Historia

Elena Vavilova, la última espía de la vieja KGB

Hablamos con la persona que inspiró la serie ‘The Americans’

Americans
AmericansfotoLa Razón

Si tiene que usar las manos para contar, Elena estira sus dedos como haría una estadounidense, en lugar de doblarlos como acostumbra una mujer rusa. Detalles como este, trivial para cualquiera, fueron cruciales para camuflarse como espía de la KGB rusa en la sociedad americana. La actualidad despierta el interés por el espionaje ruso y LA RAZÓN contacta con ella. Se encuentra en Moscú desde su deportación en 2010. Allí ejerce ahora como escritora, conferenciante y exespía con la categoría de coronel, a pesar de que nunca recibió formación militar ni instrucciones sobre cómo matar o envenenar.

Ahora prefiere el silencio. Ni siquiera se pronuncia acerca de la guerra en Ucrania. “No hago comentarios sobre temas de actualidad política. Lo siento”, nos dice. Su historia inspiró la serie ‘The Americans’, estrenada en 2013, y ella misma la ha novelado en su libro ‘Una mujer que sabe guardar secretos’. Si no fuera por esto, nuestro imaginario, tan condicionado por la ficción, nos llevaría al mito de la mujer fatal que arrastra al hombre a la locura. Sensual, misteriosa, imperturbable, calculadora, insensible y seductora, al estilo de Mata Hari. Puede que alguno de estos rasgos la definan, pero aquella bailarina fue una cortesana que aceptó dinero de ambos bandos. Para Vavilova renegar de la patria significaría “abandonar su alma en un árido desierto”.

Su incondicional amor a Rusia fue puesto a prueba, sin ella saberlo, cuando estudiaba Historia en la universidad de su ciudad siberiana de Tomsk, en 1983. Miembros de la KGB la incluyeron en un proceso de selección que incluía reuniones y favores que tomó como un misterioso juego hasta que le propusieron mudarse al extranjero, quizás para siempre, y dedicarse a una actividad encubierta que, además, comportaría un elevado riesgo. Era la elegida para una tarea trascendental. La idea le quitaba el aliento, pero la decisión estaba tomada y se sintió preparada. “Tenía la firme convicción de que el KGB protegía al pueblo soviético”. Lo mismo ocurrió con su novio, Andrey Bezrukov. En su tercer curso se casaron y se mudaron a Moscú donde completaron su carrera a distancia al tiempo que se formaban como agentes.

Micrófono de la KGB
Micrófono de la KGBLa Razón

La KGB era una poderosa organización con tentáculos por todo el mundo. En ella comenzó Putin su andadura, en 1975, y fue su trampolín al poder. “Se educó a los jóvenes en el compromiso de defender su patria si fuera necesario; resultaba completamente natural, un auténtico sueño, la aspiración más elevada y un deber compartido”, escribe en su libro. Durante un tiempo, el matrimonio recibió un entrenamiento de elite en búsqueda de información clasificada, reclutamiento de informadores, uso de sistemas de codificación, manejo de armas y organización de operativos. Aprendieron también a hablar varios idiomas sin que se delatase su acento eslavo.

En 1999 se instalaron en Massachusetts haciéndose pasar los canadienses Donald Heathfield y Tracey Ann Foley, nacidos en 1962 y fallecidos a las pocas semanas de vida. Tuvieron dos hijos, Alex y Tim, y adoptaron la vida de una familia típicamente americana. Criados en Siberia en plena Guerra Fría, les chocó que existieran cosas como secadoras para la colada, pero se amoldaron bien al confort. Imitaron sus gestos y aprendieron sus tradiciones, cuentos, canciones y rezos. Vavilova se interesó por la educación de los hijos y en ocasiones llegó a temer por su seguridad. Vivir ajenos a su cultura y rodeados de misterio fue duro. Pertenecían al servicio ilegal, la división más secreta de la inteligencia extranjera rusa, y mantenían hilo directo con Moscú. En su libro deja claro que no fue fácil conjugar ser madre y espía, a pesar de estar adiestrada para manejar el peligro y los niveles de adrenalina.

Niños haciendo un saludo comunista antes de ser llevados a la URSS
Niños haciendo un saludo comunista antes de ser llevados a la URSSLa Razón

En 2010 el matrimonio fue traicionado por uno de sus superiores moscovitas y el FBI colocó cámaras y dispositivos de escucha en sus casas, lugares públicos y habitaciones de hotel para dar con ellos y otros agentes reclutados por Putin. Su arresto, junto al de otros ocho espías, se produjo en una operación sin precedentes en julio de ese año. A cambio de su liberación, el gobierno de EEUU negoció la devolución de otros agentes americanos encarcelados. El intercambio se produjo en el aeropuerto de Viena y Vavilova iba vestida con uniforme de prisión blanco y naranja.

En ese momento los hijos, que entonces tenían 16 y 20 años, descubrieron la auténtica identidad de sus progenitores. Hasta entonces, la idea que tenían de Rusia era la de un país bebedor e inculto con osos caminando por las calles, según ha descrito la madre. Después de un largo litigio, Alex y Tim consiguieron que se les devolviese la nacionalidad canadiense.

Vavilova cumplirá en noviembre 60 años y en su país es una celebridad mediática. Bezrukov imparte clases en una universidad moscovita y asesora a una petrolera. A ambos se les considera agentes durmientes de la KGB. Su figura, más allá del retrato de heroína o villana, es la imagen de un pueblo al que se inculca desde la cuna desprenderse de sus motivaciones o valores individuales.