Francia
Autores best-seller pagan las multas de las librerías que se niegan a confinarse
La rebelión de las librerías francesas que se niegan a dejar sin lectura a los ciudadanos
En el barrio Saint Michel, en pleno centro de París, la puerta cerrada de la famosa librería «Shakespeare and Company» causa tristeza. Se trata de una verdadera institución literaria de la ciudad que ha existido desde hace 70 años y que ahora se encuentra en riesgo de desaparecer. El confinamiento ha provocado una estrepitosa caída del 80% de sus ventas. No es la única.
Otras librerías del pintoresco Quartier Latin (Barrio Latino), así como los famosos «bouquinistes» –los libreros a la orilla del Sena– también bajan los brazos tras largos meses de encierro, que no han logrado frenar al coronavirus, pero sí que han frenado las cifras de negocios.
Esta semana, un pequeño acto de rebelión se vuelve gigante y viral: el escritor Didier van Cauwelaert, ganador del prestigioso premio Goncourt, ofreció pagar la multa impuesta a la librería «Autour d’un livre» ubicada en Cannes, que decidió abanderarse de resistencia y permanecer abierta.
«Conozco esa librería desde hace 15 años. Cuando Florence, su dueña, me dijo que si no podía abrir, tendría que cerrar definitivamente la tienda… pues yo decidí movilizarme», cuenta el escritor.
El gesto costará a Van Cauwelart la suma de 135 euros, pero podría elevarse hasta 3.750 euros si «Autour d’un livre» persiste en mantener sus puertas abiertas. Al igual que el coronavirus, la iniciativa ha sido contagiosa: Alexandre Jardin, una de las plumas más leídas en francés y autor de más de 20 novelas y relatos, incluyendo el célebre «Le Zèbre», aplaudió la iniciativa de su colega Van Cauwelart y ofreció pagar él mismo otras eventuales multas que pudieran aplicarse a más librerías rebeldes. «¡Maravilloso impulso de mi amigo #DidierVanCauwelaert de decir no a la estupidez! ¡Pura alegría! ¡Alegría compartida!», escribió Jardin en su cuenta de Twitter este lunes.
En la radio francesa, acompañado por Olivier Nora, director de la tradicional editorial Grasset, Jardin recordó igualmente que el período de noviembre-diciembre representa un 25% de las ventas de todo el año. Pero más allá de la contabilidad que se perfila muy en rojo, para numerosos autores y miembros de los sindicatos del mundo de la literatura, una librería confinada es un atentado contra las luces, un golpe en el corazón de Francia, el país de Diderot y de Voltaire. «Es infame que la Policía llegue a una librería para cerrarla. Es inadmisible», dice Alexandre Jardin.
Ante una caída importante de las ventas en persona, la solución parece ser obvia: internet. Pero cuidado, que la clientela de una librería se inclina más a sentir el olor de un nuevo libro, al paseo por los estantes repletos o simplemente, al placer de paladear el producto antes de pagar y no al revés. Mención aparte de quienes no son lo suficientemente duchos en las plataformas digitales y prefieren releer sus viejos libros antes que entrar en las aguas profundas de lo virtual.
El sistema «Quick and Collect», que permite ordenar el libro online y recogerlo en la tienda, es una herramienta interesante, pero no suficiente. Los dueños de librerías aseguran que solo representa entre un 15 y un 20% de las ventas habituales.
David contra Goliat
Para las compras online con entrega a domicilio, el Gobierno de Macron ha puesto en marcha un mecanismo en el que el Estado paga los envíos de las librerías a los clientes. Cada tienda factura el mínimo legal por costos de envío: 0,01 euro. Lo demás va por cuenta del Gobierno, en un intento de fomentar la compra en las librerías francesas antes que en Amazon. Algo que no parece estar funcionando en un escenario en el que el gigante de las compras por internet ha aumentado su cifra de negocios en 37%.
Evidentemente, para las librerías de la esquina –las de estantes de roble y tomos de cuero– una reapertura o, al menos, una cierta flexibilidad en el estricto confinamiento es asunto de vida o muerte.
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