Guerra de Ucrania

¿A quién escucha Putin? Así es su círculo íntimo

Vinculados en su mayoría con los antiguos servicios secretos y el San Petersburgo del presidente, menos de una decena de hombres constituye el reducido grupo de leales a un presidente cada vez más aislado

Vladimir Putin, junto al ministro de Defensa ruso, Serguei Shoigu (dcha) y el viceministro de Defensa, Valery Gerasimov (izda.), en septiembre de 2020
Vladimir Putin, junto al ministro de Defensa ruso, Serguei Shoigu (dcha) y el viceministro de Defensa, Valery Gerasimov (izda.), en septiembre de 2020MICHAIL KLIMENTYEV / SPUTNIK / KAgencia EFE

Si en los últimos tiempos el aislamiento del presidente ruso Vladímir Putin (San Petersburgo, 1952) habían venido aumentando, la guerra los ha acentuado. Las propias imágenes que han trascendido de los encuentros del presidente, solo en los salones y las mesas infinitas del Kremlin, con sus subordinados en las últimas semanas son la mejor metáfora.

Aunque cada vez más escéptico y paranoico –su miedo a atrapar el coronavirus obliga a quien quiera verlo en persona a hacer cuarentena o a situarse lejos de él-, lo cierto es que el presidente ruso mantiene desde hace años un mismo grupo fundamental de fieles. Nikolái Patrushev, Serguéi Shoigú, Valery Gerasimov, Serguéi Naryshkin, Alexander Bortnikov, Igor Sechin. Son los silovikí, que podría traducirse del ruso como gente de fuerza u hombres fuertes. Por su lealtad -y permanencia en primera línea- podríamos añadir también a Dmitri Medvédev y a Serguéi Lavrov.

Es el círculo íntimo de Putin, con quien comparte una misma idea nacionalista, conspiranoica y aislacionista. A pesar de las dificultades que el Ejército ruso está encontrando en Ucrania y de las consecuencias de las sanciones internacionales y el aislamiento al que se está sometiendo a Rusia, no hay señales de que, por ahora, en el núcleo duro del putinismo se estén abriendo grietas.

Nikolai Patrushev

Los vínculos del actual presidente del Consejo de Seguridad con el presidente Putin se remontan a tiempos del KGB soviético, al que se incorporó en los años 70. Patrushev, al que se considera a menudo el segundo hombre más poderoso de Rusia, dirigió el FSB –sucesor del KGB- entre 1999 y 2008, momento en que fue designado en su actual posición. Es una de las figuras más leales e influyentes sobre el jefe del Estado ruso. Apenas tres días antes de la invasión de Ucrania, el halcón Patrushev, de 70 años, aseguró que “el objetivo concreto” de Estados Unidos era la desintegración de Rusia.

Valery Gerasimov

El jefe del Estado Mayor de la Defensa y primer viceministro de Defensa es un general formado en la URSS. Fue uno de los comandantes del Ejército del Cáucaso Norte durante la segunda guerra de Chechenia en 1999, desempeñó un papel fundamental en la anexión de Crimea en 2014 y ha dirigido en los últimos meses la planificación de la invasión de Ucrania. Como a Shoigú, hay que atribuirle a sus decisiones el fracaso relativo de la estrategia militar en la guerra de Ucrania,que preveía una rápida victoria. Más que ninguna otra, su figura se vincula al concepto operativo de guerra híbrida –que combina elementos militares con informativos, diplomáticos, económicos o tecnológicos- desarrollada por Rusia contra Occidente en los últimos años; no en vano ha dado nombre a la conocida como doctrina Gerasimov. Es uno de los tres hombres en posesión de los códigos para una acción nuclear.

Serguei Shoigu

El general –aunque nunca sirvió en las filas del Ejército ruso- y ministro de Defensa ruso desde 2012 es amigo personal de Putin y uno de sus más leales colaboradores. Ingeniero civil de formación y antiguo ministro de Situaciones de Emergencia durante más de una década, es el tercer hombre con los códigos del cheguet o maletín nuclear (aunque no pareció encontrarse especialmente cómodo, a juzgar por su rostro, cuando el pasado 27 de febrero el presidente ruso se dirigió a él para ordenarle que pusiera en alerta a las fuerzas de disuasión nuclear). Probablemente el pasado mes de septiembre, en el curso de una excursión en la que ambos disfrutaban de la taiga siberiana, el presidente anunció a Shoigú –quien es natural de Tuva, una república siberiana limítrofe con Mongolia e hijo de una ucraniana- sus planes de atacar Ucrania. A él deben atribuirse en parte los graves errores logísticos cometidos por el Ejército ruso en las tres semanas de guerra en el país vecino.

Serguei Naryshkin

Como en el caso de Sechin y Medvédev, los vínculos de Naryshkin con Putin se remontan a los años 90 en la política municipal en la vieja Leningrado. Antiguo oficial del KGB como el presidente, Naryshkin es jefe del Servicio de Inteligencia Exterior de la Federación Rusa desde 2016. Hombre profundamente leal a Putin, ha sido vicedirector de desarrollo económico, presidente de la Duma y ahora es presidente de la Sociedad Histórica Rusa, fuente de inspiración ideológica del putinismo. Ha sonado como sucesor del mandatario.

Con todo, no ha tenido el presidente Putin demasiada piedad con el jefe de los espías rusos, como el mundo entero pudo ver –en unas imágenes editadas y exhibidas en ese trance a propósito- en el curso de una reunión de altos cargos con el presidente en las vísperas de la invasión. Un titubeante Naryskhin, partidario de seguir agotando la vía diplomática y de la incorporación de las repúblicas secesionistas del Donbás a Rusia, era humillado por Putin hasta que acababa respondiendo a gusto del presidente.

Alexander Bortnikov

Director del Servicio Federal de Seguridad, el FSB, desde 2008 –cuando reemplazó a Patrushev-, Alexánder Bortnikov es otro veterano del KGB de la vieja Leningrado, como Putin. Responsable de la extensa red de agentes que controlan la vida de los rusos y de materias como la lucha antiterrorista, las fronteras o la contrainteligencia. Su hijo Dennis es presidente del banco estatal VTB. Los conocedores de los entresijos del Kremlin no dudan de que el presidente Putin confía en los informes del FSB, uno de los pilares del régimen, de Bortnikov.

Igor Sechin

El presidente de la mayor petrolera rusa, Rosneft –que el pasado ejercicio alcanzó beneficios récord por valor de 10.325 millones de euros-, es uno de los más cercanos silovikí -quizás el primero- de Putin. Natural de la antigua Leningrado como el presidente –con el que trabajó en el ayuntamiento de la actual San Petersburgo-, Sechin había sido vicedirector de gabinete de Putin en 2000 antes de desempeñar el cargo de vice primer ministro desde 2008 hasta 2012 en el período en que el mandatario se vio obligado a dejar la presidencia. Un cable de la Embajada de Estados Unidos llamó a este oligarca una vez “el cardenal gris del Kremlin”. Precisamente este miércoles las autoridades españolas detuvieron en Tarragona un megayate que se cree pertenece al director general de Rosneft.

Dmitri Medvedev

El actual vicepresidente del Consejo de Seguridad ha ocupado la responsabilidad de primer ministro desde 2012 hasta 2020. Como Putin, es natural de San Petersburgo y trabajó a las órdenes del alcalde Anatoly Sobchak –mentor político de Putin- en la década de los 90. Con el nombramiento de Putin como primer ministro en 1999, el joven Medvédev se desplazó a la capital para ser designado jefe de gabinete del presidente.

Fue protagonista de un inédito intercambio de posiciones con Putin: une vez que este había agotado los dos mandatos legales consecutivos como jefe del Estado, Medvédev accedió a ser presidente de Rusia entre 2008 y 2012. Entonces, Putin volvió a la presidencia y Medvédev se convirtió en primer ministro. Aunque no procede del ámbito de los servicios secretos ni del Ejército, es buen amigo personal del mandatario, como dan cuenta las ocasiones en que se les ha fotografiado en relajados desayunos o barbacoas.

Serguei Lavrov

Uno de los fijos en los distintos gabinetes del putinismo, durante 18 años, el veterano Serguéi Lavrov –diplomático de carrera- ha desempeñado el cargo de ministro de Exteriores ruso. Alternando el papel de rostro amable de la diplomacia rusa con el del negociador agrio e implacable, no se le considera en cualquier caso una figura clave en la toma de decisiones de Putin. Prueba de ello es que su postura favorable a agotar el diálogo en Ucrania acabó a la postre fracasando. En la retina, la imagen de Lavrov, de 71 años, defendiendo la agresión rusa ante un auditorio semivacío en el foro de derechos humanos de Naciones Unidas el pasado 1 de marzo.