EE UU

El giro de Biden respecto a China que preocupa a Taiwán

El presidente electo votó en contra de una ley para fortalecer la seguridad de la Isla en 1999

Cazas (FDI) de fabricación nacional taiwaneses participan en el ejercicio militar que simula una invasión, en Taichung
Cazas (FDI) de fabricación nacional taiwaneses participan en el ejercicio militar que simula una invasión, en TaichungAnn WangREUTERS

Cuando a las puertas de las elecciones presidenciales norteamericanas del mes pasado las encuestas daban por vencedor al demócrata Joe Biden, en Taiwán crecía la incertidumbre. La isla, que ha disfrutado y se ha beneficiado del mandato de Donald Trump, contemplaba con recelo un cambio que podía poner al ralentí su salida del aislamiento internacional. El próximo mes de enero Biden comenzará una legislatura que, según los expertos, buscará la continuidad en la política de su predecesor con Taiwán. Hasta que así sea, Taipéi permanece atenta.

En los últimos cuatro años, las jugosas ventas de armas, las felicitaciones telefónicas o los intercambios comerciales han sido la tónica general de las relaciones entre la isla y la primera potencia mundial. Un idilio que Pekín ha observado con recelo. El respaldo estadounidense –aún de soslayo– a la autonomía taiwanesa ha sentado fatal en China, que ha dejado muy clara su postura multiplicando sus maniobras militares en la zona y levantando continuamente los fantasmas de una intervención armada para retomar el control de la isla. «Preparaos para la guerra», llegó a decir el líder chino Xi Jinping durante una visita en octubre al Cuerpo de Marines del Ejército de Liberación Popular apostado en Cantón.

La irrupción en la escena política de la progresista Tsai Ing Wen también dio un vuelco a las relaciones entre Pekín y Taipéi. Atrás quedó el fuerte apretón de manos que se dieron hace cinco años Xi y el entonces presidente taiwanés Ma Ying Jeou y el comienzo de una «nueva era» que según dijeron cambiaría la confrontación por la conciliación. Con el gobierno pro independentista de Tsai se dio paso a las amenazas, la competencia y a la posibilidad de que China la incluyera en una lista negra de «acérrimos secesionistas».

La mandataria se ha convertido desde entonces en la mayor piedra en el camino de Xi para lograr la ansiada reunificación de este territorio que Pekín considera «parte inalienable de China». Por eso, la progresista no baja la guardia ante la posición que Biden pueda tomar en un conflicto latente desde que en 1949 Chiang Kai-shek estableciera al otro lado del estrecho de Formosa su gobierno, dejando al comunista Mao Zedong al frente de la China continental.

Aunque algunos han rescatado de la memoria la oposición de Biden a un proyecto de ley para fortalecer la seguridad de Taiwán en 1999 como ejemplo de un «historial poco alentador», los expertos coinciden en que el demócrata optará por la continuidad en las relaciones entre EE UU y China, aunque con una diplomacia más al uso. «Las especulaciones en torno a que Biden se mostrará menos agresivo hacia Pekín y menos activo a la hora de promover relaciones estrechas con Taipéi responden tanto a su trayectoria política en esta materia como al propio hecho de que el entorno de la presidenta Tsai no dispone de contactos cercanos con el presidente electo», escribió Xulio Ríos, director del Observatorio de la Política China.

No obstante, el presidente electo ha prometido mostrarse «duro» hacia China en asuntos como Taiwán, sus «injustas» prácticas comerciales o el respeto a los derechos humanos. El pasado martes, un ex funcionario de la Administración Obama aseguraba que Biden no hará ningún cambio drástico en su política hacia Taiwán, lo que permitiría a la isla seguir armándose con la ayuda de Washington para hacer frente a una posible invasión.

Una idea no tan descabellada teniendo en cuenta que en los últimos tiempos China ha lanzado una forma de guerra conocida como «zona gris». Con continuas incursiones desde el aire que se complementan con ejercicios de desembarco anfibio, patrullas navales, ciberataques y aislamiento diplomático, Pekín está mostrando su poderío militar en su afán por superar a Estados Unidos como potencia imperante en la región.

Con este escenario y hasta que se vea cómo Biden responderá ante la creciente presión de Xi sobre Taipéi, los taiwaneses se aferran a la idea de que son mayores los pros que los contras para EE UU en su relación con ellos, ya que este territorio es uno de los pocos socios democráticos de Washington en Asia Oriental –junto a Japón y Corea del Sur–, y supone un baluarte contra Pekín justo en frente de su costa. Por eso, entre los planes de Tsai se mantiene aumentar su presupuesto de Defensa en un 10% para el próximo año, mientras continúa los trámites con EE UU para comprarle armamento por valor de más de 4.000 millones de dólares, presupuesto que incluye 66 cazas F-16, misiles de crucero y antibuque y drones de ataque.