agradecerán. Un poco de respeto y consideración.
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