A ver, ¿cómo es una visita real discreta?

La eclosión de expertos va por temporadas. A la pista central del circo se asoman ahora los especialistas en el virus del mono (también de la mona, para que no se enfade Irene Montero), en la reducción del consumo de carne y lácteos como solicita Garzón (tranquilo, Alberto, lo conseguirán los altos precios), en lectura rápida para entender cómo García Egea ha podido leer cien libros desde que dejó la secretaría general del PP, en simbología sexual para interpretar la osada raja de la falda de Díaz Ayuso durante el congreso madrileño que nos ha permitido vislumbrar hermosa cacha, y, sobre todo, en visitas embozadas del Emérito a España. Porque sucede que desde todos los lados han surgido voces airadas señalando que la visita a España de Don Juan Carlos debería haber sido más discreta, como si eso es lo que hubiesen querido sus fans y como si tal cosa fuera posible.

¿Cómo puede ser discreta la visita de un Rey que lleva tanto tiempo en el exilio y con una estela de ruido mediático constante por un pasado de telenovela turca? ¿Cómo despistar a los medios nacionales e internacionales? Los expertos dicen, por ejemplo, que podía haber visitado España de incógnito riguroso, o sea, vestido con un elegante burka blanco o negro, a elegir, facilitado amablemente por sus anfitriones en Abu Dabi. También, cuentan, camuflado entre una nube de japoneses en visita guiada a la Alhambra, aunque ahí hubiera jugado en su contra la estatura. Echenique, Ione Belarra, Otegi, Rufián, etc., hubieran disfrutado mucho si la Cruz Roja lo hubiera detectado disfrazado de inmigrante subsahariano rescatado de una patera llamada Bribón y en aguas de Sanxenxo.

La próxima visita, ¿disfrazado de tirolés en Mallorca?