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Los días en que Verónica Forqué ya no quiso quedarse con nada

Amiga de dar paseos por su barrio, regalaba a sus vecinos los regalos que recibía: de una Thermomix a una plancha

La capilla ardiente de Verónica Forqué en el Teatro Español
La capilla ardiente de Verónica Forqué en el Teatro EspañolJosé OlivaEuropa Press

Ha pasado menos de una semana desde que España quedase totalmente conmocionada por la muerte de Verónica Forqué. La que fuese una de las grandes damas de la escena decidía dejar de sufrir quitándose la vida a los 66 años en su domicilio de Madrid. Un lugar donde, paradójicamente, ha vivido los momentos más felices de su existencia junto a sus seres queridos.

¿Por qué llegó a ese punto? Es la pregunta sin respuesta. Algunos apuntan a su paso por «MasterChef», por los comentarios que dejaban en las redes mofándose de ella, otros a una supuesta mala situación económica. No es así. La salud financiera de Verónica sí era buena. «Lo suficiente como para no tener que estar preocupada por llegar a fin de mes», según comentan fuentes cercanas a la actriz. Pero su complicada separación de su ex marido Manuel Iborra, la posterior muerte de su querido hermano Álvaro, sumado a varias dolencias físicas, la llevaron a caer en una profunda depresión. Un pozo del que nunca logró salir, a pesar de las incontables terapias a las que acudió, entre ellas, el uso de la marihuana, una sustancia que, según ella, le hacía conectar con los que ya no estaban y evadirse por completo de una realidad que le atormentaba cada día más. Tal vez fuera contraproducente. Ahora todo son teorías.

Verónica Forqué
Verónica ForquéSergio R MorenoGTRES

En las últimas semanas, Forqué apenas frecuentaba otro lugar que no fuese el interior de su casa madrileña, ubicada en una zona muy próxima al estadio Santiago Bernabéu. Salió de allí para participar en el desfile que Eduardo Navarrete montó en el mercado de San Antón el 29 de noviembre. Es su última foto. Nadie pareció advertir, cuando ya estaba fuera del «reality» televisivo, que su vida pendía de un hilo. Aquella tarde de moda volvió a posar, como siempre, para los fotógrafos. Pero su mente seguía retorciéndose, y algo debió desbordarse en catorce días.

Pero su rutina apenas sufrió alteraciones. Nunca fue problemática, todo lo contrario. Sus vecinos dicen de ella que era una mujer tranquila, que vivía en su mundo, pero aparentemente feliz y siempre con una sonrisa en su rostro. Los regalos que recibía los repartía entre la comunidad. Podía ser una Thermomix o una plancha de cocina, no le daba valor a las cosas. Parecía incluso que le estorbaran algunos objetos materiales. No quería tenerlos con ella. Siempre mostraba un buen gesto y una actitud de lo más afable con todo aquel que se cruzaba. Así era Verónica, una gran actriz hasta para ocultar su verdad más amarga.

Un perro y una portera

Cuando bajaba a la calle lo hacía casi siempre junto a su perro, el gran confidente en tiempos convulsos y su acompañante fiel durante los paseos por el barrio. Su edificio, regentado por una portera, ha sido testigo de cómo en estos días salía casi siempre caracterizada con sus gafas y su boina y de cómo solo regalaba cariño.

Siempre independiente y con una vida marcada por un mundo paralelo, Verónica seguía sin asimilar el fallecimiento de su querido y adorado hermano, Álvaro Forqué, quien pasó muchísimo tiempo en su casa cuando todavía se encontraba entre nosotros. Allí, en la calle Víctor de la Serna, ambos compartieron risas, lágrimas y, sobre todo, complicidad y una unión de lo más especial.

El féretro de Verónica Forqué sale del Teatro Español tras finalizar la capilla ardiente
El féretro de Verónica Forqué sale del Teatro Español tras finalizar la capilla ardienteJosé OlivaEuropa Press

Verónica gritó en silencio, y cada silencio era un grito pidiendo ayuda. Siempre reservada y sin pretender que las alarmas le salten a su entorno más cercano, fueron pocas las ocasiones en las que se manifestó sobre la depresión que padecía. Aunque sí lo hizo públicamente, el vecindario desconocía por completo esta delicada situación. Tanto es así, que un matrimonio que reside en el mismo edificio en el que lo hacía la intérprete asegura a LA RAZÓN que «seguimos impactados por este final», ya que «no nos lo esperábamos». Además, afirman que el mismo día que decidió quitarse la vida, estuvieron observando desde la ventana todo lo que allí sucedía, una realidad de la que, a pesar de su avanzada edad, no daban crédito. Así fue el final de una leyenda que ha sufrido las consecuencias del agotamiento, , la apatía y las ganas de dejar atrás una vida sin sentido para ella.