China

Taiwán: próximo objetivo de la expansión hegemónica de China tras Hong Kong

Agnes Chow, Joshua Wong, Ivan Lam
Los activistas a favor de la democracia, Joshua Wong, Agnes Chow e Ivan Lang, ayerKin CheungAgencia AP

El impacto de la aprobación, el pasado 30 de junio, de la Ley de Seguridad Nacional impuesta por China en Hong Kong, supone un duro golpe a las libertades y un claro intento de acabar con cualquier atisbo de democracia no solo en la ex colonia británica, sino en todo el mundo. Como si se tratara de un nuevo virus, tanto o más peligroso que el de la Covid-19, la repercusión de la medida adoptada por China podría extenderse sin control, amenazando la salud democrática del planeta si la comunidad internacional no hace nada por remediarlo. Y en su escalada internacional, este virus parece tener un siguiente objetivo inmediato: Taiwán.

Por suerte, el mundo ha comenzado a reaccionar a tiempo. La Unión Europea ha mostrado ya su crítica al respecto, y ha señalado que con la citada Ley se corre el riesgo de socavar gravemente el grado de autonomía de Hong Kong. El 28 de julio, la Unión Europea adoptó unas contramedidas concretas que incluyen restringir la exportación a Hong Kong de equipos y tecnología sensibles para uso de vigilancia y represión en Hong Kong. Por su parte, EE UU ha anunciado que dejará de exportar material de defensa y alta tecnología a Hong Kong, ha puesto fin al estatus económico preferente que concede a la antigua colonia y ha suspendido el tratado de extradición con Hong Kong. Reino Unido está estudiando la concesión de pasaporte de ultramar a los hongkoneses nacidos antes del traspaso de soberanía en 1997.

Taiwán, por su parte, ha elaborado un Proyecto de Ayuda Humanitaria a Hong Kong y ha creado una Oficina de Servicios e Intercambios Taiwán/Hong Kong que proporciona la ayuda necesaria a los hongkoneses que la soliciten.

La Ley de Seguridad Nacional muestra claramente que la fórmula “un país, dos sistemas” prevista por China para Hong Kong ha fracasado rotundamente. El recurso de un gobierno autoritario que pisotea la democracia y los derechos humanos evidencia que la autocracia y la democracia son incompatibles, y que lejos de detenerse, China se encamina hacia un inevitable choque ideológico que busca agredir y acabar con los valores de libertad y democracia propios del mundo libre.

Refugiada en su vaguedad y amplitud, la Ley de Seguridad Nacional permite al régimen chino aplicar severas sanciones a prácticamente cualquier persona de manera arbitraria, acabando definitivamente con el compromiso de dotar a Hong Kong de un alto grado de autonomía hasta 2047. Su artículo 38 estipula que la Ley se aplica a los delitos cometidos por personas fuera de la región, incluso si no son residentes en Hong Kong. Se trata por tanto de un texto pensado para ser aplicado en general a cualquier actividad que el régimen comunista chino considere como secesionista, y con respecto a cualquier territorio que sea reclamado por Pekín. Tal aplicación arbitraria exige una reacción inmediata por parte del resto del mundo y constituye, a todas luces, una alusión directa a Taiwán, que se perfila así como el próximo objetivo del régimen comunista chino.

Durante el último medio siglo, Taiwán ha resistido como un firme baluarte frente a los intentos de China de socavar la democracia, el derecho internacional y los derechos humanos. La supervivencia de un Taiwán democrático que ocupe la primera línea de defensa ante la expansión hegemónica de China ha sido y sigue siendo crucial para todo el mundo. Pero China se esfuerza ahora en limitar todo lo posible la capacidad de Taiwán para relacionarse con Hong Kong, y exige que los funcionarios taiwaneses de las Oficina de Taiwán en Hong Kong firmen una declaración de “una china” para poder permanecer en la ex colonia. Evidentemente, se trata de una manera de presionar a Taiwán para que cierre su consulado de facto en la ciudad.

Aun estando acostumbrado a convivir con la continua amenaza por parte de China, Taiwán se siente cada vez más amenazado en todos los frentes. Nuestro ministro de Asuntos Exteriores, Joseph Wu, ha llamado la atención a la comunidad internacional sobre el hecho de que en las últimas semanas China está intensificando cada vez más el envío de aviones militares cerca de Taiwán. Tales movimientos se han convertido ya en un hecho prácticamente diario, en lo que parece ser claramente un aumento de la amenaza china de usar la fuerza para tomar la isla. Nuestro ministro ha sido muy claro al afirmar con rotundidad que la sociedad internacional tiene la obligación de mandar a China una clara señal para que detenga su escalada hegemónica. De lo contrario, China considerará que puede actuar a su antojo no solo en Taiwán, sino también en cualquier parte del mundo.

Los hechos nos están demostrando que el mundo se podría enfrentar a una nueva pandemia antidemocrática, y que es necesaria la implicación de toda la comunidad internacional para poder erradicarla. Si la sociedad internacional no adopta contramedidas, Pekín tratará de extender su sistema autocrático todavía más y reorganizar el orden internacional a su antojo. La proclamación de esta Ley de Seguridad Nacional es la gota que colma el vaso, y desde Taiwán pedimos a la comunidad internacional que reconozca la verdadera naturaleza de este régimen autocrático y participe en una oposición concertada antes de que sea demasiado tarde.

Al defender la libertad y la democracia de un pueblo, estamos inherentemente defendiendo la libertad y la democracia de todos los pueblos del mundo. No adoptar las medidas necesarias en este crucial momento, tendrá un coste incalculable para Hong Kong, luego para Taiwán y, finalmente, para todo el mundo.

Como consecuencia de los efectos de la covid-19, el planeta vive hoy lo que hemos convenido en llamar “nueva normalidad”, una situación que afecta profundamente a nuestra forma de vida, pero que admitimos y confiamos en que sea solo un proceso circunstancial que permita un retorno a la verdadera normalidad. En cambio, la extensión de este virus antidemocrático que China desea propagar, de llegar a convertirse en pandemia, amenaza con socavar para siempre valores fundamentales para el ser humano como la libertad, la democracia y los derechos humanos, sin los cuales nos veríamos obligados a hablar, tal vez ya para siempre, de una “nueva anormalidad”.

Fdo: