Diamantes

Botsuana se convierte en el baluarte mundial de la lucha contra los “diamantes de sangre”

El país africano albergará a partir de 2024 la secretaría permanente del Proceso Kimberley

Una extracción de diamantes en Sierra Leona el 28 September 2001
Una extracción de diamantes en Sierra Leona el 28 September 2001GEORGES GOBETEPA

Botsuana ganó este lunes su candidatura para albergar la secretaría permanente del Proceso de Kimberley (KP), la agrupación que certifica que los diamantes no se utilizan para financiar grupos rebeldes. Tras una ajustada carrera en la que participaron Austria, China y el propio país africano, el polémico Proceso, compuesto por Gobiernos de todo el mundo y sociedades civiles de alto rango, ha escogido Botsuana y su capital, Gaborone, como sede permanente de su secretaría.

La noticia ha sido acogida con alegría por el continente africano, que porta consigo la mancha de comerciar con los temidos “diamantes de sangre”, en parte por sus propias faltas, en parte por el eco que hizo en el pasado la industria cinematográfica estadounidense. Cabe a recordar quela economía de Botsuana está profundamente ligada a los diamantes (el 87% de sus exportaciones, unos 4.000 millones de dólares, dependen de las piedras preciosas), tratándose esta de la segunda nación que más produce, solo por detrás de Rusia.

Un Proceso obsoleto

El Proceso Kimberley tuvo sus inicios en la localidad sudafricana de mismo nombre, cuando la ONU solicitó en 2003 que se estableciera un sistema de control para evitar que los diamantes sirvieran como método de financiación de grupos rebeldes cuyo objetivo fuera derrocar a Gobiernos reconocidos por las Naciones Unidas. El requisito principal para que un Estado forme parte de la organización consiste en que pueda garantizar que ninguno de los diamantes que comercializa sirvan con este objetivo, y cada diamante debería ir acompañado de un certificado del Proceso Kimberley que asegure que no ha sido importado desde un país que no sea miembro o, en su defecto, exportado a un país que se encuentre fuera del Proceso. Estos requisitos pretenden facilitar en la medida de lo posible el comercio de diamantes sin caer en ilegalidades mencionadas. España, Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, India o Angola son algunas de las 85 naciones firmantes del Proceso Kimberley.

Aunque esta iniciativa ha supuesto un notable cambio en las políticas comerciales que afectan a la venta de diamantes, el logro de los objetivos impuestos en 2003 ha sido relativo, tal y como han expresado ciertas sociedades civiles a lo largo de los últimos años. Amnistía Internacional publicó en 2015 un comunicado titulado: “Es hora de que las empresas de diamantes dejen de esconderse tras el Proceso Kimberley”. Aquí denunció las deficiencias originadas a lo largo del proceso y el “barniz de respetabilidad” al que acuden las empresas para dar la espalda a determinadas lagunas que no casan con las intenciones iniciales que se firmaron en 2003. Concretamente señaló a Emiratos Árabes, que asumía entonces la presidencia rotatoria, añadiendo que Amnistía Internacional “halló que la zona franca de Dubai fomenta que los comerciantes de diamantes obtengan grandes beneficios a expensas de países en desarrollo”. A las críticas de Amnistía Internacional siguen las de organizaciones como Global Witness o IMPACT, que se retiraron del proceso a lo largo de la década pasada mientras aseguraban (y siguen asegurando) el fracaso de la iniciativa.

Los países africanos siempre han estado en el punto de mira en lo que se refiere a los diamantes de sangre. Diversas organizaciones, entre las que se encuentra Global Witness, han elevado la voz para señalar las injusticias relacionadas con la producción de diamantes en Zimbabue, y más concretamente han nombrado República Centroafricana como foco actual de los diamantes de conflicto en el continente. El constante cambio en las dinámicas de mercado parece haberse estancado en aquellas que se desarrollaron durante el primer lustro del siglo, sin apenas avances que concuerden con la situación actual de los diamantes de sangre. Por poner un ejemplo, al hablar de ellos es habitual que nos venga a la mente la película protagonizada por Leonardo DiCaprio en 2006, que narra los sucesos acontecidos durante la guerra civil de Sierra Leona en 1999. Han pasado 23 años desde entonces y la producción de diamantes en este país de África Occidental ha sufrido grandes cambios para mejor, mientras un nuevo país se encuentra hoy en el punto de mira del mundo: Rusia.

Rusia, acusada de producir diamantes de sangre

Rusia es el mayor productor de diamantes del planeta, habiendo asumido la presidencia rotatoria por última vez en el año 2021. Mientras el Ministro de Finanzas ruso afirmó en agosto de 2022 que “Rusia siempre fue y seguirá siendo estrictamente un responsble participante en el proceso Kimberley”, la realidad es que existen serias dudas de su legitimidad en el Proceso, cuyos integrantes se encuentran hoy divididos entre quienes condenan la actuación de Moscú en relación a los diamantes, por un lado, y quienes la apoyan, por el otro. Este es hoy el mayor reto al que se enfrenta el Proceso Kimberley. Según publicó este verano el New York Times, Estados Unidos y la Unión Europea solicitaron a Botsuana que catalogue las piedras extraídas por Rusia como ”diamantes de sangre“, haciendo referencia a que proceden de una zona de conflicto y que sus beneficios están siendo utilizados para la guerra en Ucrania. El periódico especificó que la mayoría de los diamantes rusos son tratados en la India, donde se expiden un alto número de certificados falsos.

La compañía rusa Alrosa, considerada como un gigante dentro de la extracción de diamantes y cuyos trabajos se centran en Angola y Rusia, ha sido acusada en repetidas ocasiones de no respetar el Proceso de Kimberley y sancionada por Estados Unidos. Botsuana se encuentra entonces ante un complejo tira y afloja de poderes donde la temática de Ucrania lo abarca todo, incluso los diamantes del otro lado del mundo, y deberá mediar en un conflicto donde la razón ha sucumbido al sentimentalismo y la polarización del mundo.