Diplomacia
Maduro libera a dos americanos como gesto hacia la Casa Blanca
La invasión y el veto energético a Rusia provocan un acercamiento entre la Administración Biden y Caracas
Los presos políticos de Venezuela vuelven a confirmarse como fichas de cambio de Nicolás Maduro, que optó ayer por liberar a dos de ellos como un gesto hacia el gobierno de Joe Biden en Estados Unidos después de los acercamientos diplomáticos entre Washington y Caracas.
Pasadas las 21:30 del martes, hora local en la capital venezolana, dos encarcelados con nacionalidad estadounidense fueron liberados del Helicoide, la sede de la policía política. Eran Gustavo Cárdenas, un exdirectivo de Citgo, la filial petrolera venezolana en Estados Unidos, quien estuvo detenido desde 2017 y condenado en 2020 a una década en prisión por cargos de corrupción; y José Alberto Fernández, quien fue detenido en 2021 en la frontera con Colombia portando un dron, acusado de ser un espía y que esperaba juicio.
Las excarcelaciones se concretaron sin anuncio oficial y sin que las autoridades judiciales del régimen chavista dijeran algo. Unas camionetas de la embajada de EE UU en Caracas, que está sin operar formalmente desde 2019, acudieron al centro de reclusión a buscarlos. Apenas horas más tarde, ambos estaban ya en suelo norteamericano. Todavía en las cárceles venezolanas quedan otros siete ciudadanos estadounidenses, entre los más de 200 presos políticos del país.
La liberación se dio tres días después de la reunión entre una delegación de Joe Biden encabezada por Juan González, asesor especial para América Latina, acompañado por James Story, embajador designado para Venezuela que opera habitualmente desde Bogotá. Ayer, el secretario de Estado, Antony Blinken, dijo que los eventos se enmarcan en las gestiones de su gobierno para apoyar las aspiraciones democráticas de Venezuela pero también en las que buscan mantener un «suministro constante de energía» en medio de la guerra en Ucrania que ha desencadenado severas sanciones a Rusia. El asunto de la «seguridad energética» ya había sido mencionado por la portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki, y la subsecretaria de Estado Victoria Nuland enter el lunes y el martes. E incluso por el propio Nicolás Maduro, que el lunes afirmó: «Estamos preparados para aumentar en uno, dos, tres millones de barriles (diarios) si hiciera falta para la estabilidad del mundo».
Actualmente el país latinoamericano produjo alrededor de 800.000 barriles diarios en diciembre, según cifras de la OPEP que ubican el promedio anual por debajo de los 700.000. Para tener un impacto en el mercado internacional tendría que llegar a esos 3 millones de barriles que llegó a producir hace dos décadas, lo cual luce cuesta arriba vista la desinversión en la industria.
Estados Unidos importa alrededor de 580.000 barriles diarios de hidrocarburos desde Rusia, al menos hasta ahora que Biden lo ha prohibido. Y buena parte de la mermada producción venezolana ya está comprometida.
Para que el régimen venezolano pueda enviar crudo a Estados Unidos, deberían emitirse licencias que aumenten la posibilidad de maniobra ante las sanciones impuestas por la administración Trump a la industria estatal venezolana, por ejemplo con la empresa Chevron que aún opera en el país caribeño. La búsqueda norteamericana ha sido aprovechada también para volver a sentar a Maduro en la mesa de negociación con la oposición de su país, que se desarrollaba en México hasta octubre pasado cuando el chavismo se negó a seguir acudiendo. El gobernante ha llamado a reactivar ese escenario pero «más amplio» que antes.
Por eso el embajador Story sostuvo una agenda de reuniones con actores políticos opositores en Colombia antes de la reunión con Maduro, incluyendo a los gobernadores electos en los últimos comicios y representantes de partidos de la alianza mayoritaria representada en México, pero también con otros actores opositores no alineados. La delegación de Juan González además tuvo un encuentro con Juan Guaidó, al que aún reconocen como presidente encargado del país y quien este miércoles dijo estar dispuesto a retomar las negociaciones.
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