América Latina
Así se fraguó la revolución Milei en Argentina
El presidente electo argentino pasó del anonimato a estar en disposición de transformar radicalmente su país, sumido en una grave crisis, tras una rotunda victoria ante el peronismo
Durante mucho tiempo, el peronismo pareció una fuerza política imbatible en Argentina. Salvo el paréntesis de la presidencia de Mauricio Macri de 2015 a 2019, la izquierda nacionalista ha copado el poder prácticamente desde que la economía argentina hizo «crack» en el corralito de 2001.
Desde entonces, pese a los persistentes problemas económicos y a que el país ha necesitado de la ayuda del Fondo Monetario Internacional (FMI) para mantenerse a flote, el peronismo se impuso una y otra vez en las urnas.
Hasta que en 2023 un diputado desconocido para el gran público hasta hacía poco tiempo llamado Javier Milei revolucionó el panorama con su denuncia de la corrupción de la «casta» política argentina y de los excesos del «Estado empobrecedor».
Milei explotó mensajes de contenido y tono incendiarios. Propuso adoptar el dólar como moneda nacional y suprimir el Banco Central por su incapacidad para corregir los problemas de una economía en caída libre y una inflación disparada en torno al 140% interanual. Llamó «representante del maligno» y «zurdo asqueroso» al Papa Francisco, planteó la ruptura de relaciones diplomáticas con los países gobernados por la izquierda y abogó por permitir la venta de órganos. También se mostró contrario al aborto y partidario de revertir el cambio legal que lo despenalizó en algunos supuestos en Argentina.
Al principio, pocos lo tomaron en serio. En muchos de sus mítines, casi no había público, pero Milei, economista, empezó a aprovechar sus apariciones como analista de la actualidad en los medios de comunicación para vender sus heterodoxas recetas. En un país harto de las recetas gastadas a base de subsidios y de interminables negociaciones con el FMI, muchos ciudadanos hartos de ineficiencia e incompetencia empezaron a mostrar interés por sus mensajes.
Hasta que el pasado 22 de octubre su nombre dio la vuelta al mundo tras convertirse en el segundo candidato más votado en la primera vuelta de las elecciones. Argentina y el mundo entero tomaron entonces conciencia de que este extravagante político, que no duda en calificar de «excremento» a sus rivales, bien podía ser el próximo presidente.
En las semanas posteriores a la primera vuelta, el peronismo se agarró a la esperanza de sus buenos resultados en la provincia de Buenos Aires. Su candidato, Sergio Massa, trató de presentarse como un dirigente solvente frente al poco fiable Milei, pero Massa arrastraba una losa insuperable. Es difícil que te elijan presidente cuando has sido el ministro de Economía y la economía se halla en coma profundo.
Milei arrasó en la segunda vuelta, gracias en gran parte a que supo ganarse el apoyo de la derecha tradicional liderada por Macri. También, a que supo conectar con los votantes más jóvenes a los que el sistema actual no ofrece perspectivas. Nada más ganar, Milei insistió en su plan para Argentina: «Todo lo que pueda estar en manos del capital privado, estará».
A Milei se le compara a menudo con el expresidente brasileño Jair Bolsonaro y con el estadounidense Donald Trump. Este no tardó en felicitar públicamente a Milei por su triunfo electoral y el equipo del presidente electo anunció una futura reunión entre ambos en Argentina. Las afinidades entre ambos son claras. Ambos han construido su discurso político en torno a las denuncias de la existencia de una supuesta élite corrupta en sus países.
La irrupción de Milei ha tenido además notable impacto en los mercados, donde empresas y bonos argentinos han sufrido una repentina subida motivada por el apetito ante los planes de privatización anunciados por el presidente electo, y en la escena política latinoamericana, donde el triunfo de Milei, sumada a la de Daniel Noboa en Ecuador, ha roto la tendencia de los últimos años, en los que se acumulaban las victorias de la izquierda.
El presidente electo ya ha dado muestras de haber moderado algunos de sus mensajes más controvertidos. En el último debate de la campaña, se disculpó por sus insultos al Papa, con el que habló por teléfono tras ser elegido, y los nombres que se han ido filtrando como sus probables ministros son los de académicos respetados y políticos moderados.
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