Casa Real
La princesa Laurentien, la bruja de Holanda
Acusada de amedrentar a sus empleados, la cuñada de Máxima de Holanda ha tenido que dimitir de la fundación que presidía hasta ahora
La princesa Laurentien de Holanda siempre ha sido considerada una mujer moderna y con los pies en el suelo, a pesar de su posición y de sus privilegiados orígenes. Pero la imagen de Laurentien, casada con Constantin, hermano del actual soberano Guillermo Alejandro, se enfrenta a una crisis reputacional sin precedentes tras haber dimitido de la fundación que presidía, después de haber sido acusada por sus trabajadores de crear una «cultura del miedo» debido a un trato vejatorio. Aunque ella niega las acusaciones, ha asegurado que prefiere dimitir para «priorizar su felicidad y evitar un espectáculo».
Laurentien de Holanda se casó en el 2001 con el príncipe Constantin, uno de los tres hijos de la monarca Beatriz de Holanda y han tenido tres vástagos. Hasta 2015, el matrimonio residía en Bruselas donde el príncipe trabajada en la Comisión Europea. Tras su traslado a La Haya, el matrimonio ha participado más en actos oficiales y pertenece a diversas organizaciones.
La fundación de la que ha dimitido Laurentien depende del ministerio de Finanzas del país y se encarga de ayudar a las familias de inmigrantes que fueron acusadas en el pasado de haberse aprovechado de una serie de ayudas públicas de manera fraudulenta. En 2021, el Gobierno presidido por el liberal Mark Rutte dimitió en pleno tras conocerse este caso de racismo institucionalizado, ya que la Agencia tributaria sometió a controles más estrictos sobre las ayudas familiares a aquellos solicitantes con apellidos de origen no holandés. En muchos casos, se acusó de manera injusta a inmigrantes de haberse aprovechado de estos subsidios sin tener derecho a ellos y se les obligó a devolver ingentes cantidades de dinero que les llevaron a la ruina.
El altavoz de la Prensa
Los trabajadores de esta fundación intentaron que Laurentien cambiara de actitud mediante una queja por los cauces internos habituales. Pero ante la falta de respuesta por parte de las autoridades del país, decidieron acudir a la prensa. Presentan a la cuñada de Máxima de Holanda, como una pequeña tirana con «reacciones emocionales, insultos e incapaz de tolerar la contradicción» y de generar el miedo entre la plantilla con «patrones de intimidación» en su conducta. El ministerio de Finanzas de Países Bajos ha tenido que acabar admitiendo que ha recibido denuncias verbales, pero no ha querido confirmar si estaban referidas a la princesa. Un portavoz de la fundación ha emitido un comunicado en el que se califican estas informaciones como un «ataque personal» hacia Laurentien.
Este escándalo recuerda al protagonizado por María Teresa de Luxemburgo, acusada de haber despedido a decenas de empleados de palacio entre 2015 y 2019 y de haberse comportado de manera despótica con la plantilla, lo que incluyó incluso episodios de violencia física. Todos estos desmanes aparecieron en el denominado informe Waringo que obligaron al entonces primer ministro Xavier Bettel a poner en marcha una reforma constitucional para modernizar la monarquía y que desembocó en arrebatar cualquier tipo de poder a la Gran Duquesa.
En este caso, parece que la crisis ya se ha resuelto tras la dimisión de la princesa, que permanecerá ligada a esta fundación aunque sin ninguna función directiva. Pero su imagen ha quedado dañada. Aunque es poco conocida fuera de las fronteras de su país y casi todos los focos son acaparados por la carismática Máxima de Holanda quien se ha metido en el bolsillo a los holandeses y a la prensa internacional, la imagen de Laurentien distaba mucho de la de una bruja tirana. Más bien todo lo contrario.
Se la presentaba como una mujer del siglo XXI capaz de conciliar el cuidado de su familia y su faceta profesional y de no haber perdido el idealismo, a pesar de su entrada en la madurez. «Me siento lo bastante niña para creer que podemos mejorar el mundo», aseguró en una entrevista a «La Vanguardia». Aparte de su labor en esta fundación, en el pasado también ha participado en organizaciones relacionadas con la protección de la naturaleza y la lucha contra el analfabetismo.
A pesar de esto, dista mucho de ser una mujer que se haya hecho a sí misma y resulta evidente su origen privilegiado. Conocía a su actual marido desde la niñez ya que las respectivas madres eran amigas y es hija de un ex ministro de Asuntos Exteriores.Estudió Ciencias Políticas y cursó un master en Periodismo en Berkeley. Dentro de este plan de estudios, decidió dedicar su tesina a la prostitución callejera y, como modo de documentarse, pasó tres noches entre vagabundos. Fruto de esta experiencia, se dio cuenta de los vínculos entre el analfabetismo, la explotación sexual y la marginación. De ahí que dedicara parte de su esfuerzo a apoyar a organizaciones que fomentan la lectura y que se convirtiera en escritora de libros infantiles protagonizados por el señor Finney.
Recuperar el prestigio
Suele ser habitual su participación en lecturas colectivas con chiquillos, como modo de incentivar este hábito. «Los niños que leen 15 minutos al día saben más palabras que los que no lo hacen», declaró. «No es una princesa de cuento, pero escribe cuentos», aseguraba la revista «Vanity Fair» en un perfil de 2015 en el que también explicaba que la princesa no vivía «en un palacio de cristal» y loaba sus intentos de comportarse como una mujer normal que iba al gimnasio, salía con sus amigas y compraba ropa de diseñadores de vanguardia. Pero el retrato de princesa moderna y comprometida parece haber llegado a su fin con estas informaciones y no parece fácil que logre recuperar el prestigio.
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