Secretos

Pineda, Labradores, La Prima y Aero: lo que se cuece (fuera de foco) en las casetas de la Feria de Sevilla

De Carlos Herrera al constructor Sando pasando por El Turronero o Martín del Pozo, recorremos la feria a través de sus espacios privados donde no entran los flashes de los fotógrafos, sin olvidar el famoseo

Eugenia Martínez de Irujo
Eugenia Martínez de Irujo Gtres

La Feria de Abril en Sevilla se ha convertido, sin duda, en el gran escaparate de exhibición y diversión a partes iguales. En esta fiesta de lonas blancas y verdes, volantes de colores y reencuentros, se desata el despliegue de «glamour» y «postureo» que solo aquí se entiende. No hay nada como ver a la alta sociedad sevillana luciendo sus trajes carísimos mientras intentan no ensuciarse con esas tapas de garbanzos que vuelan de mesa en mesa.

Hablemos primero de la caseta, ese refugio donde todo se hace a lo grande. Sin duda, es en la trastienda donde realmente se notan las diferencias. Existen casetas donde el vaso de plástico ni se contempla. Aquí, la manzanilla de Sanlúcar y el fino de Jerez se sirven en elegantes catavinos de cristal, personalizados con el nombre de la caseta o de sus dueños, ya sea grabado a la manera del arenado o con letras doradas. Los platos, en cambio, son de los que tienen ribetes y escudos que dan un aire de distinción. Las casetas privadas son el corazón palpitante de la Feria de Abril, pero para acceder a ellas se necesita más que una invitación. Apellidos como Benjumea, Morenés, Ybarra o Fernández de Córdoba son los dueños de algunas de las casetas más exclusivas. Estos espacios no son solo lugares para bailar sevillanas, sino auténticas fortificaciones donde se cierran los negocios más discretos, se hacen alianzas y se firman acuerdos. La ostentación de apellidos ilustres es el primer paso para formar parte de esta élite sevillana. Entre las casetas más prestigiosas se encuentran Pineda, Labradores, Casinillo, La Prima y la caseta Aero, a la que todo el mundo quiere ir, que acogió a Máxima de Holanda. Por supuesto, no hay fotos. Este año ha destacado la de El Turronero, la del empresario Antonio Martín del Pozo, de la empresa Martín Casillas, que es uno de los que mejor recibe, y la del constructor malagueño Sando, llena de políticos de su provincia. También está la caseta del Grupo de Lis 22, que son precisamente una veintena de amigos que hicieron este selecto club de hombres. Y cómo no hablar de la de la Cope, con Carlos Herrera, capitaneando, puro en boca, el lugar. Estos enclaves se caracterizan por su ambiente selecto, su cocina exquisita y, sobre todo, por ser los lugares donde se agrupan los miembros más influyentes de Sevilla.

Lourdes Montes en la Feria de Abril de Sevilla
Lourdes Montes en la Feria de Abril de SevillaGtres

En este tipo de casetas, el rebujito no está solo; comparte espacio, tanto de día como de noche, con la sofisticación del champán. Para equilibrar el efecto del alcohol, la presentación de la mesa es igual de lujosa. Aquí no se percibe el típico aroma de fritanga; en su lugar, se ofrecen productos gourmet autóctonos: el jamón más exquisito, el queso de mayor calidad, las gambas blancas más frescas de Huelva y los langostinos más selectos de Sanlúcar. Todo se reduce a lo mejor de lo mejor.

Y es que, en estas casetas, cada uno parece estar compitiendo para ver quién tiene el vestido de flamenca más bonito, el mantón más colorido o las flores más grandes (al estilo Frida Kahlo). Mientras tanto, los diseñadores se llenan los bolsillos, ya que aquí el «made in China» no pasa la prueba. Las clientas corren a las boutiques de Aurora Gaviño, Rocío Peralta o Lina, elevando el «yo puedo» a niveles estratosféricos. El maldito «¿y de quién es?», es, sin duda, la frase de oro que se repite como un mantra en cada rincón.

Cóctel ostentoso

¿Y los famosos? Ah, en este cóctel mediático, no pueden faltar las caras conocidas que no fallan al Real. Desde los clásicos como Francisco Rivera, que se mueve como pez en el agua, hasta Victoria Federica, Rafael Medina, El Litri, Varo o Eugenia Martínez de Irujo que se arranca a bailar como si no hubiera un mañana. Ex misses, futbolistas y hasta influencers como Marta Lozano o los Páramo... Todas las casetas tienen a guardias jurado vigilando con mirada fulminante a cualquier intruso sin invitación.

Victoria Federica
Victoria FedericaGtres

No se trata de que haya una feria para privilegiados. La Feria de Sevilla reúne a toda la ciudad en un solo lugar, y se convierte en un espejo de la vida urbana. Es en este espacio reducido donde las diferencias sociales salen a la luz de manera más clara. En la ciudad, estas diferencias pueden estar separadas por kilómetros entre barrios, pero aquí, bajo las mismas lonas, se hacen mucho más visibles y se sienten de inmediato.

Así, la Feria de Abril se convierte en un microcosmos de la vida en Sevilla. A la queja de ser invitado en una caseta «de las buenas», se le suma el enigma de cómo ser bien recibido en una caseta a la que no estás invitado. Hay casetas en las que, aún siendo invitado, uno se siente extraño, fuera de lugar. Hay miradas que parecen recordar aquel «¿y tú, de quién eres?» ya que no hay lugar para los despistes en este mundo en que la jerarquía familiar se convierte en la carta de presentación.

Pero no todo es luces; también hay un trasfondo que es más crudo que un buen gazpacho. Las ferias han dejado de ser simples festividades. Ahora son un hervidero de relaciones públicas y negocios. Y qué decir de los de fuera . Aquellos que ven la Feria como su laboratorio de experimentación social, dispuestos a dejar su dinero y su dignidad a la puerta de la caseta. Eso sí, el fin de semana es completito para ellos. Los de pro, se suelen ir al campo o al maravilloso Puerto de Santa María, que aquí también hay clases.