En forma
Bertín Osborne y la igualdad hercúlea (casi) a los setenta
El presentador ha decidido ponerse en forma a sus casi 70 años
Pero, ¿es posible que ponerse cachas a los (casi) setenta sea el equivalente al comprarse moto grande y echarse una novia de veinte, a los cincuenta? No sé yo si hay muchos más señores de setenta con el físico de Bertín Osborne como para elevar el patrón a tópico, pero todo se andará. También es verdad que, tratándose de la portada de «¡Hola!», uno nunca sabe dónde acaba la genética envidiable y empieza el virtuosismo con el Photoshop. En eso la revista del corazón hace mucho por la igualdad real: no solo Isabel Preysler tiene derecho a parecer la hermana de sus hijas con una piel que apunta rasgado. También los hombres tienen derecho a presumir de cutis envidiable y proporciones hercúleas y ahí está Bertín, fomentando la igualdad y, de paso, la gerontofilia.
Dice que decidió ponerse en forma hace cuatro o cinco meses. Viendo esas fotos, yo he decidido hoy ser rubia, top model y rica, a ver si se obra para la primavera el mismo milagro por el que el presentador ha pasado de abuelo dinámico a maduro buenorro sin solución de continuidad. «Ahora mismo estoy como hace treinta», dice ufano. «Ejercicio y alimentación sana», apunta. Y parece mano de santo. Queremos su rutina de ejercicio, su dieta, el número de teléfono de su cirujano y el del que retoca las fotos en «¡Hola!». Y lo queremos ya. Que la operación bikini se nos antoja más sacrificada que la operación Bertín. La fotografía, claro, no ha dejado indiferente a nadie. En las redes ha dado que hablar la cosa. Me imagino yo a su exmujer (se separó de Fabiola Martínez hace dos años) pensando «jo, con el abuelo» y «¿por qué ahora?».
Reconozcámoslo: no mola nada que tu ex esté más guapo después de romper contigo. Lo único que mola es que se eche una novia más gorda y más fea que tú y, si es posible, que se ponga fondón. Pero es que si además le añades que lo haga a una edad provecta, es como para exigir una compensación económica por daños morales. Y para redondear la gran broma final sale en la portada del «¡Hola!», para que toda España vea que está cañón. Yo en esto estoy a muerte con Fabiola. Y creo que se lo debe tomar como se tomaría la señora de cincuenta que le dejen por una de veinte, se compren una moto y se pongan un pendiente: de copas con las amigas y presagiando el batacazo.
Lo que no entiendo es qué necesidad hay a los setenta de matarse a ejercicio y comida sana. Es la edad a la que uno debería ya hacer todo lo que no se ha permitido antes, por pudor o prudencia. A mí, a los setenta no me deis gimnasio ni quinoa. Prefiero una sabiniana vejez indigna: lo mismo me da que me mate la edad que los excesos, si el pescado ya está vendido.
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