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Los sábados de Lomana: Grande Marlaska, cada día más pequeño

El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska
El ministro del Interior, Fernando Grande-MarlaskaAlejandro Martínez VélezEuropa Press

Imagino la gran sensación de ridículo que ha debido sentir el Gobierno, ministro de Interior y muchos periodistas que tenían montada una gran operación de propaganda contra la derecha por su supuesta homofobia. Por una denuncia de un chaval de 20 años de Malasaña por agresión homofoba en el portal de su casa realizada por cinco individuos encapuchados a las cinco de la tarde, que nadie vio ni escuchó. Según el agredido, le cortaron el labio y con esa misma navaja le escribieron en su trasero «maricón», incluso le dejaron un ojo con un gran traumatismo. La primera reacción al enterarnos fue de condena e indignación, pero inmediatamente a nada que analizases los hechos había algo que chirriaba. A plena luz, en Malasaña, ¿nadie vio a cinco individuos de negro encapuchados? ¿Ni rastro en las cámaras de la calle? Pero se cayó el tinglado, esa agresión no fue tal, sino una relación sadomasoquista consentida, que cuando tuvo que enfrentarse a su pareja para explicar lo ocurrido en su cuerpo, se inventó esta historia de agresión. Algunos periódicos digitales habían escrito barbaridades haciendo juicios de valor con un sectarismo indignante. El presidente del Gobierno,en su línea: la culpa de todo siempre la tiene la derecha, y las redes sociales, especialmente Twitter, ardían. Yo fui víctima de ellas por una de las colaboradoras de «Sálvame» que se le fue la pinza, prefiero no decir su nombre porque más tarde se disculpó. Pero el gran ridículo lo hizo el ministro Grande-Marlaska, con la admiración que despertaba cuando era juez y ahora es una sombra. El ministro de Interior que debería actuar con contención, el ministro del cual depende nuestra seguridad, se superó en decir disparates sin esperar que la Policía le diese el informe. Su trayectoria ha sido patética. Ya no es Grande-Marlaska se ha convertido en el «pequeño Marlaska», esto es como las cartas con balas y las navajas que debieron enviarse ellos mismos. Se tira en plancha con tal de sacar rédito político, nos lanzó un grandilocuente discurso en el que hacía responsable a la oposición del aumento de las agresiones.

Hay una especie de histeria selectiva para criticar a Madrid y decir que es una ciudad peligrosa para las mujeres y los gays, un estado de opinión absurdo que presenta a la derecha como una amenaza para los derechos civiles de los españoles. Pero la realidad desmiente esta estrategia. La Policía ya está demasiado harta de Marlaska, que señala a personas como sospechosas sin tener una certeza. Alguien dijo: «No atribuirás a la maldad lo que solo es producto de la estupidez».

Estupidez en su máximo esplendor es lo que hemos tenido que escuchar estos días, y nos enseña algo que parece que se está extendiendo en la sociedad. Hacer juicios de valor sin certeza alguna. Un presentador de televisión el día que nos enteramos de la denuncia soltó un panfleto lacrimógeno diciendo que tenía mucho miedo a salir a la calle.

El Gobierno y sus socios a lo que verdaderamente tienen miedo es al revolcón que sufrieron el 4M y que se puede extender a toda España.

Algo que nunca me gusta, y eso sí me parece excluyente, es hablar del colectivo LGTBI. ¿Colectivo de qué? Tengo muchos amigos que tienen una opción sexual diferente pero para nada se sienten dentro de un colectivo. Son personas libres, profesionales, médicos, jueces, hombres de negocios... sin estar marcados por adjetivos que los califican por su sexualidad.