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La semana de Martín Prieto: Teorema de Fermat

Zapatero no quiere escuchar a quien le enseña la realidad y le resuelve el enigma económico con soluciones impopulares. Si alguien dice que España va mal, señor presidente, es que es un enemigo.

La semana de Martín Prieto: Teorema de Fermat
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En 1637 Pierre de Fermat escribió en latín en el vano de un infolio: «Es imposible descomponer un cubo en dos cubos, un bicuadrado en dos bicuadrados, y en general, una potencia cualquiera, aparte del cuadrado, en dos potencias del mismo exponente. He encontrado una demostración realmente admirable, pero el margen del libro es muy pequeño para ponerla». Es un misterio el por qué nunca formuló su conjetura, que angustió por siglos a los mejores cerebros del cálculo y convirtió el teorema cabalístico en el más famoso de la Historia de las matemáticas. Como Fermat no era otra cosa que un matemático aficionado, los profesionales acabaron no tomándole en serio, teniendo la acotación por superchería. Centurias después, Andrew Wiles demostró el teorema en 1993, y tirando del ovillo de Fermat pudo desarrollar la teoría algebraica de números del XIX y despejar el teorema de la modularidad enunciado ya en el XX. Fermat mantuvo en vilo a los científicos durante tres siglos y medio y cabe suponer que se satisfizo encriptando lo suyo como relato de tinieblas. Zapatero habría estado entre los que tacharon a Fermat de fabulador, reputando a Wiles de antipatriota.

Los economistas son como los meteorólogos, que te dicen que mañana puede llover o escampar. La economía se escribe siempre hacía atrás y contiene tantos elementos sociológicos y psicológicos que no puede constituir una ciencia exacta. Pero alguien tiene que tomar arriesgadas decisiones. Pedro Solbes se fue porque los ministros le puenteaban a través de las mentes calenturientas de la oficina económica de La Moncloa, creada como si fuera el servicio de estudios de un banco. Como funcionario de la UE tenía que poseer los datos del naufragio universal, pero se descalificó groseramente mintiéndonos a todos en la últimas generales. Era el hombre sin problemas, y si las tenía las ocultaba tras su impavidez.

La vicepresidenta Elena Salgado será una buena ingeniera y tendrá el arte de gerenciar empresas, pero no un país con una nómina de 46 millones de empleados. Sus cursis brotes verdes han germinado en cardos borriqueros. Ujier de Zapatero, es como darle una botella de nitroglicerina a un mono, y sus contradicciones son vicarias.

Me temo que practica el yoga caliente desde que está en el Gobierno, y no antes, para soportar la presión de quien ni sabe ni puede. Zapatero pilota la crisis que negó durante dos años y es el único responsable del sufrimiento de incontables familias españolas. Puede que hable con Sebastián (Industria), con alguno de la «oficina» mientras juega al baloncesto o que se ponga al teléfono de traducción simultánea con Obama o Merkel, que intentan en vano tirar del ronzal a este empecinado. Ni oye al Gobernador del Banco de España que intenta extraerle de su autismo. Como en una batalla, nos hemos quedado en la segunda trinchera con sólo Portugal sosteniendo la primera línea.


PAN CON TOMATE
Esta semana hemos tenido al enemigo en las puertas con el Gobierno vendiendo deuda con calzador y a intereses usureros, cae la Bolsa, sube la desconfianza, se van los inversores y vienen los especuladores. Los recortes o son homeopáticos o no se aplican y la austeridad de las autonomías cabe en la cestita de Caperucita Roja. Lo más brillante es que la Generalitat imponga el pan con tomate. Los fondos de rescate no son infinitos y si se nos abre el infierno nos queda salir del euro o entrar en una moneda de dos velocidades. Zapatero ha dicho su primera verdad: el repunte es leve y reversible. Si alguien dirigiera la economía, hacía el 2015 podríamos estar creando empleo a buen ritmo. Pero son antipatriotas los que largan la sonda y avisan que estamos tocando fondo. Pan con tomate y orgasmos a la catalana, pero con la cara de Montilla, suero contra la lujuria.



El personaje de la semana
Ana María Matute
Por un día he de olvidar las enseñanzas de machismo-leninismo que me impartía Camilo José Cela (o Schopenhauer) y celebrar el Cervantes a esta mujer, paradigma de la más inteligente femineidad. Hace millones de años quería entrevistarla, pero o estaba en Estados Unidos o recluida en décadas de ensimismamiento. Fue una mujer maltratada cuando no había nacido Bibí Aido, ni había 016, ni se hablaba del asunto. Cuando pude localizarla en Barcelona quedé tan seducido por su personalidad que le propiné el piropo más extravagante que he vomitado en mi vida: «En las fotografías sale usted feísima pero al natural es bella y sugestiva». Me hizo la caridad de doblarse de risa. Por mucho que haya sido reconocida, los jurados del Cervantes han sesteado ante la catalana, que no tenía que haber esperado a los 85 años muy bien llevados. Todo en ella es transparente delicadeza: su habla, su escritura, su cortesía, sus maneras, su físico, su atormentada vida interior. Su obra volverá a leerse y yo, apóstata infrecuente de Cela y el filósofo alemán, desearía que todos los hombres fueran como Ana María Matute.