Guerra en Europa
Los tártaros de Crimea bajo la represión rusa: “Los rusos llevan siglos intentando destruirnos como nación”
Esta minoría musulmana fue expulsada de la península en 1944 a Asia Central por orden de Stalin y pudieron regresar cuando Ucrania se independizó de la URSS por eso ellos defienden a Kyiv
Diez años después de que Rusia anexara ilegalmente la península ucraniana de Crimea en el mar Negro, continúan las represiones contra su población proucraniana. Los tártaros de Crimea, un pueblo indígena musulmán, lo ha sentido con mayor dureza. «Por mucho que Rusia intente demostrar que Crimea le pertenece y que todos sus habitantes viven bien allí, esto no es cierto», dice a LA RAZÓN Ajtem Chiygoz, subdirector de Medjlis, su máximo organismo representativo, prohibido por Rusia. Chiygoz, también miembro del Parlamento de Ucrania, vive fuera de Crimea desde 2017, cuando fue deportado a Turquía después de un encarcelamiento de casi tres años. Estuvo entre los miles de tártaros que atendieron la gran manifestación proucraniana el 26 de febrero de 2014, justo antes de que los agentes de las fuerzas especiales rusas capturaran el parlamento de la península. Cuando Rusia asumió el control militar, los tártaros de Crimea y sus líderes permanecieron en la oposición política, negándose a apoyar la anexión.
«Los tártaros de Crimea reconocen a Crimea como parte de Ucrania. Los rusos llevan siglos intentando destruirnos como nación», explica Chiygoz. Los tártaros de Crimea han formado durante mucho tiempo el núcleo de la cultura distintiva de Crimea. Sin embargo, después de que Rusia la conquistara hace unos 240 años, la nación sufrió una serie de deportaciones. La mayor ocurrió en mayo de 1944, cuando todos ellos fueron expulsados a Asia Central, por orden de Joseph Stalin. Entre el 27% y el 46,2% de la población murió durante o poco después de la expulsión, mientras que su lengua y cultura fueron suprimidas. Los supervivientes y sus descendientes sólo pudieron regresar a Crimea cuando la URSS colapsó.
Con los recuerdos históricos muy frescos, el asesor de Putin, Vladislav Surkov, reconoció que era imposible lograr que los tártaros de Crimea aceptaran la anexión ilegal, dice Chiygoz. Pronto cayeron bajo el peso de la represión.
Fue Resat Ametov, de 39 años, quien se convirtió en la primera víctima de la ocupación y de la guerra rusa contra Ucrania en general, cuenta Olga Skripnik, defensora de los derechos humanos y directora del Grupo de Derechos Humanos de Crimea. «Salió de protesta el 3 de marzo de 2014. Fue secuestrado y torturado terriblemente. Es lo mismo que hemos visto en Bucha, Irpin o Izyum», subraya. Luego se abrieron causas penales contra los líderes de los tártaros de Crimea, Mustafa Dzhemilev, que pasó 15 años en prisiones soviéticas por disidencia, y su sucesor al frente de Medjlis, Refat Chubarov. Chigoyz fue detenido a principios de 2015 y condenado a 8 años de cárcel.
«La mayoría de los que están tras las rejas son tártaros de Crimea. Son miles de personas», argumenta. Según Skripnik, Rusia creó un sistema claro de persecución por motivos políticos basado en casos fabricados. Fue diseñado por Victor Palagin, primer jefe de FSB en Crimea quien fue trasladado desde la región rusa de Bashkiria, donde organizó la persecución a los musulmanes. Para ellos era importante crear un sistema de persecución contra los tártaros en su conjunto», considera.
Las sentencias suelen ser duras, la más larga es de 20 años de cárcel. A la mayoría se les acusa sin fundamento de pertenecer a una organización fundamentalista islámica. Otros están acusados de lucha armada o desvíos, como Nariman Dzelial, político y periodista que fue condenado a 17 años de cárcel tras supuestamente hacer estallar una tubería de gas.
Los registros y detenciones se han vuelto rutinarios en un esfuerzo por romper cualquier espíritu de resistencia. Decenas de agentes enmascarados y fuertemente armados irrumpen en casas entre las 3 y las 4 de la mañana, golpeando ventanas y derribando puertas, a pesar de que allí hay niños pequeños y ancianos. Muchas familias ya han perdido a varios familiares a causa del encarcelamiento. Muchas mujeres se quedan sin un sostén de familia mientras sus maridos o hermanos son llevados deliberadamente a cárceles lejanas en Rusia. Aun así más de 300.000 personas se encuentran todavía en Crimea, incluidos los hijos y nietos de Chigoyz. «Estuvimos demasiados años sin nuestra patria. No se puede repetir», explica.
Luchando en el frente
En tales condiciones, la amenaza a su identidad es grave, dice Skripnik. El desarrollo de su lengua y cultura está bajo peligro. Las autoridades de ocupación propagan un lenguaje de odio, retratando a los tártaros como terroristas o radicales. Por mucho que intenten imponerles esta esclavitud, no funcionará, cree Chiygoz: “Tenemos una memoria histórica muy poderosa, tenemos la experiencia de la resistencia”.
"Estar encarcelado fue difícil, pero rendirse o morir sería un regalo para los rusos. Mi lucha fue mantener mi posición inmutable y expresar claramente mis principios como ciudadano de Ucrania", afirma.
El futuro de los tártaros de Crimea está en Crimea bajo control ucraniano y cada vez más políticos en el extranjero apoyan esta opinión, según Chigoyz. Esto se debe tanto a la importancia de Crimea para la estabilidad de la región como a la determinación de la nación que lucha por su dignidad con las armas en las manos. “Cerca de dos mil tártaros de Crimea están luchando en el ejército ucraniano y lo seguirán haciendo hasta que termine la guerra y ganemos”.
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