Opinión

En Perú ha ganado la democracia

Castillo debería ser un aviso a navegantes para los ciudadanos latinoamericanos que eligen a sus líderes castigando a los partidos tradicionales

Al fondo con camisa blanca la nueva presidenta de Perú, Dina Boluarte, participa en una procesión de la Virgen de la Inmaculada Concepción de la ciudad de Puno este jueves en Lima
Al fondo con camisa blanca la nueva presidenta de Perú, Dina Boluarte, participa en una procesión de la Virgen de la Inmaculada Concepción de la ciudad de Puno este jueves en LimaPaolo AguilarAgencia EFE

La incertidumbre colma las calles del Perú durante estas horas. El país inca ahora tiene una presidenta y en la cárcel está el exmandatario de izquierda populista, Pedro Castillo. Una detención que sacude nuevamente el tablero político. Ante la probable vacancia que lo sacaría del poder, el ya ex jefe del Ejecutivo intentó «huir hacia adelante» no previendo que el precipicio se encontraba muy próximo. Su caída fue inevitable.

Castillo fracasó en su intento por instaurar un régimen autocrático; y eso debe ser una buena noticia para Perú. Su legado es demostrar que ya no es viable el gobierno por decreto y la sumisión del resto de poderes a un liderazgo unipersonal. Lo ocurrido en el Perú debe ser un llamado al resto de ciudadanos latinoamericanos que, en no pocas ocasiones, eligen a sus gobernantes sobre la base, únicamente, de su molestia, castigando a los partidos políticos tradicionales; algo que resulta insuficiente y arriesgado. Vale la pena recordar que Castillo conquistó el poder hace apenas 16 meses porque la mayoría de los peruanos no quería el regreso del fujimorismo. Muchos, en lugar de abstenerse, prefirieron elegir a un advenedizo «hombre del campo» con un discurso demagógico. Producto de esa ingenuidad, el país inca enfrenta nuevamente otra crisis política; en apenas cinco años, se han sentado en la silla presidencial seis mandatarios.

Cualquier golpe de Estado debe tener un desenlace negativo para aquellos que pretendan perpetrarlo. El Congreso peruano, ante su disolución desde el poder ejecutivo, demostró que la institucionalidad de su país presenta rasgos de autonomía, racionalidad política y sindéresis. La destitución de Pedro Castillo debe servir para reafirmar que el único sistema viable hoy es la democracia y el respeto a las instituciones.