Córdoba

Ruth y José: cinco horas sin testigos

La Policía analiza cómo vivió el padre los minutos previos a la desaparición de los niños y revisa las cámaras del parque 

La Policía Científica terminó ayer el registro de la vivienda urbana de los abuelos paternos
La Policía Científica terminó ayer el registro de la vivienda urbana de los abuelos paternoslarazon

CÓRDOBA- Cinco horas en las que pudo pasar cualquier cosa. La misteriosa desaparición en Córdoba de los hermanos Ruth y José, de 6 y 2 años, sigue sin resolverse, cuando se cumplen cinco días desde que el padre de los pequeños, José Bretón, alertara a la Policía de su desaparición. Según su versión, los perdió «de vista» en un parque, el Cruz Conde, al que él los había llevado. Eran las 18:40 horas del pasado sábado. Alrededor del mediodía de esa misma jornada, una vecina de los abuelos paternos, Aurora –regente de la cuchillería que linda con su domicilio–, afirmó haber visto a los menores en el barrio de los Bretón, concretamente en la calle Carlos Romero. Lo que ocurrió entre las 12:30 y las 17:00, hora en la que el progenitor fue visto –solo– en el parque, son cruciales para la investigación. ¿Qué ocurrió en ese intervalo? Los responsables del caso se negaron a facilitar datos de peso. La opacidad se mantiene desde el primer minuto. Insistieron en que cualquier filtración entorpecería la investigación de forma irremediable. «Puede pasar cualquier cosa. No se descarta nada», repitieron. Se barajaban, según los portavoces, todas las posibilidades: accidente, homicidio, secuestro, un «susto» para vengarse de la madre por haberse querido separar... Fuera lo que fuera, José Bretón, de 40 años, no estaba ayer ni imputado ni detenido. Más bien, parecía ir perdiendo la mácula de la sospecha asesina al entrar y salir del domicilio de los abuelos sin problema aparente –salvo el de esquivar a las decenas de periodistas–.
Le acompañaba su hermano. Y, de cerca, eso sí, la Policía. La investigación va cerrando círculos con el paso del tiempo y la aparición de pruebas. Algunas hipótesis iban perdiendo fuelle. El asesinato y quema posterior de los menores en una hoguera encontrada en la finca de Las Quemadillas, propiedad de los abuelos y ubicada a las afueras de la ciudad, se descartó pronto. Aun así las Fuerzas de Seguridad han ejecutado un exhaustivo registro (pozo, piscina, huerto) a lo largo de dos días. No se han encontrado restos de los niños ni nada excesivamente sospechoso.

El Guadalquivir se descarta
Ayer por la tarde se suspendían las labores de búsqueda en el río Guadalquivir, que pasa a escasos dos kilómetros de la finca y donde, se pensó, podrían haberlos arrojado. También se reconstruyó el trayecto Huelva-Córdoba, ya que los menores vivían en la capital onubense con su madre, Ruth Ortíz, veterinaria de 38 años.

El padre se había trasladado a Córdoba, su ciudad natal, desde que comenzaron los trámites de la separación. «No lo llevaba bien», declararon fuentes cercanas a la madre. Tras la declaración de Ruth el sábado de madrugada en la comisaria de Huelva, que se alargó más de cinco horas, acabó interponiendo una denuncia por malos tratos psíquicos. Pero el entorno de la madre prefiere no hablar. «Confíamos en que aparezcan pronto», explicó ayer Esther Chaves, portavoz de la familia. Por algún motivo, los focos iluminaban ayer la residencia de los abuelos, una casa inmensa, con dos entradas, en la que varias personas tienen habitaciones alquiladas. El goteo de policías se mantiene. El más llamativo, sobre las 19:00 horas de ayer, cuando cinco miembros de la Policía Científica se adentraron en la casa y salieron, a toda velocidad, una hora después. José Bretón se encontraba en la vivienda.

El barrio al completo está a la espera. Los balcones alrededor del domicilio están repletos de curiosos. Todos los vecinos hablaban maravillas de los abuelos, Bartolo y Antonia, «simpáticos, alegres y con devoción por sus nietos». De él, dicen que es «normal, educado y más serio». Ninguno, claro está, cree que su vecino «de siempre» haya matado a «las pobres criaturas». Un compañero del colegio de los Trinitarios, A.R., aseguró que «sería incapaz» de algo «malo».

Hace unos meses, contó, José fue al concesionario de automóviles Volvo a hacer una revisión del camión que conducía. «Hablamos de los tiempos del colegio. Es un fenómeno, un hombre sin vicios, no bebe ni nada», declaró. Sobre la separación no mencionó nada. «Si le dio rabia y se le cruzaron los cables, eso ya no lo sé. Ni yo ni nadie», concluyó. Desde luego, hasta el momento no hay pruebas que lleven a su detención. Aunque quizá sea cuestión de días, de horas.

Desde Huelva confirmaron a LA RAZÓN que ayer por la noche la familia materna recibió una llamada de la Policía que se encarga de informarles sobre los avances de la investigación. Las palabras fueron: «El círculo se está cerrando. El final llegará pronto. Hay lugar para la esperanza». La realidad de los hechos se encargará de probarlo. O no.
 

Amplio despliegue de medios

1.- Policía Científica
La labor de este cuerpo especializado es imprescindible para la resolución del caso, ya que han sido los responsables del registro de la vivienda de los abuelos de Ruth y José, así como del análisis de los restos de ceniza encontrados allí.
2.- Cámaras de vigilancia
En las grabaciones que se realizaron el sábado en la «Ciudad de los niños,» frente al parque Cruz Conde, se ve al padre solo, dentro de su vehículo.
3.- Llamadas del padre
Dentro del dispositivo que ha establecido la Policía, se han investigado las llamadas que realizó el padre de los menores en las horas previas a su desaparición para determinar si se realizaron desde la casa del abuelo.

 

Silencio materno, ¿obligado?
Fuentes cercanas a la madre de José y Ruth explicaron ayer, en conversación telefónica desde Huelva, que la Policía pidió desde el principio no revelar detalles del comportamiento de José Bretón como esposo. «Carácter difícil» o «frialdad» en su comportamiento (no se le ha visto alterado estos días) son algunos de los pocos detalles de su personalidad que han trascendido. La portavoz de la familia materna, Esther Chaves, volvió a pedir «prudencia» y confianza en el «trabajo policial». Mejor no hablar. «No podemos culpar a nadie. Hay que encontrar a los niñitos y después, si acaso, ya hablaremos de los mayores», declaró a LA RAZÓN.