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Confesiones sin absolución

Fabiola Martínez: «No creo en el perdón a los demás»

En su libro «Cuando el silencio no es una opción», la exmodelo revela los abusos sexuales de su infancia y adolescencia

Fabiola Martínez Gtres

Desde que hace 24 años el camino de Bertín Osborne se cruzó con el suyo y viceversa, gran parte de la biografía de Fabiola Martínez (Venezuela, 1972) se ha visto desgranada en tertulias y páginas de la cosa rosa. Sin embargo, el capítulo más íntimo y desgarrador de su vida lo ha desvelado ella misma en «Cuando el silencio no es una opción» (Editorial Espasa). Un crudo relato en el que, la que fuera aspirante a Miss Venezuela en 1993, revela abusos sexuales y malos tratos en su infancia y adolescencia y aborda la parálisis cerebral de Kike, su hijo mayor (Carlos Alberto, el menor, nació en 2008), del que tras cumplir 18 años se ha convertido en tutora legal. ¿Y qué ha descubierto de sí misma tras abrir esta caja de Pandora? La ex de Bertín lo sintetiza en cinco palabras: «Que lo importante es quererte».

Relata una infancia en la que fue «obligada a ser fuerte». Donde le pegaban con un cable o le partían un plato en la cabeza. Sin comunicación. Sin tiempo para una caricia. ¿Qué secuelas arrastra?

Eso nunca se cura, aprendes a vivir con ello. Lo que tengo claro es que el que no lo ha vivido, no lo va a entender. ¿Sabes con quién me quedo? Con los que me dan las gracias por alzar la voz. Para los hombres es más complicado hacerlo si han sufrido abusos. Y muchos se convierten en agresores.

«Perdí la inocencia a los cinco años». Con esta confesión, inicia un relato terrible de los abusos sexuales hasta los 15 años y la falta de apoyo de sus padres. ¿Les ha perdonado?

Mis padres hicieron lo que pudieron con lo que habían aprendido. No les he justificado y he tenido rabia. De hecho, la relación con mi madre es complicada, estamos trabajando en ello y tratando de no herirnos. Pero no creo en el perdón, solo en el perdón a ti mismo. El perdón a los demás no me vale. Lo que tienes que hacer es no hacerlo más.

Subtitula su libro «Lo que nunca conté». ¿Qué es lo que más le ha costado desvelar?

El secreto no te mata. Pero, siendo sincera, cuando lo rompes alivias profundamente esa carga. Cuando me senté con la editorial empecé a hacer un repaso de mi vida, de cómo iba a retomar las riendas, porque antes compartía la vida de un ex y no al revés, y tenía que volver a encontrarme. En ese proceso, me doy cuenta de que no estoy bien, que lloraba, que tenía mucho miedo, ansiedad por la noche… Entonces hubo un detonante en referencia a la persona que hizo el abuso y en ese momento decidí buscar ayuda profesional. Ese proceso me ha ayudado a poder escribir este libro.

Comparte su historia para dar visibilidad a los abusos infantiles, que afectan a una de cada cuatro niñas y a uno de cada seis niños. ¿Qué señales nos deben alertar?

Lo que tienen que tener claro la familias es que los niños dan señales. El que es introvertido corta cualquier tipo de manifestación de alegría, o nos volvemos más rebeldes… Si mis padres me hubieran observado, los abusos no habrían llegado, como así fue, hasta mis 15 años. Cuando tenemos hijos tenemos que estar pendientes de ellos y dejar de justificarnos. Ése es el segundo objetivo del libro. Cuando la gente me dice «eres una madraza», pienso que ésa es una decisión que tomo todos los días: la de estar bien. No he nacido con un súper poder. Y tengo clara una cosa que me dijo mi psiquiatra Marian Rojas: mi hijo Kike llegó para salvarme. Él me demostró de verdad lo que es el amor incondicional. Él no llegó para que sacara mi fortaleza, me hizo ser mejor conmigo y a mi madre le ha hecho ser mejor madre. Nos ha ayudado a todos.

¿Qué heridas está siendo las menos fáciles de sanar?

La rabia, sin dudarlo. Hay muchas cosas que no he desenterrado, yo tenía fobia a la profundidad. Pero he conseguido bañarme en el mar sin pánico.

«Los abusos que sufrí fueron claves a la hora de relacionarme con hombres. Buscaba lo tóxico». ¿Cuándo empezó a quererse bien y qué consejos les da a las mujeres que repitan este tipo de relaciones?

No es que buscamos hombres tóxicos, es que hemos crecido con los conceptos distorsionados. Relacionamos el sexo con el amor, creemos que para conquistar hay que tener sexo o, lo contrario, ser muy pudorosa. Les diría que busquen ayuda profesional y si te pasa dos veces es que algo no está bien.

Conocer a Bertín Osborne y ser madre de dos hijos, ¿en qué medida aplacó esos traumas que relatas?

Ser madre me cambió muchísimo. Y conocer a Bertín fue muy importante. Él me muestra una manera diferente de relacionarme con las parejas. Me decía que era muy desconfiada, que no podía vivir así. Y tenía razón.

Al frente de la Fundación Kike Osborne, ayuda a otras familias en situaciones similares a la suya. ¿Cuál es el consejo que más repite?

Lo que hacemos en la Fundación es darles herramientas a los padres para que ellos también se cuiden ellos mismos, porque así sus hijos estarán mejor. Les digo que no se olviden de ellos, pero durante mucho tiempo lo que les animo es a que no tiren la toalla. Lo más difícil es el diagnóstico y luego aprendes a ver a tu hijo por encima de la enfermedad.

Si se encontrara a esa Fabiola de cinco años, ¿qué le diría usted ahora?

Que no está sola, que no lo está haciendo mal. Y que no tiene la culpa. Estoy muy contenta, siento que estoy haciendo lo correcto.