Guerra
Bombas y agua: Putin escala el conflicto con la voladura de la presa de Jersón y lo lleva a una nueva fase
Los sureños afectados todavía por la ocupación rusa se preguntan si es el último desastre al que harán frente en estos quince meses largos de enfrentamiento armado
«Corre, corre…por aquí». Las primeras llegadas nos pillaron al lado de la plaza Korabelna, en la que sigue el rescate de la gente de las zonas inundadas. Dos hombres de unos cuarenta años que nos ven perdidos en un intento desesperado de encontrar un refugio en la zona desconocida, abren la puerta del portal y empiezan a señalar con las manos atrayendo nuestra atención. «¿Cómo se llama tu compañero?», me pregunta uno de ellos. «Patryk», apenas puedo recuperar el aliento, y me doy cuenta de que otro periodista se ha quedado atrás. «Patryk, por aquí». Cuando entra mi acompañante cierran la puerta y nos aconsejan alejarse de la entrada… Este rellano de construcción soviética con la pintura verde descascarada podría parecer a cualquier otro edificio de la zona si no fuera por los sacos de arena que cubren a una de las paredes, y dos entradas a las calles diferentes. Sergiy, 45 años, afirma que su vivienda está perpendicular al río y es algo que, según él, le puede protegerle a él y sus vecinos de los bombardeos. Con un intervalo de segundos, se escuchan varias salidas de los proyectiles y una aproximación cercana… «Cuando empiezan los bombardeos como este todos los vecinos nos reunimos en la planta baja. Más cerca a la tierra mejor», comenta Sergiy que a pesar de una serie de desastres que sacuden a su ciudad no la abandona. Esa «lista de desgracias» de Jersón cada vez se hace más larga: la ocupación rusa,los bombardeos sin parar después de la liberación en noviembre del año pasado, los cortes de luz en algunos distritos, y una inundación de las partes más cercanas al río. La razón de Sergiy para quedarse se repite entre sus vecinos: su madre de la tercera edad está enferma y sería muy difícil transportarla.
Después de unos cinco minutos de conversación nos invita a su piso con las ventanas tapadas que alquila junto con otros compañeros. Estamos tomando el té, y entretanto, leemos las primeras notificaciones en los móviles. Según la información que aparecía, los rusos habían cruzado otra «línea roja» y dejaron al menos nueve personas heridas en el punto de evacuación. El tercer día de rescate empezó con unos episodios ya típicos para la ciudad de Jersón que en 72 horas convirtió su desesperación y buenas intenciones en un sistema de ayuda a las víctimas de las inundaciones. Hace tres días Ucrania despertó con una noticia que dejó a la población en un estado de shock. El derrumbamiento de la presa de Nova Kakhovka, en el sur de Ucrania, desató el temor a una catástrofe ecológica, dejó a 80 localidades en la zona afectada y obligó a 1.400 personas abandonar sus hogares. Esta catástrofe acarrea muchas consecuencias para la población en el sur del país: pone en peligro el trabajo de la estación atómica de Zaporiaya, destruye el sistema ecológico de la región, contamina el agua por los nitratos y pesticidas del suelo, amenaza el suministro vital de agua, ya que las inundaciones han anegado pueblos, ciudades y tierras de cultivo. Mientras Kyiv y Moscú estaban intercambiando acusaciones sobre la destrucción de la presa desde las primeras horas del catástrofe, y los medios internacionales discutían cuál de las versiones le parecía más creíble y a quién beneficia más en términos militares, los voluntarios y los grupos de rescate intentaban salvar las vidas y ayudar a la gente de los distritos Ostriv y Korabel, cuyas casas se quedaron en el fondo del río. Desde que volaron la presa de Kajovka, aquí sigue un caos controlado: las historias trágicas que rompen el corazón se mezclan con los momentos casi grotescos. «Nos acercamos en el barquito hacía el hombre que está fumando el cigarrillo desde la ventana de su casa. Tan tranquilo. Le propusimos la evacuación, con un gesto nos enseña que no es algo necesario.
- ¿Quizás usted necesite algo?
- Que me traigan los cigarrillos la próxima vez, afirmó el señor», cuenta Ivan, uno de los periodistas locales cuyo piso se ha convertido de nuevo en una sede mediática para los corresponsales de guerra internacionales. Se le ve cansado y muy pálido, la situación le duele. Para él, no es sólo el trabajo. El punto de evacuación hace tres días fue una plaza con tiendas y casas, farolas. Ahora es un lago con los techos flotando en el agua. Al lado de este «lago» se aparcan los botes de rescate y una moto acuática, a unos metros los voluntarios sacan de los coches: la comida, el agua, los chalecos hinchables y los barcos.. De los barquillos sacan a los gatos, los perros asustados con lana mojada, las jaulas con pájaros. Parece un escenario bíblico sobre el arca de Noe. Una señora mayor que sale del coche grande de rescate tiembla, los médicos le miden la presión y ayudan con medicina. La Policía apunta los datos personales de una pareja mayor y les hace fotos con los pasaportes. Una enfermera coge de la mano y tranquiliza a una señora de unos 70 años tumbada en una ambulancia que está preocupada porque no tuvo tiempo para peinarse. Los capellanes militares explican entre risas a la prensa que sacan los barcos hinchables con los motores porque aunque pesan más quedan mejor en las fotos para las redes sociales. Una mujer que se llama Lyuba pasó mucho miedo cuando vio que el agua estaba subiendo y no paraba de llorar explicando a una periodista ucraniana que en su casa dejó a siete gatos. Cuando la mujer se fue abrazada y consolada por su hija, la periodista me miró con los ojos llenos de lágrimas y me dijo: «No puedo más».
Familias divididas por el río Dniéper
Así se encontraba el punto de evacuación antes de la visita del presidente de Zelenski que llegó a la ciudad para coordinar las operaciones de emergencia en la zona ante la destrucción. Unos minutos después de su visita empezaron a aparecer los mensajes sobre el ataque ruso contra la zona, y horas más tarde empezó el bombardeos. Sin embargo, los bombardeos y inundación no es la única preocupación de la gente de Jersón. Al otro lado del río, en la orilla izquierda quedaron sus amigos y familiares. Victoria, 55 años, y Anatoliy, 66 años, están observando desde una altura lo que antes fue el muelle del río Dniéper. «Allí, donde están estos arbustos flotantes, que no son arbustos son los árboles bajo el agua, estábamos paseando con mi marido antes de la guerra», comenta Victoria. Comparten las historias de su juventud, y cuentan de lo bonita que fue la ciudad Nova Kajovka. «No sé qué está pasando con nuestra familia… Si los rusos organizaron el rescate o no. Desde hace tiempo no tenemos conexión con ellos. Por lo menos aquí estamos en una altura, la orilla izquierda lo tiene peor», comenta Victoria. No son los únicos en este punto de observación. Los jersoneses al lado miran al horizonte y en una voz baja comentan el humo que se ve en las posiciones rusas: «Se lo merecen», otras están hablando de lo que queda de las casas de la gente cuando el agua baja y algunos preguntan si van a tener el agua y si es el último desastre que les trajo la guerra.
✕
Accede a tu cuenta para comentar