Creadora de contenido
Rocío Osorno, cuando sí es oro todo lo que reluce: los millones que mueve la influencer
Repasamos los millones que hay detrás de la influencer, más allá de sus, a veces, polémicas colaboraciones en Instagram
Si hablamos de infuencer, es incuestionable que Rocío Osorno es una de las grandes en nuestro país. Es una de las que primero comenzó en el mundo de las redes, donde siempre se centró en la moda, pero a la que también hemos visto casarse, ser madre dos veces, divorciarse, decidir mudarse a Madrid, arrepentirse, y volver a su Sevilla natal. Así como la hemos acompañado en su crecimiento como creadora de contenido, donde ha logrado ser imagen de firmas tan prestigiosas como Guess, Armani o Intimissimi.
Y este éxito es quizá lo que ha hecho que muchos de sus seguidores no comprendan del todo que ella utilice según qué herramientas para hacer campañas de publicidad. Algo que se han planteado y le han comentado concretamente esta semana cuando decía de forma textual que «llevo una temporadita que estoy muy cansada porque estoy hasta arriba de cosas entre campañas, colección de flamenca… Lo peor es que me metía en la cama y de lo agotada que llegaba tampoco descansaba bien». Como si fuera un comentario natural del día a día, para a continuación decir que sus amigas le habían recomendado tomar un producto de nutricosmética que servía para diferentes cosas y que le iba a ayudar mucho, y pasar a ofrecer un código de descuento porque en realidad se trataba de una publicidad.
Y no es el problema que haga publicidad, ni que ofrezca un código de descuento y cobre por ello, lo que no termina de convencer a sus seguidores, y es algo que además ponía en relieve la cuenta de @hazmeunafotoasi, en la que la publicista Lorena Macías suele criticar en clave de humor algunos de los traspiés de los influencer, es que haga creer a su audiencia que ella ha conocido ese producto de una manera casual en una distendida charla con sus amigas, cuando en realidad es sencillamente una campaña. «Eso es el grado de madurez con el que uno decide tratar a una audiencia, no es ilegal, es un pacto entre ella y su audiencia que afecta a esa infantilización de la audiencia, creo», argumentaba la experta en Marketing, que continuaba mostrando escepticismo porque una cuenta del tamaño de la de Osorno hiciera ese tipo de campañas cuando tiene la posibilidad de trabajar con firmas mucho más grandes dentro del sector, que quizá serían de mayor interés para sus seguidores.
Pero la creación de contenido no es su única fuente de ingresos, ni siquiera a través de las redes, puesto que su perfil de Instagram es su gran escaparate para vender sus propios diseños de moda. Ella tiene un taller, y diseña y vende cada pieza que pone a la venta, tanto de invitada como de novia y flamenca. Y no le va nada mal, pues cerró 2022 con una facturación de casi medio millón de euros y un valor total que roza la misma firma. De hecho, no son pocas las famosas e influencers que han confiado en ella para vestir en momentos especiales, pues lo han hecho perfiles tan dispares como Aitana Ocaña en un concierto, Clarissa Molina en los Grammy Latinos o Anabel Pantoja en la boda de su prima Isa Pantoja entre otros eventos.
Menos dichosa en amores
La moda es lo suyo, eso lo tiene claro desde que estudiando Ingeniería Agrícola se marchó a Paris de Erasmus y regresó con la firme intención de hacer del mundo del diseño y la costura su profesión. Y lo logró. Las cosas le van bien, que no es sencillo en el sector. Donde lo está teniendo más difícil es en el amor. Se separó del padre de sus hijos, Coco Robatto, en 2021 tras año y medio de matrimonio, y no se le había conocido una pareja hasta este verano, cuando compartió que tenía una relación con el empresario Javier Lorenzana. La cosa parecía ir en serio, incluso se fueron de vacaciones, pero comenzó el otoño y llegó el ocaso, y aunque en principio dejó la puerta abierta, parece evidente que no ha sido así. Ahora sus dos amores son sus dos pequeños, y tiene tantos frentes abiertos en el terreno laboral, que el amor ya llegará.
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