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¿Cuál es el impacto económico de los últimos confinamientos?
El mundo rico ha mejorado en mitigar su coste económico
Los confinamientos de la primavera, que en su apogeo afectaron a más de la mitad de la población mundial, provocaron una recesión extrema. En abril, la producción económica mundial estuvo un 20% por debajo de donde habría estado en otras circunstancias. A medida que los casos de coronavirus se han disparado nuevamente, los países ricos están imponiendo otra ronda de confinamientos. Francia estuvo confinada en noviembre, Italia bloqueada durante la Navidad e Inglaterra entró en un confinamiento nacional el 6 de enero. Zonas de Japón han decretado el estado de emergencia. La situación en Estados Unidos, donde las autoridades estatales y locales, no el gobierno federal, son las principales responsables de las órdenes de quedarse en casa, es más complicada. Pero una medida de confinamiento severo sugiere que las restricciones son tan estrictas ahora como lo fueron en la primavera.
La última ronda de confinamientos volverá a afectar a la economía, pero quizás no con tanta fuerza. Los analistas del banco Goldman Sachs, argumentan que en el caso de Gran Bretaña “la sensibilidad de la actividad económica a las restricciones del covid-19 ha disminuido significativamente desde el primer confinamiento”. En una investigación publicada el 8 de enero, otro banco, HSBC señaló que la producción industrial alemana “extendió su recuperación en noviembre, sin inmutarse por el renovado bloqueo”. El informe de empleos de Estados Unidos de diciembre, publicado el mismo día, mostró que el empleo cayó por primera vez desde abril, un resultado deprimente cuando millones de personas todavía están sin trabajo. Sin embargo, otros indicadores económicos, como los del gasto de los consumidores, están mejor que en la primavera.
Pasará algún tiempo antes de que las cifras oficiales del PIB confirmen la creciente resistencia del mundo rico a los confinamientos. Pero en un artículo reciente, Nicolas Woloszko de la OCDE, un grupo de expertos de países ricos, usa datos de búsqueda de Google para construir una estimación semanal del PIB para las grandes economías. En abril estaban operando a aproximadamente un 80% de su capacidad. Ahora están funcionando a más del 90%. Tres factores principales explican la mejora: menos miedo público; política gubernamental mejor calibrada; y adaptación por parte de las empresas.
Analicemos el miedo primero. En marzo y abril, el coronavirus era algo desconocido, y muchas personas respondieron atrincherándose en sus sus casas. El análisis de una encuesta de YouGov sugiere que en abril más del 60% de los encuestados en los países ricos estaban preocupados por contraer el virus. Sin embargo, una mejor comprensión de lo que pueden hacer para evitar enfermarse, y quizás la fatiga del encierro, conlleva que la gente ahora parece estar dispuesta a salir y a hacer más actividades.
La proporción de personas que expresaron su preocupación por contraer covid-19 cayó a alrededor del 50% en noviembre. Los datos de Google sugieren que en muchos países, las personas se mueven en espacios públicos más de lo que se movían al comienzo de la pandemia. Eso ha llevado a algunas autoridades de salud pública a tirarse de los pelos. El “confinamiento actual no ha tenido tanto impacto en la movilidad (y contactos probables) como... en marzo”, explicaba una presentación de científicos en Ontario en diciembre. Los periódicos británicos y estadounidenses mencionan las palabras “fiesta ilegal” cinco veces con más frecuencia que en la primavera.
La mayor disposición a desafiar las órdenes gubernamentales probablemente empeora la propagación del virus, sean cuales sean sus beneficios económicos. Pero el segundo factor que explica la resiliencia de las economías esta vez, la valoración de la política gubernamental, presenta menos compensaciones. Los funcionarios han calculado qué medidas de encierro tienen el menor coste económico, por lo que ahora hay menos ganas por, digamos, cerrar las escuelas que en la primavera, pero más insistencia en las normas sobre el uso de mascarillas y los test de las llegadas internacionales, ninguna de las cuales impone mucha molestia para cualquiera. Muchos han seguido el ejemplo de Alemania, donde se permitió que muchas obras de construcción permanecieran en funcionamiento durante la primera ola. Francia ha seguido produciendo; la producción del sector apenas se contrajo en noviembre y creció en diciembre.
La tercera razón de la resiliencia se relaciona con la adaptación de las empresas. El cambio repentino al teletrabajo fue un shock para muchos de los que suelen trabajar en una oficina, atascados como estaban con ordenadores viejos y poco más. Desde entonces, las empresas han invertido para volverse más productivas incluso bajo confinamiento. De marzo a octubre, Gran Bretaña importó portátiles por valor de 4.700 millones de libras esterlinas (6.000 millones de dólares), un 20% más que en el mismo período de 2019. Un artículo reciente de Nick Bloom de la Universidad de Stanford y sus colegas analiza las solicitudes de patente estadounidenses y encuentra que la pandemia ha “cambiado el rumbo de la innovación hacia nuevas tecnologías que apoyan la videoconferencia, el teletrabajo y] la interactividad remota”.
Las empresas orientadas al consumidor han hecho aún más para hacer frente a la nueva situación. Los mejores clubes de jazz de Nueva York ahora ofrecen transmisiones en vivo directamente a los salones de las casas. Mientras me hospedaba en una granja en el este de Inglaterra, compré comida en Gujarati Rasoi, un puesto de comida india a 92 millas de distancia en Londres, que como muchos restaurantes ha comenzado a ofrecer entregas a nivel nacional. En Gran Bretaña, la proporción de empresas abiertas al público no fue menor a fines del año pasado que en el verano, cuando las restricciones eran mucho más flexibles, según datos oficiales. Ese no es el caso de las pequeñas empresas en Estados Unidos, pero una proporción mayor permanece abierta que la primavera pasada.
Esta resistencia de la economía frente a la última ola de confinamientos tiene varias implicaciones. Cuando el virus comenzó a propagarse, los gobiernos tenían la intención de congelar la economía. Pero con el tiempo ha quedado claro que la actividad se ha adaptado al impacto de la pandemia. Esto significa que los gobiernos tendrán que hacer menos en materia de apoyo fiscal, que, de hecho, es precisamente su plan para 2021.
Además, como quedan menos recursos sin utilizar durante esta última ronda de confinamientos, debería causar menos daños. Eso podría permitir que la producción aumente más rápidamente una vez que se levanten las restricciones. Los analistas del banco Morgan Stanley esperan que el PIB estadounidense regrese a su tendencia anterior a la pandemia para fines de este año. Mucho aún podría frustrar ese pronóstico. Sin embargo, pase lo que pase, la economía que entró en la pandemia se verá muy diferente a la que la dejó atrás.
© 2021 The Economist Newspaper Limited. Todos los derechos están reservados. Desde The Economist, traducido por France Philippart de Foy bajo licencia. El artículo original en inglés puede encontrarse en www.economist.com
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