Estados Unidos

Un «impeachment» de 135 días

El Senado dará carpetazo hoy al juicio político contra el presidente. Las conclusiones de la acusación y de la defensa evidencian la creciente polarización de EE UU

El líder de la mayoría republicana, Mitch McConnell, ha sido una figura clave/AP
El líder de la mayoría republicana, Mitch McConnell, ha sido una figura clave/APMICHAEL REYNOLDSAgencia EFE

El naufragio de Iowa coincidía con otras dos noticias letales para los intereses demócratas. El discurso del Estado de la Unión, lustrosa lanzadera publicitaria para el presidente, y la última sesión del «impeachment» antes de que hoy, el Senado absuelva a Trump definitivamente. El discurso le permitirá lucirse, exhibir los números económicos, contrastar los acuerdos comerciales alcanzados con China, Canadá, o México, subrayar las cifras de crecimiento y de paro para presumir por la erradicación del Estado Islámico o la muerte del general iraní Soleimani. El final del «impeachment», mientras tanto, dejaba la imágen de unos senadores que trataban de aprovechar su última oportunidad de justificar lo dicho y hecho en los últimos meses. Hubo quien, como el senador demócrata Joe Manchin, de Virginia Occidental, aspiraban al menos a cerrar todo con una amonestación simbólica.

Una maniobra política que tenía muy pocas posibilidades de coronarse con éxito. Debía de ser autorizada por la mayoría de la Cámara, que difícilmente aceptaría reprobar, siquiera como alegoría o metáfora, al mismo dignatario al que pensaba declarar inocente. Del calibre de la victoria o incluso victorias encadenadas por Trump habló con suficiencia el comentario del secretario de la Casa Blanca, Hogan Gidley: había leído el discurso del presidente, siquiera entre líneas, siquiera por encima, y no había ninguna mención al «impeachment». Para que recrearse. Mucho mejor usar la magnánima elegancia del héroe que ungido por el triunfo ignora a sus odiadores antes de entregarse a las altas tareas de gobierno encomendadas. En el Senado unos hablaban de un rey coronado, otros denunciaban la irreparable maniobra contra la solidez de las instituciones y la confianza del público. Hubo quien volvió a recordar la legitimidad de una presidencia que otros pretenden ganar por las malas y quien, obviamente demócrata, incapaz de decidirse, seguía sin anunciar el sentido de su voto, consciente de que en otoño de 2020 podrá estar su escaño en juego en circunscripciones poco proclives al «impeachment».

Hubo, al fin, quien como Rand Paul aprovechó para marcar su particular número exhibicionista, preguntando en vano por el nombre del denunciante. Y así, mientras el proceso político huía hacia un final poco noble, volvía a confirmarse que no hubo ni habrá presidente condenado y expulsado mientras las Cámaras no se conjuren.