Pandemia
Portugal inicia una tímida reapertura tras un confinamiento agónico
El país comienza este lunes una desescalada gradual que se extenderá hasta mayo. Las carreteras con España seguirán cerradas
Dos meses después de confinarse, aterrorizados ante el descontrolado avance de la tercera ola de coronavirus, que dejó sus hospitales rozando el colapso, los portugueses recuperan la actividad. Este lunes se inicia una desescalada que ha obsesionado al país durante el último mes y que, si los contagios y muertes no vuelven a dispararse, se desarrollará en cuatro fases, con quince días de diferencia cada una hasta el 3 de mayo, la fecha de la libertad total para Portugal.
Pero para llegar ahí habrá que salvar los obstáculos de un camino incierto que comienza este lunes en guarderías, centros de educación primaria, librerías, inmobiliarias y peluquerías. Son los primeros en abrir por decisión del Gobierno portugués, liderado por el socialista António Costa, que ha acabado por ceder para calmar la presión social que no soportaba más el encierro de los niños, aunque mantiene mano firme a los adultos para que no se olvide el verdadero objetivo: sobrevivir a la Semana Santa.
El periodo festivo preocupaba al Gobierno, que no quería abrir excesivamente antes del puente –en Portugal apenas es festivo el Viernes Santo– para no facilitar los contagios, por lo que los lusos seguirán con deber de confinamiento hasta después del Domingo de Resurrección.
Así, se abren ahora 15 días tentativos, una suerte de oasis para medir el comportamiento antes de que la desescalada acelere de verdad el 5 de abril, cuando se pondrá encima de la mesa reabrir la frontera terrestre con España, las terrazas de bares y restaurantes, las tiendas de hasta 200 metros cuadrados, los colegios para alumnos más mayores y hasta los museos. En definitiva, el primer gran sabor de la vida algo normal.
“Tiene que salir bien”
Con semejante objetivo, la gran expectativa a partir de hoy es que las tímidas aperturas no comprometan el deber activo de seguir en casa salvo para lo esencial, algo que en la práctica se resquebraja desde hace dos fines de semana. Las temperaturas primaverales, y el peso del encierro en la salud mental han llevado a los portugueses a llenar paseos y calles, muchas veces estirando las actividades permitidas, como dar “breves paseos higiénicos cerca del domicilio”, hasta convertirlos en largos recorridos que a veces traspasan municipios.
La movilidad, que se redujo un 40 % cuando comenzó el confinamiento en enero, ha aumentado diez puntos en los últimos días, según estudios de consultoras que a partir de hoy vuelven a ser claves. Habrá peritos que medirán si las reaperturas de guarderías y peluquerías llevan a un “descontrol”, como ha sido citado en la prensa portuguesa, y evaluar así el riesgo de la desescalada, que también tendrá en cuenta el índice de transmisión, es decir, a cuántas personas puede potencialmente contagiar un infectado, el número de nuevos casos de covid y la presión hospitalaria, que vive su mejor momento de los últimos cinco meses con menos de 1.000 pacientes covid ingresados, 245 de los cuales en cuidados intensivos. En enero fueron 7.000 ingresados y 900 en UCIs.
“Esta vez tiene que salir bien, ya no podemos quedarnos en casa más tiempo, no podemos resistir”, cuenta a La Razón Filipe Gonçalves, a la espera desde hace tres meses para iniciarse como autónomo con una pequeña pastelería en la periferia de Lisboa. Su familia, que completan su mujer y dos hijos menores de edad, sobrevive con el sueldo que ella, que trabaja en la lavandería de un hospital, aporta, y racionando unos ahorros que iban a servir para poner en marcha el negocio de él. “Si el plan se retrasa porque hay más casos y tengo que esperar mucho más quizá ya no pueda abrir”, teme. Las dudas de Gonçalves son ya certezas para miles de trabajadores en Portugal, a los que esta apertura alcanza demasiado tarde. Solo en el caso de las peluquerías, sector que emplea a 38.000 personas, el panorama es negro, con apenas la mitad de establecimientos en condiciones de reabrir, según datos de la Asociación Portuguesa de Barberías, Peluquerías e Institutos de Belleza.
La hostelería también está en situación crítica, operando apenas para dar comidas a domicilio, sin poder vender bebidas, como café, para evitar concentraciones en la puerta, una escena clásica de la vida portuguesa que se recupera a partir de hoy, aunque los empresarios creen que es insuficiente, un adjetivo que también aplican a las nuevas ayudas anunciadas esta semana por el Gobierno, por valor de 7.000 millones de euros. El plan se basa sobre todo en exenciones y atrasos fiscales y ayudas para ERTEs. El problema, dicen los empresarios, es que es igual a otras ayudas anunciadas el año pasado: cargadas de burocracia y lentas. Y ya, advierten, no les queda aire.
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