Análisis

Boicot a los Juegos de Xi

Las agresiones de China en Hong Kong, Taiwán o Xinjiang no concuerdan con el espíritu olímpico, pero un veto diplomático resulta una medida más simbólica que real, pues los deportistas siguen compitiendo

Boicot a los Juegos de Xi
Boicot a los Juegos de XiPlatónLa Razón

La China neomaoísta de Xi Jinping se asienta en dos pilares fundamentales: el sistema de partido único (Partido Comunista Chino) y el culto al líder. Xi Jinping aspira a convertir el siglo XXI en el siglo del dragón asiático, aprovechándose del declive norteamericano. Quiere ser una potencia hegemónica en 2050. Para eso, China ha triturado el principio de «un país, dos sistemas» con el que Deng Xiaoping se comprometió a garantizar el régimen de libertades vigente en Hong Kong. Ha silenciado a la oposición democrática y a la prensa libre con la Ley de Seguridad Nacional. El fundador del periódico independiente «Apple Daily», Jimmy Lai, recibió esta semana una nueva condena por instigar la vigilia de Tiananmen en 2020. Todo vale para lograr «una sola China». Intimida a Taiwán con el envío de cazas. Con las incursiones aéreas Pekín lanza el mensaje de puede invadir el Estrecho de Taiwán en cualquier momento sin que EE UU cuente con una capacidad de reacción. Las autoridades chinas también han sido acusadas de practicar una política de destrucción cultural y física de los uigures como grupo étnico. Con este currículum a sus espaldas, es razonable preguntarse si China cumple con los requisitos para albergar los Juegos Olímpicos de Invierno.

Me temo que no existe una respuesta única. Si miramos a EE UU, veremos que no. Tras una fuerte presión bipartidista, el pasado 6 de diciembre, la Casa Blanca anunció el boicot diplomático a los Juegos debido precisamente «al genocidio en curso en Xinjiang». La portavoz, Jen Psaki, aseguró que EE UU no iba a contribuir a la «fanfarria olímpica» de un régimen que no cumple con los derechos humanos. Para Washington los JJ OO son un arma de autobombo para Xi Jinping. El anuncio fue secundado por Londres, Canberra y Ottawa.

Sin embargo, si nos vamos a la Unión Europea, la respuesta es otra. Francia se ha mostrado contraria al boicot y apuesta por dar una respuesta europea a la crisis. El presidente Emmanuel Macron pidió «no politizar el olimpismo» y tachó de medidas «pequeñas y simbólicas» el veto diplomático. Es cierto que el boicot de Estados Unidos, Reino Unido, Australia y Canadá afecta únicamente a las delegaciones políticas y no a las deportivas. Por lo tanto, en la práctica, los países seguirán compitiendo en las Olimpiadas de invierno. La medida no deja de ser de naturaleza simbólica.

Más interesante sería preguntarse qué es el olimpismo o qué entendemos por olimpismo y si un país como China puede encarnar esos valores. Teóricamente es una filosofía humanista que enfatiza el rol del deporte en la sociedad y su misión pacífica y moral. Acogiéndose a esto, Macron pidió separar el deporte de la política como de una división de Iglesia-Estado se tratara. No obstante, los partidarios del boicot argumentan que en un sistema totalitario como el chino no existe una esfera, ni la deportiva, que no esté politizada. Francia, a su vez, cuenta con intereses propios para rechazar el veto. Los próximos Juegos Olímpicos se celebran en París dentro de dos años y medio. Hay poco apetito para este tipo de medidas.

No es la primera vez, además, que los Juegos se asocian con regímenes poco recomendables. China ya organizó los JJ OO de 2008. España todavía está esperando a albergar una competición tras la mítica de Barcelona 1992 (¡Ay Madrid!). Incluso si nos vamos más atrás. La Alemania nazi celebró los Juegos de Invierno de 1936 o la Unión Soviética los Juegos Olímpicos de Moscú en 1980. Desde este prisma, puede defenderse la competición como un encuentro entre las culturas, incluso cuando estas están atrapadas por los regímenes más oscuros. Dicho esto, lo que me resulta más difícil de tragar es la reacción airada de China ante el boicot alentado por EE UU. Resulta poco olímpico amenazar y coaccionar a los países que libremente deciden no enviar una representación política con «pagar un alto precio». Esta actitud no es propia de quien quiere recoger la llama del olimpismo.