Misterio
Javier Biosca: la loca vida de lujo y excesos en Marbella del estafador de las criptomonedas
Aterrizaba su jet al lado del de Julio Iglesias y era vecino de Djokovic. Un fatal desenlace para el capo toledano. Esta es su historia
Javier Biosca (Barcelona, 1972-Marbella 2022), el «saltimbanqui de las criptomonedas», que encontraron estrellado en el asfalto de Valle Romano en Estepona, era uno de los estafadores más silenciosos en España. El millar de sus víctimas, estafados y perjudicados por sus tropelías financieras, dudan de que fuera un suicidio como se ha publicado y barajan la hipótesis de que se «ha inventado su muerte», porque como decía Rubem Fonseca, «los muertos no van a juicio», algo que se repite como un mantra en la Costa del Sol, un lugar donde muchos imputados acaban con este triste final. No hay nada más que echar un ojo al sumario del Caso Malaya. Pero volviendo a Biosca, otra de las hipótesis que se barajan sobre este deceso, es la que se sigue por parte de los investigadores que no descartan la vía de investigación del homicidio, del «hombre de las mil caras y mil nombres», que movió en pocos años más de miles de moneda virtuales poniéndose en su contra a un peligroso clan de mafiosos, que en reiteradas ocasiones le comunicaron que lo iban a asesinar.
Precisamente en las últimas horas de su vida en Estepona, Javier Biosca, el mayor estafador de criptomonedas de España, había tenido, según fuentes policiales consultadas por LA RAZÓN, «un encuentro con personajes oscuros de las mafias rusas y rumanas», que hartos de sus tropelías «exigían el dinero que les debía y amenazaron sino con matarle». El rey de las criptomonedasse atrincheraba con su familia en Valle Romano en Estepona, un residencial que también se utiliza como hotel apartado, fuera del casco urbano, pero lleno de comodidades con pistas de pádel y tenis, senderos para caminar entre los jardines, zonas infantiles y un campo de golf con club de socios. Este residencial de lujo donde sucedió el fallecimiento de Biosca, está salpicado en el escándalo del Caso Astapa, contra la corrupción y blanqueo, que se juzgara en 2023 en la Audiencia Provincial de Málaga.
De ferretero a gurú marbellí
Javier Biosca era catalán, vivió en Barcelona, pero un buen día, la vida le puso delante a Paloma, una atractiva peluquera que le dejó el cabello como al mismo Rockefeller y se enamoró de ella hasta los tuétanos. Con «la Gallardo», como se la conocía, se fue a vivir a la provincia de Toledo, Biosca siguió su estela. Primero, fueron a Torrijos, donde él quiso ser ferretero, luego a Fuensalida, y allí como informático empezó a hacer páginas web por encargo. Fue precisamente de esta manera, cuando fue familiarizándose con los ordenadores y empezó con la moda de las inversiones en los bitcoin.
Tanta energía le puso a sus programas informáticos que en 2019 fundó en Londres Algoritmos Group, una firma para captar a otros «chalaos», como él decía, que invirtieran en las criptomonedas. Y así empezó a ensayar primero con veinte amigos a quienes propuso tres tipos de inversiones: bitcoin, la estrella de las criptomonedas; etherum, la segunda de mayor capitalización; y litecoin, una prometedora alternativa al bitcoin. Había nacido una estrella de los negocios y su nombre era Javier Biosca. Pero solo un año después, a finales de 2020, Algorithms Group dejó de pagar a sus clientes y el declive del «gurú que solo vendía humo», empezó a tomar forma. Y poco a poco fueron llegando como en manada, las víctimas de sus estafas, para personarse en la Audiencia Nacional y denunciar los hechos en marzo de 2021.
Inmediatamente a las querellas, el juez de la Audiencia Nacional, Santiago Pedraz (démosle dignidad a este hombre y dejémosle ya de asociar a temas de corazón), decretó una orden internacional de búsqueda y captura contra el falso gurú. Le imputaba delitos de estafa, blanqueo de capitales, apropiación indebida, falsedad en documento público, blanqueo de capitales y organización criminal. Y poco tiempo después, en el pueblo donde se rodó «Verano Azul», la serie que tanto le gustaba a Biosca de niño, la policía le capturó en un control rutinario en Nerja. Estuvo ocho meses, en prisión, hasta marzo de 2022, y según los investigadores «un anónimo depositó una fianza de un millón de euros para que pudiera recuperar la libertad». La Audiencia Nacional lo acusaba de un presunto fraude de 815 millones de euros, pero las mafias más peligrosas con las que se había codeado durante sus fiestas de Marbella ya estaban tras sus pasos para recuperar su dinero y el que pagó la fianza, retiró el dinero y la Audiencia Nacional volvió a ordenar su ingreso en prisión en julio de este año. De esta manera comenzaron de nuevo sus andanzas, hasta ese día que le pesó toneladas y acabo su cadáver pegado al asfalto de un hotel en Estepona.
Expolicías de Cali de escoltas
Como si fuera el más perfecto de los padrenuestros, Javier Biosca rezaba a diario, para sí mismo el plan que orquestó para hacerse rico. Lo hacía con total minuciosidad y pergeñando cada detalle minuciosamente. Pocos meses después de comenzar a ganar dinero, la familia Biosca dejó su casa de Toledo y se vino a vivir al casoplon de Sierra Blanca, una de las urbanizaciones de alto «standing» de Marbella. Él sabía que en ese mundillo marbellí las apariencias eran importantes.
«Se fabricó el papel de personaje que vivía en el más absoluto de los lujos», nos comenta a LA RAZÓN el que fue su amigo y después fue traicionado. Un avión privado le traía al aeropuerto de Málaga, donde algunas de las veces que aterrizo coincidió con el jet de Julio Iglesias y se lo contaba a todo el mundo como una heroicidad. Su mansión de Marbella, en la calle más cara de España de Sierra Blanca, era otro de sus trofeos. Alquiló la villa por 15.000 euros mensuales y abonó un año por adelantado. Cuando iba al pueblo solía contar a los vecinos como una grandeza que era vecino de Djokovic, «el tío que más pasta gana jugando al tenis en el mundo», solía decir.
Los coches de lujo y los cinco escoltas que le acompañaban con un sequito de servicios eran su carta de presentación cuando intentaba captar a un cliente, según nos cuenta un conocido letrado de Marbella al que intento estafar: «Era un profesional de la escena, iba como como broker internacional y era un payaso con vulgares técnicas de una estafa piramidal. Pagaba la primera semana, la segunda, la tercera… Pero resulta que después de un mes desapareció». En las espectaculares fiestas, que copió con todo detalle de las mejores que celebró Marbella Club, captaba a los clientes. Los trabajadores de la mansión de Sierra Blanca, explican los investigadores, cuentan que contaba con cuatro cajas de seguridad en el chalet y entre los escoltas, había ex policías españoles y de Cali, Colombia.
Era casi obsceno el dinero que entró ese año en la casa mientras inversores de todo el país llegaban en avión privado a la mansión. Y él, para protegerlos, parapetó su cuartel general en Sierra Blanca, una urbanización que ya está cerrada con barreras a su entrada, con un servicio de escoltas con policías locales de Marbella. Según la querella ante la Audiencia Nacional, estos agentes prestaban servicio privado a pesar de estar prohibido. El letrado estafado por Biosca explica que con el fallecimiento se extingue su responsabilidad penal, pero no la civil y sus herederos pueden ser condenados a devolver una cantidad económica que se determine a las víctimas estafadas.
Hasta el cuello de amenazas
«No tenían que haberle dejado salir la segunda vez de la cárcel», claman la Asociación de Afectados por las Inversiones en Criptomonedas. Esta entidad representa a un tercio de los afectados por la estafa de Biosca y piden que no se incinere su cadáver hasta que se haga una autopsia exhaustiva, que se tome declaración rigurosa a todos los testigos y que se investigue más a fondo que pasó días y horas antes de su muerte. La primera vez que entró en la cárcel se puso como fianza un palacete de Llanes, Asturias, cuya tasación fue inflada hasta dos millones de euros, un delito por el que está siendo investigado su fiador, Juan Antonio Zuluaga, que actualmente está en paradero desconocido y el arquit
ecto, Antonio Ochoa Jiménez.
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