Análisis
La xenofobia contra los venezolanos
Venezuela ha sido, hasta finales de los años noventa, un país receptor de emigrantes
Han sido penosas las imágenes de un grupo de chilenos residentes en la ciudad de Iquique, al norte de Chile, atacando y desmantelando campamentos de refugiados venezolanos. La pena se convierte en indignación cuando pareciera que se sacan conclusiones superficiales sobre las razones que motivan a cientos de venezolanos a emigrar y encontrar mejores para el futuro y lejos de su hogar.
Lo primero que valdría la pena subrayar es el hecho de que esos venezolanos que han decidido traspasar las fronteras de su país para emprender un viaje incierto a lo largo de América del Sur, responde en primer lugar a una necesidad, no a una comodidad o intento de molestia. Los «caminantes» como ya se conocen popularmente a lo largo de América Latina, llegan al punto de arriesgar sus vidas por conseguir pueblos y ciudades donde puedan desarrollar cualquier tipo de trabajo honrado.
Lo hacen, no porque aspiran a quitarle el puesto de trabajo a un nacional, tampoco por gusto, sino por mera necesidad y sentido de supervivencia. En segundo lugar, vale la pena recordar que Venezuela ha sido históricamente, y sobre todo desde mediados del siglo XX hasta finales de los noventa, un país receptor de emigrantes. A Venezuela llegaron miles de españoles desplazados por la guerra civil, miles de italianos que buscaron oportunidades en un país próspero, boyante y con unas condiciones que Europa no ofrecía producto de la segunda guerra mundial, lo mismo con los portugueses. A Venezuela arribaron miles de peruanos que sufrieron la crisis económica de finales de los 80 y sí, miles de chilenos que no vieron futuro con el socialista Salvador Allende, y posteriormente, con la dictadura de Augusto Pinochet.
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