Asia
China e India sellan una histórica reconciliación
Los aranceles impuestos por Trump unen a Pekín y Nueva Delhi tras años de desavenencias
En los márgenes de la OCS, Xi Jinping extendió la mano como gesto calculado hacia Narendra Modi, invocando la metáfora del "dragón y el elefante" para proyectar una visión de unidad entre las dos potencias emergentes del Sur Global. "La elección estratégica es clara: ser vecinos cooperativos y socios amigables que se refuercen mutuamente", recalcó Xi , abogando por la no rivalidad y una sincronía que contrarreste las turbulencias de un orden global fracturado. En el 75º aniversario de las relaciones diplomáticas, este mensaje adquiere un peso crucial, posicionándose como una respuesta directa a la embestida comercial impulsada por Donald Trump contra ambos gigantes asiáticos.
Aranceles del 30% sobre China –con la espada de Damocles de un posible 145%– y un 50% sobre India, agravados por un 25% adicional por sus lazos con Moscú, han zarandeado a las dos potencias emergentes. Peter Navarro, el halcón comercial de Trump, ha arrojado sal en la herida, tildando a Nueva Delhi de “cómplice del Kremlin” por su papel en el comercio de petróleo ruso refinado. Este asalto amenaza con desbaratar sectores clave de India, desde textiles hasta diamantes, dejando a sus exportadores tambaleándose. Pekín, en respuesta, ha condenado el “matonismo económico” de Washington, acusándolo de orquestar una campaña para frenar su ascenso global. Entretanto ha tendido un puente hacia India, desmantelando barreras a sus inversiones y abriendo mercados antes restringidos. Nueva Delhi, con un pragmatismo forzado por la crisis, ha dado otro giro: tras años de bloquear capital chino en sectores estratégicos, ahora agiliza asociaciones bilaterales para capear el temporal estadounidense.
El último diálogo de Modi con su grandioso vecino debe leerse a la luz de una relación bilateral definida por una compleja trama de cooperación, rivalidad y pragmatismo económico, con raíces que se hunden en la historia milenaria y tensiones contemporáneas. Desde la Ruta de la Seda en el siglo II a.C., que conectó la dinastía Han con los reinos indios, hasta la difusión del budismo de India a China, ambos países han compartido un legado cultural y comercial. En la era moderna, India, bajo Jawaharlal Nehru, fue pionera al reconocer a la República Popular China en 1950, abogando por un panasianismo anticolonial. En 1954, el Acuerdo Panchsheel –los Cinco Principios de Coexistencia Pacífica– consolidó un marco teórico que resonó en la diplomacia del Tercer Mundo durante la Guerra Fría. Sin embargo, la Guerra Sino-India de 1962, desatada por disputas fronterizas en Aksai Chin y Arunachal Pradesh –heredadas de la ambigua Línea McMahon británica de 1914–, marcó un punto de inflexión. La victoria china, que aseguró 38.000 km² de territorio disputado, fue calificada por Nehru como una "traición", congelando las relaciones por décadas y sembrando una desconfianza persistente.
La normalización fue lenta. La visita de Rajiv Gandhi a Pekín en 1988, la primera de un primer ministro indio en 34 años, reabrió canales diplomáticos, y en 1993 un acuerdo garantizó la paz en la Línea de Control Actual (LAC). En el siglo XXI, el comercio bilateral ha florecido, superando los 100.000 millones de dólares en 2022, con India exportando materias primas como hierro y algodón, e importando bienes electrónicos y maquinaria chinos. Sin embargo, las tensiones persisten. El enfrentamiento de Doklam en 2017 y el choque en el Valle de Galwan en 2020, que dejó 20 soldados indios muertos –el peor incidente en 45 años–, avivaron medidas de represalia india, como el veto a aplicaciones chinas como TikTok y restricciones a inversiones de Pekín. Estos episodios reflejan una rivalidad estructural: China percibe a India como un contrapeso respaldado por EE UU en el Quad (junto a Japón y Australia), mientras India ve el Cinturón y la Ruta de la Seda como un cerco estratégico.
En este contexto, las palabras de Xi –invocando el "dragón y el elefante" para contrarrestar el "caos global"– tienen un trasfondo estratégico. El "caos" incluye las políticas comerciales agresivas de Trump, que han tensionado a ambos países. Jake Sullivan ha advertido que dichas estrategias podrían empujar a India hacia China, deshaciendo esfuerzos estadounidenses por contener a Pekín. Desde la invasión rusa de Ucrania en 2022, tanto Nueva Delhi como Pekín han estrechado lazos con Moscú, desafiando sanciones occidentales, lo que refuerza su alineación táctica en foros como la OCS, que incluye a Rusia e Irán.
Para Modi, pragmático hindú-nacionalista, este acercamiento promete beneficios económicos, pero también riesgos geopolíticos, especialmente con Trump presionando. Con todo, esto podría ser un intento de ‘reset’ bilateral en un mundo cada vez más polarizado entre Occidente y el Sur Global. Sin embargo, la historia advierte que, sin resolver las disputas fronterizas, cualquier intento de "danza" entre el dragón y el elefante podría terminar en pisotones.