Chile

“Mientras Chile no recupere la centralidad política, el país estará condenado a ser sísmico”

El analista chileno Fernando Mires analiza las claves del referéndum para cambiar la Constitución heredada de Pinochet

Los chilenos están llamados a las urnas este domingo para votar si quieren una nueva Constitución para reemplazar la Carta Magna vigente desde la época de Augusto Pinochet. Fernando Mires, profesor emérito de la Universidad de Oldenburg, en Alemania, resalga “la importancia simbólica” de la votación pero matiza que “Chile vive una muy profunda crisis de representación política” por lo que “ni la mejor Constitución del mundo podrá superarla”.

¿Cree que la aprobación en referéndum de una nueva Constitución va a cambiar el sistema político de Chile?

Ni jurídica ni políticamente. Una nueva Constitución tiene, a mi entender, solo un sentido simbólico. De hecho, la actual, la llamada “Constitución pinochetista” tiene un origen oprobioso pero en el hecho no es sino una reforma a la Constitución que prevalecía antes de Pinochet.

¿Cómo y por qué surge la petición para cambiar la Carga Magna chilena?

El actual proyecto de cambio constitucional surge de un clamor colectivo aparecido en el llamado estallido del 18 de octubre de 2019, el que, paradojalmente, no incluyó dentro de sus demandas una nueva Constitución. Visto así, el plebiscito de este domingo parece ser más bien un intento para canalizar jurídicamente las protestas sociales, subterfugio que no escapará a la ciudadanía votante. De ahí que lo más probable es que el grado de abstención sea muy alto.

¿Está convencida la mayor parte de la clase política de la necesidad de hacer cambios en el sistema?

Hay ciertos sectores de derecha que han otorgado a la opción “rechazo” no un rechazo a la Constitución sino un rechazo a la violencia proveniente de una izquierda marginal y descarriada, librada a su suerte. Los sectores más oficialistas buscan por el contrario un signo de aprobación al gobierno. El plebiscito será percibido por muchos segmentos de la ciudadanía como una maniobra poco seria. Eso no disminuye la importancia simbólica de una nueva Constitución. Puede ser una marca que señale que esa historia tan negra y siniestra que dejó la dictadura detrás de sí ha quedado definitivamente atrás.

¿Seguirán las protestas después del referéndum? ¿Qué demanda ahora la gente?

Lamentablemente creo que van a continuar durante el resto del gobierno Piñera. Un nuevo gobierno que no sea tan simbólicamente plutocrático como el actual podría neutralizarlas en parte. Sin embargo, las protestas no obedecen a una sola causa. Son multicausales. Veo que ha llegado el momento incluso en que éstas han alcanzado un punto de autoreferencia, se han emancipado de sus causas originarias y se explican por sí mismas. En cuanto a las demandas, son muy heterogéneas. Por cierto, hay demandas sociales y económicas. Pero hay algo más. La ciudadanía reclama ser tenida en cuenta. Siente que la partidocracia establecida ya no la representa. Aunque sea repetición decirlo, Chile vive una muy profunda crisis de representación política. Ni la mejor Constitución del mundo podrá superarla.

¿Por qué todos estos años Chile ha sido un país estable?

Aparentemente estable, diría yo. Ya durante el segundo gobierno Bachelet, sin la virulencia de las actuales, aparecieron protestas masivas. Podríamos quizás abordar el tema hablando de tres fases. Primero, la fase de la Concertación, llena de esperanzas y expectativas, pero también de miedo a que el pasado pudiera repetirse. Una segunda fase, la desilusión: los gobiernos democráticos habían trabajado en la ampliación de los derechos humanos, pero sobre la base de desigualdades sociales muy grandes. La tercera fase es la que estamos presenciando ahora: la explosión de fuerzas sociales que llevan a una polarización política entre una izquierda antipolítica y una derecha de tipo “bolsonarista”. El gran daño ha sido un manifiesto deterioro del centro político. Mientras en Chile no sea recuperada la centralidad política, el país estará condenado a ser no solo tectónica, sino políticamente sísmico.

¿Saldrá reforzado el Gobierno de Piñera o por el contrario quedará más debilitado pase lo que pase el día de la votación?

Todos los gobiernos terminan muy debilitados en Chile. El de Piñera no será la excepción. El presidente cumplirá su proyecto egocéntrico, el de que en el futuro se hable de la Constitución de Piñera. Pero el precio será muy alto. Detrás quedará un país política, social e incluso moralmente desarticulado. Será un pasto ideal para los caballos del extremismo político. No quisiera ser tan pesimista. Pero no puedo dejar de serlo.