Recuerdo
Veintinueve aniversario de la muerte de Antonio Flores, el hombre que no quiso vivir
Lola Flores, la matriarca, falleció el 16 de mayo de 1995, y su hijo catorce días más tarde. La suya fue una muerte anunciada
Veintinueve años después de su muerte, el recuerdo de Antonio Flores sigue muy vivo en su familia. Su hermana Lolita confiesa que “tengo en mente a mi hermano y a mi madre cada día”.
Lola, la matriarca, falleció el 16 de mayo de 1995, y su hijo catorce días más tarde. La suya fue una muerte anunciada, no pudo soportar la ausencia de su progenitora. Recuerdo que en una entrevista que le hice años antes me dijo, contundente, que “no sabría vivir sin mi madre, prefiero recordarla viva”. El dolor fue más fuerte que la coherencia y apareció muerto en la cabaña en la que vivía, en el jardín de “El leerle”, el chalet familiar.
Por aquel entonces se publicó que fue una explosiva mezcla de pastillas y alcohol la que se le llevó de este mundo. El mismo había escrito su fatal destino. Era un cantante de éxito pero el adiós materno le convirtió en un muerto en vida.
Sus adicciones se convirtieron en una constante que condujo a la icónica Lola a un camino de amargura. “La Faraona” consiguió ingresar a su hijo en una clínica de desintoxicación. Y parecía que estaba limpio. De hecho, éramos buenos amigos y jugábamos al squash muchas tardes en el club madrileño Abascal. Y manejaba bien la raqueta.
Pero se sentía tan unido a su madre que Lola siempre era motivo de conversación. La adoraba. Era su consejera y confidente, no daba un paso sin consultárselo. La unión era perfecta.
Antoñito, como le llamaban en casa, estaría orgulloso hoy de la carrera artística de su hija Alba, fiel seguidora de la saga familiar en el mundo del espectáculo, fruto del amor del cantante con Ana Villa. Era su ojito derecho, su gran amor tras divorciarse de Ana.
En su haber profesional nos quedan cinco discos y ocho antologías, con temas tan icónicos como “No dudaría”, “Solo le pido a Dios”, “Juan el Golosina” y el más especial, “Alba”, un homenaje entrañable a su niña.
El 29 de mayo se reunieron en “El Lerele”, Antonio González, “El Pescailla”, Rosario Flores, Antonio Carmona, Antonio Villa, las hermanas Chamorro y el representante del cantante, “El Chirla”. Tras la cita, Antonio pidió a las Chamorro que no lo dejasen solo y así lo hicieron. Ya entrada la noche, el cantante se puso el traje de baño y fue a la piscina, aunque nunca llegó a entrar. Más tarde, se fue a dormir a su cabaña y las dos hermanas lo oyeron roncar y lo dejaron tranquilo. Nunca se despertó.
Uno de sus mejores amigos, el guitarrista argentino Miguel Vilanova, desvela unas frases premonitorias de Antonio que ya anunciaban lo que iba a ocurrir: “cuando mi madre se vaya, yo me voy con ella. Me pongo dos gramos puros y me marcho sin dolor”.
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