Opinión

El diario de Amilibia: Es más Sísifo de lo que Él cree

"Él no dijo que Sísifo fue castigado por los dioses por impío, chismoso y tramposo"

El presidente del gobierno, Pedro Sanchez, en el pleno de investidura en el Congreso de los Diputados. © Alberto R. Roldán / Diario La Razón. 15 11 2023
El presidente del gobierno, Pedro Sanchez, en el pleno de investidura en el Congreso de los Diputados. © Alberto R. Roldán / Diario La Razón. 15 11 2023 © Alberto R. Roldán La Razón

«Mi historia es la del mito de Sísifo», dijo Él en la presentación de su libro. O sea, que Él se ve como el rey de Corinto que fue castigado por los dioses a subir una gran roca colina arriba, tarea que nunca podía culminar porque cuando estaba a punto de coronar la cima, la roca rodaba hacia abajo, y así tenía que volver a empezar la penosa tarea una y otra vez, durante toda la eternidad. Pero Él no dijo que Sísifo fue castigado por los dioses por impío, chismoso y tramposo. Ejemplo de trampa: cuando Tánatos fue a buscarlo para conducirlo al inframundo, Sísifo le engañó, le inmovilizó poniéndole grilletes y nadie murió durante un largo rato.

Como con los dioses no se juega, Sísifo acabó en el inframundo, pero antes de partir ideó otra burla, trampa o treta: le ordenó a su esposa, Mérope, que no ofreciera sacrificio alguno a los muertos, como era habitual en estos casos, y así lo hizo ella, obedeciendo a su esposo.

Nada más llegar al infierno, el listillo y trolero Sísifo se quejó de que su esposa no estaba cumpliendo con sus deberes sagrados y, muy hábil y seductor en el manejo del engaño, convenció a Hades de que le permitiese volver al mundo superior, el mundo de los vivos muy vivos, para castigar a su esposa por infringir las leyes.

Ya en Corinto, Sísifo rehusó volver al Más Allá como había prometido, y se quedó en su trono hasta que murió de viejo. Al llegar al inframundo, los dioses, que no habían olvidado la trampa cometida por Sísifo, le castigaron de la forma ya contada.

Ah, el Sísifo de las artimañas. En la reunión de hoy, Alberto Núñez Feijóo necesitará la fuerza de todas sus meigas para no acabar ayudándole a empujar la piedra.