Crisis

Túnez avala el paréntesis autoritario de Saied

Un sondeo revela que el 87% de la población está a favor del golpe de mano que dio el presidente

El sondeo elaborado por la firma Emrhod Consulting –a instancias de los medios de comunicación Business News y Attesia.
El sondeo elaborado por la firma Emrhod Consulting –a instancias de los medios de comunicación Business News y Attesia.Hedi AzouzAgencia AP

A tenor de los sondeos de opinión difundidos en las últimas horas y la escasa contestación popular, la sociedad tunecina parece haber dado un aval al golpe de mano del presidente Kais Saied, que se arrogó el domingo todo el poder, para que trate de poner orden en un sistema político incapaz de hallar remedio a los graves problemas económicos y sociales del país diez años después del triunfo de la prometedora revolución democrática. La oposición, con el partido islamista Ennahda a la cabeza, ve lo sucedido como «golpe de Estado contra la democracia y la revolución», pero ha sido incapaz de movilizar a los tunecinos.

El sondeo elaborado por la firma Emrhod Consulting –a instancias de los medios de comunicación Business News y Attesia- arroja el dato de que el 87% de los encuestados apoya las decisiones del presidente Saied, quien desde el pasado 25 de julio ha echado el cierre al Parlamento, terminado con la inmunidad de los diputados y relevado al primer ministro Hichem Mechichi además de a los titulares de Defensa y Justicia. El estudio de opinión iba más allá precisando que el 76% de los encuestados daban su aprobación «total» al jefe del Estado.

Por ahora parece claro que en la sociedad tunecina parece estar claramente de parte del presidente en su larga disputa con el presidente de Ennahda y también de la Asamblea de Representantes Rachid Ghannouchi. Tras la fallida movilización de los suyos en la sede parlamentaria, el veterano y camaleónico líder islamista ha optado por pedir diálogo al presidente Saied y la celebración de elecciones para «devolver la democracia a Túnez». Además, admite los errores cometidos por su formación. Uno de ellos, que ha allanado el camino a Saied, ha sido la incapacidad tanto de Ennahda –primera fuerza con 54 escaños de un Parlamento unicameral de 217 diputados- como del resto de la clase política tunecina a la hora de establecer una corte constitucional para desempeñar su función de arbitraje.

«La democracia tunecina está en peligro pero no muerta. Saied, que se ha hecho con el poder de manera ilegal, tiene la oportunidad de salvar la transición nombrando un gobierno cuanto antes y devolviendo la actividad parlamentaria inmediatamente después», explica a LA RAZÓN la investigadora especializada en temas tunecinos del think tank Carnegie Endowment for International Peace Sarah Yerkes. «Paralelamente, la sociedad civil y otros actores podrían abrir un diálogo nacional para establecer una hoja de ruta», precisa.

Entretanto, el presidente Saied, que llegó al poder con un 73% de apoyos en la segunda ronda de las presidenciales de 2019, sigue firme tras haber recibido el respaldo tácito de las grandes potencias internacionales en su plan de «recuperar la paz social y salvar al Estado y la sociedad». Este jueves ponía al frente del Ministerio del Interior al comisario de Policía Ridha Gharsallaoui, hasta ahora consejero para la seguridad nacional. Como ocurrió en las presidenciales, el impertérrito profesor de Derecho Constitucional, que se presentó como figura ajena al sistema, cuenta con el apoyo mayoritario de jóvenes y sectores liberales.

«Lo de Saied ha sido un golpe de Estado, pero inédito en la medida en que se han preservado las libertades individuales. Creo que Saied no tiene pretensiones autoritarias, pero hay que estar atentos a la evolución», explica a LA RAZÓN desde Túnez un politólogo y consultor que prefiere no ser citado por su nombre. «No creo que vaya a haber enfrentamientos abiertos entre partidarios y detractores del presidente. Pero tampoco puede excluirse que los islamistas radicales puedan recurrir a cometer algún atentado», advierte.

Los protagonistas de la única democracia del mundo árabe parecen, en fin, más preocupados, en una coyuntura crítica como la actual, en que alguien solucione sus necesidades más perentorias que en el respeto escrupuloso del articulado de la Carta Magna de 2014. «Una parte de los partidarios del presidente, que estaba harta de la ineficacia del Gobierno a la hora de procurar progreso económico y gestionar la pandemia, está menos preocupada por el futuro de la democracia y otra no cree que esta esté en peligro», reflexiona la especialista. «Pero para nada está claro cómo Saied va a llevar a cabo lo que necesita para mejorar la situación. Por ahora las cosas parecen en calma, pero es posible una escalada», avisa Yerkes.