Crisis

Qué hay detrás de la inflación en Ghana y por qué debería concederle el FMI el préstamo que solicitan

La quinta economía africana con una mayor inversión extranjera se desploma con una inflación del 37,2% alcanzada este mes de noviembre

El presidente francés, Emmanuel Macron, participa en una ceremonia a su llegada ayer a Acra (Ghana)
El presidente francés, Emmanuel Macron, participa en una ceremonia a su llegada ayer a Acra (Ghana)larazon

La tasa de inflación en Ghana ha alcanzado este mes de noviembre un máximo histórico al situarse en el 37,2%. El país africano, que lleva años mejorando su situación económica con una constancia envidiable para sus países vecinos (su renta per cápita ha subido un 124% en los últimos 10 años), se encuentra hoy en una profunda situación de crisis que le ha obligado a acudir por decimoséptima vez al Fondo Monetario Internacional en busca de ayuda. Ya en el pasado mes de junio ascendió la inflación por encima del 29%, un dato que no se veía en Ghana desde enero de 2004.

Las consecuencias inmediatas están siendo devastadoras para las economías domésticas del país: el precio del gas y de la electricidad ha ascendido un 38%, los alimentos han subido un 30% mientras el precio del pan ha llegado a ascender un 44,5%. Asimismo, el precio del diésel ha subido más de un 99% desde el año pasado. La situación ha llevado a que cientos de ciudadanos se hayan manifestado a lo largo de las últimas semanas para criticar el débil crecimiento económico, la propia inflación y el deterioro de la moneda local, protestas que apenas han tenido impacto frente a la escasa autocrítica que está haciendo el Gobierno de Nana Afuko-Addo para afrontar la situación. El Presidente, que gobierna la nación desde 2017, dijo este martes que la situación de la inflación ghanesa era mejor que la senegalesa, la togolesa (ambos países próximos) o incluso que la francesa, asegurando a su vez que afirmaba esto con la intención de “ofrecer perspectiva y, con suerte, aprender algunas lecciones sobre cómo se las arreglan otras personas”.

Un préstamo de 3.000 millones de dólares

La estrategia de Afuko-Addo y de sus antecesores en situaciones de crisis ha sido similar. Acudir al FMI para prolongar los plazos de deuda o recibir los préstamos que mantengan el país a flote hasta que se precipite a una nueva crisis. Carlo Sdralevich, enviado del FMI a Ghana para analizar la situación, comentó en julio que el FMI está “preocupado porque el recurso cíclico al FMI se ha convertido en una parte arraigada de la política económica en Ghana mientras el país continúa tratando la deuda excesiva y utilizando el FMI como una tarjeta para salir de la cárcel, sin tener en cuenta las externalidades observadas en el bienestar social y certeza económica a largo plazo”.

Para entonces, la deuda de Ghana equivalía a 2/3 de su PIB, una cantidad menor si la comparamos con algunas potencias europeas (como es España, cuya deuda pública supera el total del PIB), aunque elevada si tomamos de referencia otras economías africanas.

En esta ocasión, la número diecisiete, el Gobierno de Ghana ha solicitado al FMI un préstamo de 3.000 millones de dólares que la organización se muestra reticente a entregar, aunque esta cantidad sea calderilla, si lo comparamos con lo que ha recibido España en ayuda exterior en lo últimos 2 años. Aunque las negociaciones prosiguen, Afuko-Addo anunció ayer en un discurso televisado que las conversaciones con el FMI van por “buen rumbo” y mandó un mensaje de tranquilidad a los inversores, al garantizar que “ningún inversor individual o institucional perderá su dinero como consecuencia de las negociaciones que se están llevando a cabo con el FMI”. Unas negociaciones que llevan prolongándose más de tres meses y cuyo final es opaco.

El impuesto E-levy

Las causas que han llevado a la inflación son bien conocidas por los economistas que han analizado la situación de Ghana. En primer lugar, se señala al nuevo impuesto del 1.5% aplicado a las transacciones electrónicas desde el pasado mes de mayo y conocido como E-levy, cuyo objetivo consiste en mejorar los ingresos fiscales procedentes de los servicios financieros digitales. En cuanto este nuevo impuesto comenzó a aplicarse, muchos usuarios entraron en pánico y comenzaron a extraer todo su dinero de sus cuentas móviles. Asimismo, algunos de los usuarios regresaron a métodos tradicionales (pagos en efectivo) para realizar sus transacciones, afectando así al sector privado encargado de este tipo de operaciones, cuya importancia en Ghana es bastante más significativa que otros países de la zona. Por otro lado, el impuesto E-levy afecta en mayor medida a las transacciones económicas de mayor cuantía, esto es, a las empresas, ya que los usuarios individuales de Ghana suelen realizar sus pagos en efectivo. Al haberse visto afectado un grueso de la economía ghanesa, el lastre ha terminado por arrastrar a toda la población.

El nuevo impuesto no es el único factor a tener en cuenta. La cuenta de balances entre exportaciones e importaciones en Ghana se encuentra en un saldo negativo del 23% (frente al 5% de España), debido en parte al interés de los ghaneses por adquirir productos extranjeros y a la escasa capacidad industrial del país en comparación con otras naciones. El aumento de los tipos del Banco de Ghana en un 24,5%, el aumento periódico de los precios de combustible y la depreciación del cedi (moneda ghanesa) también han contribuido a la hora de convertir a Ghana en el tercer país con una mayor tasa de inflación, solo por detrás de Zimbabue y de Sudán.

La subida de los precios de combustibles ha supuesto un duro golpe para el sector de transportes de Ghana, tal y como se ha manifestado en las protestas de las últimas semanas, ya que se junta con la creciente dificultad de transportar productos del exterior a diferentes zonas del país.

Una economía provechosa

Rompiendo una lanza a favor de Ghana, no dejan de extrañar las reticencias del FMI para conceder la ayuda de 3.000 millones de dólares que solicita su Presidente. En primer lugar, cuando se critica el número de veces que han acudido a la organización, debe señalarse que, por ejemplo, España recibió 21.300 millones de euros sólo de la UE para hacer frente a la crisis del coronavirus. Que el índice de percepción de la corrupción sitúa al país africano en una posición mejor que Hungría o Turquía, ambos países con una deuda mayor. Que Ghana no ha sufrido un golpe de Estado desde 1966 y que su tasa de homicidios es inferior a la media europea, por lo que tampoco debería servir como excusa que el país se encuentre en una situación de inseguridad. Tampoco podría decirse que la economía ghanesa es un referente mundial pero no cabe duda de que ha sido durante años un ejemplo para otras naciones vecinas.

La tasa de crecimiento de Ghana, aunque tambaleante en los tiempos que corren, convierte este país en un foco de inversión históricamente seguro para los inversores extranjeros (tal y como me han asegurado empleados del Deutsche Bank que se encuentran en contacto directo con la economía ghanesa), a la par que rompe con los esquemas preconcebidos de la economía africana. De hecho, Ghana es el quinto país del África que recibe un mayor afluente de inversión directa extranjera, según los datos recogidos por el Banco Mundial entre 2011 y 2020. ¿No será que, pese a sus errores, errores que cualquier nación puede cometer, merece la pena apoyar a una de las economías más estables de África?