Armas nucleares
El domo de Runit, el enorme ataúd nuclear con la radiación más alta de la Tierra y que gotea en el Pacífico
Este cráter, creado por los ensayos nucleares de Estados Unidos, contiene una cantidad de sustancias tóxicas más alta que en Chernóbil o Fukushima
Enetewak, Bikini o Wotho son los nombres de algunos de los pequeños atalones que forman parte de las Islas Marshall, en medio del Océano Pacífico. Hasta 1990, este territorio perteneció a Estados Unidos, y como parte de las colonias norteamericanas, el Ejército estadounidense hizo decenas de pruebas nucleares en las islas, lo que le convirtió en uno de los lugares de la Tierra con más radiación. Ejemplo de ello es el llamado “domo de Runit”, una estructura construida en la isla del mismo nombre.
El armazón fue creado para encapsular el material radiactivo dejado por las pruebas nucleares realizadas por EE UU en el área, entre los años 1946 y 1958. El objetivo de Washington en el territorio era probar los lanzamientos de las armas que desarrollaron, y demostrar su poderío frente a la Unión Soviética. Hasta 67 explosiones nucleares tuvieron lugar en los atolones de Enewetak (donde pertenece Runit) y Bikini, destacando la detonación el 28 de febrero de 1954 de “Castle Bravo”.
“Bravo” convirtió a Runit en un cementerio nuclear. Una bomba de hidrógeno mil veces más poderosa que la que cayó en Hiroshima. El arma más poderosa jamás detonada por Estados Unidos, con una potencia de quince megatones. Solo se trató de un ensayo nuclear, pero se salió de control y, casi un segundo después de su estallido, emitió una bola de fuego de unos ocho kilómetros de diámetro.
El cráter creado por la explosión del “domo de Runit” (también llamado “domo Cactus”) era de dos mil metros de diámetro y 75 de profundidad. A finales de la década de los 70, más de cuatro mil soldados estadounidenses pasaron tres años recogiendo los restos radiactivos depositados en seis de las islas. Según estudios de la Universidad de Columbia, los niveles de radiación en algunos puntos siguen siendo más altos que en Chernóbil o Fukushima.
En total se estima que la estructura, que la población local también conoce como “la Tumba”, recubre al menos 73.000 metros cúbicos de material radiactivo, incluyendo plutonio-239, una de las sustancias más tóxicas del planeta. No obstante, la operación de limpieza recogió menos del 1% del material radiactivo generado, según el medio británico BBC.
El peligro de la radiactividad que acecha a nuestros días
En 2019, la que era presidenta de las Islas Marshall, Hilda Heine, alertó a las Naciones Unidas que el “domo de Runit” no estaba siendo efectivo y se estaban dando filtraciones radiactivas en los mares que rodean la isla. El propio secretario general de la ONU, Antonio Guterres, confirmó entonces que “las consecuencias han sido bastante dramáticas, en relación con la salud y con el envenenamiento de las aguas en algunas áreas”. Así, según explicaba AFP, reconoció que era necesario “establecer algún método de reparación para los antiguos habitantes del atolón”.
En su día, cuatro de las cuarenta islas de Enewetak fueron completamente vaporizadas por las pruebas, con cráteres de kilómetros de diámetro reemplazando a algunas de ellas. Según explica la televisión australiana ABC, solo tres de las islas del atolón son consideradas lo suficientemente seguras para ser habitadas.
Pero, según explica BBC, el “domo de Runit” presenta grietas en la superficie y charcos con líquidos salobres que a menudo se forman en el anillo. Estados Unidos también renunció a la idea de sellar el fondo antes de almacenar el material radiactivo por considerar que tenía que hacer un alto esfuerzo debido a ser “demasiado costoso”, tal y como explica el medio.
Por otro lado, un informe del departamento de Energía de Estados Unidos de 2013 encontró que “existe la posibilidad de que las aguas subterráneas contaminadas provenientes del Domo Runitfluyan hacia el entorno marino subterráneo cercano”. “El inventario radiológico enterrado debajo del Domo Runit palidece en comparación al inventario actual de radionúclidos en los atolones de la laguna”, se puede leer en el informe.
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