Vida

La ministra Irene Montero cumple 35 años: anatomía de su año más cuqui (y terminal)

Analizamos con su círculo cercano y expertos en comunicación, el último curso de la política, muy decisivo en lo personal y lo profesional

La ministra de Igualdad siempre tiene abierta la rebotica y a la vista de sus oficiantes hace, como diría Camilo José Cela, mangas y capirotes, y de tripas corazón. No hay ese espacio entre taller y escaparate en el que camufle si estalla en risa o llanto, si se despierta exultante o decaída. Todo lo muestra con intensidad y en avanzadilla. A punto de cumplir 35 años, la edad en la que uno debería dejar de ser exasperantemente joven y desvergonzadamente egocéntrico, LA RAZÓN ha querido analizar el último año de Irene Montero, decisivo en lo personal y en lo político (ahí está la polémica del «Solo sí es sí»), con varios consultores políticos, expertos en comunicación y personas que siguen de cerca su día a día en el Gobierno.

El abogado José Luis Martín Ovejero, destacado experto en comunicación no verbal, lleva tiempo observándola y analizando al detalle sus gestos y expresiones. «Su mente parece estar siembre bajo un huracán emocional y transmite excesiva ira con su rostro, sus gestos cortantes, su voz o su modo de hablar tan rápido», explica. En la entrevista televisiva con Pedro Piqueras, esta misma semana, interrumpió al presentador y no dejó de enseñar los dientes, un gesto ancestral de defensa, igual que lo es su mirada directa y el ceño siempre fruncido. «Son expresiones asociadas a la irritabilidad y al resentimiento que repite en cualquier escenario y reflejan tensión y necesidad de reafirmarse en sus ideas. Como si tuviese una espina personal clavada, alguna herida abierta», añade este experto.

Álex Comes, consultor de comunicación política y director de LaBase, no cree que el problema sean esas emociones que hace públicas sin sentirse avergonzada por ello. «Por suerte –dice–, cada vez está más naturalizado que los cargos públicos muestren sus sentimientos. Les humaniza y favorece que la ciudadanía empatice con ellos». La cuestión es su personalidad como líder. «Nunca ha sido una persona que haya destacado por su liderazgo. Su presunto liderazgo interno en Podemos ha sido más bien impuesto que conquistado y la sucesión de polémicas le está pasando factura en su credibilidad y su capacidad de gestionar una tarea de tal magnitud». Martín Ovejero ha realizado un análisis comparativo con las tres posibles candidatas a disputarse el liderazgo de Podemos de cara a las próximas elecciones –Belarra, Díaz y Montero–. Sin entrar en contenido ideológico y fijándose en quién puede comunicar de una manera más efectiva y arrastrar más votos, concluye que ninguna de las tres conseguiría el liderazgo de Iglesias en sus primeros tiempos. A la ministra de Igualdad la encuentra excesivamente centrada en su cruzada feminista, lo que le resta peso en las demás materias. Es su monotema, una especie de fetiche individual con el que justifica cada una de sus acciones.

Uno de los hijos de Irene Montero con falda
Uno de los hijos de Irene Montero con faldainstagram

Incluso algo tan natural como pintarse los labios con un característico rojo intenso lo escuda en una causa feminista desde que la eurodiputada portuguesa Marisa Matías fue señalada por el diputado André Ventura a causa de su lápiz labial. A Martín también le llama la atención su modo de vestir, «cada vez más apagado y con el negro dominante, como si quisiera pasar desapercibida». Con respecto a lo que pueda pasar, invoca a Shakespeare con una oportuna frase: «Es más fácil obtener lo que se desea con una sonrisa que con la punta de la espada».

Andrés Obando Balseca, comunicador estratégico, opina que todo está planificado. «El origen de su figura política está en las calles, en la protesta y en la manifestación social. Ahí está su público objetivo natural y a ellos dirige sus reacciones o impulsos. Por eso en esta coyuntura de la ley Solo sí es sí, por la que ha recibido duras críticas por su posición con respecto a los resultados de su aplicación, muestra actitudes beligerantes».

El sucidio político

En su opinión, sus gestos y palabras forman parte del diseño de su personalidad política. «Se dirige a quienes la apoyan y empatiza con ese segmento específico, porque es como ellos. Cuando se comunica con sus opuestos, el objetivo es incomodarles con sus acciones y esa actitud intransigente de cerrarse incluso a la posibilidad de que pudiera haberse dado algún error. Lastimosamente, en política reconocer una equivocación se considera un suicidio político». Una persona muy próxima a su entorno asegura que la ley en liza le afecta especialmente porque fue su primera victoria y, de manera particular, frente a Carmen Calvo, que se negaba a dejar el ministerio en manos de unas «niñas». «La ministra –admite– es muy pasional y, desde que se filtró la noticia del cambio en la ley, trabaja todo el día con su núcleo duro. El acto que tuvo el sábado pasado en Canarias le sirvió emocionalmente para coger fuerza por el apoyo recibido de la gente y del partido canario».

¿Hasta cuándo soportará la presión? En los últimos meses, las cámaras han captado varios momentos a punto de desmoronarse, con la mandíbula apretada para tratar de contener el llanto mientras le temblaban la barbilla y el labio inferior. En su círculo están convencidos, según confirma esta misma fuente a LA RAZÓN, de que puede aguantar la tensión, pero reconoce que se siente cansada. «Han sido muchas batallas y se ha dirigido mucha violencia política contra ella. Duerme poco y no deja de atender a sus hijos. Con ellos y junto a Iglesias, el domingo es el día más familiar».

Beso entre Irene Montero y Pablo Iglesias
Beso entre Irene Montero y Pablo IglesiasGonzalo Pérez MataLa Razón

Obando duda que con la edad la personalidad de Montero pueda virar a una lógica menos conflictiva. «En su esencia está la confrontación. Su ‘’politainment’' (combinación de política con entretenimiento) está diseñada para revolver emociones fuertes y de ahí viene gran parte de su capital político. No afecta al liderazgo con su público, pero su personalidad podría caer en un liderazgo coercitivo de ‘’haz lo que te digo’' y causar resultados negativos».

La «chupipandi»

Nos aseguran que su equipo de trabajo es su mejor refugio y, curiosamente, coincide con su núcleo de amistad. «Entre ellas se cuidan y resisten. En general, es Podemos el que está atrincherado». Sin embargo, su círculo de amigas, –la «chupipandi», como dicen en las redes sociales– ha suscitado críticas muy punzantes por algunos comportamientos calificados de «infantiloides», casi siempre bajo la capitanía de Ángela Rodríguez «Pam». Con ellas, la ministra sería un exponente del fenómeno que desarrolla el filósofo británico Simon May en «El poder de lo cuqui». El concepto va más allá de la transformación de su despacho ministerial en una especie de chiquipark, con su «equipo de tías maravillosas y de tíos también», o el paseo por la Gran Manzana retratándose al más puro estilo «Sexo en Nueva York». Cuquis son sus incómodas campañas, la guerra contra el hombre, su lenguaje o esa obsesión por mostrar en Instagram su vida familiar no binaria.

En su puesta en escena y en el empeño en negar la lógica y natural dualidad de la vida entre lo masculino y lo femenino, Montero sigue el guion cuqui que desarrolla May, en línea con el ratón Mickey o Hello Kitty. Personajes sin sexo definido y sin edad. También los líderes políticos pueden ser cuquis. Como Donald Trump, según este autor. «Pagados de sí mismos y al mismo tiempo un poco naifs. Infantiles, pero también sabelotodo», dice el filósofo. Es decir, un desquiciante limbo de ambigüedad.

Beata de cuna y guerrera, de mayor

Aunque nació en Madrid, Irene Montero se crió, en parte, en el pueblo abulense de sus padres, Tormellas, un pequeño municipio de centro derecha y católico donde ni siquiera las aguas del río se revuelven. Su carácter belicoso se empezó a forjar al entrar en la Juventud Comunista, con 16 años, cuando todavía disfrutaba de sus veraneos y fiestas patronales. Nadie conocía su activismo y su acercamiento a Pablo Iglesias cayó allí como un jarro de agua fría.