Televisión
Mary Carmen, una vida dominada por sus muñecos
La popular ventrílocua está preparando sus memorias, donde narra episodios como su paso por la cárcel
Ochenta años que no aparenta. Toda una vida dedicada, y dominada, a sus muñecos. Mary Carmen es la ventrílocua más famosa de Europa y sigue en activo. Ahora reside en las Islas Canarias y prepara unas memorias llenas de anécdotas con el convencimiento que son Nico, Daisy, Rodolfo y Doña Rogelia, sus icónicos compañeros de fatigas, «los que me dominan a mi, y no yo a ellos, tienen vida propia».
En esas memorias recordará «cuando me detuvieron siendo menor de edad y me encarcelaron». «Iba con Natalio, el padre de José Luis Moreno, con el que trabajaba entonces en el mundo del guiñol, y nos pidieron la documentación en un tren. Vieron que yo era menor y que no tenía un documento que me permitiera viajar sin el permiso de mis padres, y el policía me hizo bajar en la siguiente estación. Y me metieron en la cárcel. Me preguntaron que si llevaba algo punzante, contesté que una horquilla, y que no pensaba suicidarme con ella».
«En la celda había mensajes en las paredes: «aquí estuvo Pepe El Pupas», «culo, caca, pis», penes pintados… y yo escribí con la horquilla, «aquí estuvo Mary Carmen, que será famosa muy pronto». Al rato, vinieron otros policías y se me llevaron a un reformatorio de niñas rebeldes en el que una monjita me metió en una celda con una mesa, una silla y una cama. Por la noche me entregaron una Biblia y un vaso de leche lleno de nata. La mañana siguiente tuve que ir a misa a las siete de la mañana. Al rato, apareció Natalio con un poder notarial de mi madre, en el que daba su consentimiento para que pudiera viajar con él. Y me dejaron libre».
Las anécdotas de su trayectoria
Sobre sus memorias, adelanta que van a ser dos libros, «Los hilos que mueven mi vida» y «Biografía de una marioneta». «En el primero cuento mi infancia, mi adolescencia, mi vida personal, y en el segundo hablan mis muñecos. Yo quería ser bailarina, y se me daba muy bien, pero se cruzó en mi vida la ventriloquia y fue Natalio el que me hizo mis dos primeros muñecos, Nicol y Daisy. Debuté profesionalmente en la madrileña sala Pavillón, dije que quería cobrar veinte mil pesetas diarias y les entró la risa. Me dieron mil quinientas por función y era un sueldazo… Un discípulo de Natalio me hizo a Rodolfo y Doña Rogelia. Recuerdo que al sacar a Rodolfo, que es gay, en un programa de televisión, con Joaquín Prat y Laura Valenzuela, se organizó una gorda, y me prohibieron que lo volviera a llevar al plató».
Mary Carmen está convencida de que «mis muñecos son una extensión de mí, son parte de mí, pero tienen su propia vida. Empezaron obedeciéndome, haciendo lo que yo quería, pero hace mucho tiempo que son independientes y me manejan a su antojo. No tengo poder sobre ellos. Cuando escribo el diálogo con uno de los muñecos me lo siento delante, y de alguna forma me dice lo que quiere hablar. En el fondo son una prolongación de lo que yo podía haber sido.. pero no soy». Le pedimos que defina a cada uno, y responde: «Rodolfo es melancólico, Doña Rogelia es colérica, Daisy es irónica y Nicol es flemático».
En su vida privada, el amor tiene nombre de Manuel Almazor, el que fuera su marido y padre de su hijo Miguel. Pero ella echa mano de una frase sorpresiva para referirse a este apartado de los sentimientos: «Yo nunca he sido amada, ni jamás he amado. A nadie. He tenido novios divertidísimos, con los que me reía mucho, quise mucho a Manu, pero hasta ahí».
Como madre, se califica «una buena socia de mi hijo. Miguel y yo somos socios en todo. Muy cómplices. Vamos de la mano incluso en tareas que, a veces, no son de madre ni de hijo. Nos queremos y nos necesitamos, es un privilegio tener un hijo como el mío. Es único».
No piensa en la retirada, asegura que «sigo trabajando con la misma ilusión que en mis comienzos. Y voy a rodar una película que ya tiene guion y se titula «Prohibido reír», en la que se mezclan dibujos con imágenes reales. Soy la protagonista de una historia tipo Matrix, en un mundo en el que gobierna un payaso maléfico que es el dictador del planeta. Se sintió menospreciado cuando era juguete y ahora se venga de todos aquellos que no le compraban. Los niños lloraban de miedo cuando le veían. Toma el poder y prohíbe a todos reír. Yo me salto las reglas y me vacían la mente. Pero me recupero y vuelvo a las andadas… Es una historia fantástica».
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Pasividad ante la tragedia