Opinión
El diario de Amilibia: Quiero ser del Club de Amigas de Sumar, pero...
Si la Yoli te cae bien por lo que sea, eres un tío y te quieres apuntar, ¿tienes que operarte, hormonarte o hacerte queer? Duro trance
Yo quiero ser amigo de la Yoli, aunque no sea mi fantasía sexual predilecta (para robot asistente sexual prefiero el tipo Scarlett Johansson o Úrsula Corberó) ni la Amada Líder de mi corazoncito librepensador y anarcoindividualista. Lo diré: es una amistad interesada. No pierdo la esperanza de que amplíe su proyecto de la llamada «herencia universal» (20.000 euros al cumplir los 18 años) a los octogenarios para que tengamos una alegría o dos en la prórroga que nos queda, a ver si nos podemos dar un poco al vicio dentro de un orden. Y si no pueden ser los 20.000 para veranear en las Seychelles dos semanitas, que a la hora de los bonos sociales para los hogares hipotecados se acuerde también de los vejestorios pobres que vivimos de alquiler.
Una mujer que dice que se va a «dejar la piel por España» (después de consultar con L’Oreal, me imagino), merece que yo cuelgue algún último suspiro en su percha con melena rubia al viento. Hay un problema: para acercarse a ella, hay que afiliarse a la peña «Amigas de Sumar». No «amigas/os». Sólo amigas. O sea, que si la Yoli te cae bien por lo que sea, eres un tío y te quieres apuntar, ¿tienes que operarte, hormonarte o hacerte queer? Duro trance. Uno ya no está para virguerías, pero si el genio de la lámpara me concediera el deseo de volver a los 25, ahí sí que lo tengo claro: me apuntaría a las Nuevas Generaciones del Partido Popular de Madrid.
Su presidente, Ignacio Dancausa, negocia con las mejores discotecas invitaciones para copas, chupitos, acceso preferente y otros privilegios. Todo para sus muchachos/as. Ese chico sí sabe organizar una peña. Le auguro un gran futuro político en la chupitocracia.
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