Reino Unido
Truss anuncia la mayor bajada de impuestos en Reino Unido en 50 años
La «premier» tory confía impulsar con su revolución fiscal una economía británica en recesión
El nuevo Gobierno de Liz Truss se comprometió a ofrecer un nuevo enfoque para una nueva era y ayer cumplió con creces su palabra al presentar el paquete de recortes de impuestos más radical para Reino Unido desde 1972 con el objetivo de impulsar la economía.
Tras el parón en Westminster por el funeral de Isabel II, había gran expectación ante la comparecencia del nuevo ministro del Tesoro, Kwasi Kwarteng. Tenía lugar apenas 24 horas después de que el Banco de Inglaterra subiera los tipos de interés -por séptima vez consecutiva- hasta el 2,25%, los más altos desde 2008. La institución gobernada por Andrew Bailey ha advertido que la economía británica ya está en recesión y que la inflación -actualmente del 9.9%, muy alejada del objetivo del 2%- se mantendrá en dos dígitos durante la mayor parte del año.
Con tal panorama, son muchos los expertos que consideran “un auténtico disparate” la revolución que plantea ahora la nueva inquilina de Downing Street. No se había visto nada parecido desde los presupuestos de 1972 del primer ministro conservador Ted Heath, un plan que acabó en una espiral de inflación y deuda, que tardó una década y un rescate del Fondo Monetario Internacional en resolverse.
En cualquier caso, Truss está decidida a defender su gran apuesta. Y, guste o no, de lo que no hay duda es que tiene una estrategia muy definida. Se acabaron los bandazos de Boris Johnson, según soplaba el aire de las encuestas. A la nueva primera ministra, de momento, no parece que le afecten las críticas. Y aunque no lleve ni un mes en el Número 10 ha logrado que, pese a que los `tories´ lleven ya en el poder 12 años, se tenga la sensación de un gran cambio.
El Gobierno se ha fijado un objetivo de crecimiento del 2,5%, un nivel no visto desde antes de la crisis financiera de 2008. Pero la respuesta inmediata de los mercados a un paquete valorado en 161 mil millones de libras durante los próximos cinco años no fue precisamente positiva.
Tras anunciarse la eliminación de la tasa máxima del 45% del impuesto sobre la renta -pagada solo por los más ricos-, reducirse la tasa básica del 20% al 19%, eliminar el incremento del impuesto de sociedades implementado por el anterior Gabinete o erradicar el actual límite a los bonus que perciben los banqueros se registró una venta masiva de bonos del Estado y la libra cayó un 1% frente al dólar, por primera vez desde 1985. Los analistas de la City temen además que la deuda neta acumulada -que ya supera los 2,34 billones de libras, equivalente al 96,2% del PIB- pueda llegar a niveles insostenibles.
Aunque al anuncio del Ejecutivo se le llamó informalmente “mini presupuesto”, no tenía nada ni de “mini” ni de “presupuesto”. Se trataba más bien de un “evento fiscal” y, como tal, la Office for Budget Responsibility (el regulador fiscal del Gobierno, que actúa de manera independiente) no tenía que emitir sus previsiones. Por lo que Truss evitaba así escrutinios oficiales de sus medidas.
De ahí su franqueza al descartar las preocupaciones sobre si los recortes de impuestos ayudarán a los ricos más que a los pobres. Otros líderes conservadores habrían intentado quizá endulzar la píldora de abolir el tope de las bonificaciones de los banqueros y cancelar la subida de impuestos sobre los beneficios de las grandes empresas. Pero no Truss. Está decidida a llevar adelante sus planes aun cuando impliquen decisiones impopulares.
Aunque el guiño ahora para los más ricos tiene lugar tras las medidas anunciadas nada más llegar al poder para abordar la preocupante crisis energética que este invierno dejará a muchos ciudadanos con la difícil decisión de comer o calentarse. A partir del 1 de octubre, el precio máximo que pagará por el gas y la electricidad cualquier hogar británico tendrá un límite de 2.900 euros anuales, y no de los más de 4.000 que la autoridad reguladora del país (OFGEM, en sus siglas en inglés) había actualizado a principios de septiembre, de acuerdo con la escalada de precios en el mercado mayorista.
En cualquier caso, el desafío es mayúsculo y la autoridad no está precisamente consolidada. Su mudanza a Downing Street no es por una victoria en las urnas, sino por las primarias de un Partido Conservador en las que se demostró que no era la candidata favorita entre las filas y no consiguió tanto apoyo como se esperaba entre las bases. Según la última encuesta de YouGov, los laboristas sacan ocho puntos de ventaja.
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