Tribuna

La generación de la furia o la rabia digital

Tras el atentado del 7-O y el acuerdo de paz que ha incluido la entrega de rehenes, hoy hay judíos tan críticos con su Gobierno como con la oposición de su país, pero todos coinciden en una fuerte cohesión y solidaridad colectiva

Marruecos.- Suspendidas por dos días las protestas de la generación Z en Marruecos
Marruecos.- Suspendidas por dos días las protestas de la generación Z en MarruecosEuropa Press

En los últimos meses, una ola de protestas etiquetadas bajo la bandera de la "Generación Z" ha sacudido diversas regiones del mundo, desde África hasta Asia, Iberoamérica y hasta Europa, aunque con distinto formato y excusa. Emergen en contextos de evidente desigualdad económica, paro juvenil crónico y fallos gubernamentales lacerantes. No cabe duda de que el paro juvenil es un motor muy potente de descontento, frustración y hasta desesperación. Este factor, ampliamente documentado en informes como el del Banco Mundial (2024), que estima tasas de desempleo juvenil superiores al 25% en regiones como África subsahariana y el sur de Asia, actúa como uno de los catalizadores principales de la efervescencia social.

La chispa de la indignación es, muchas veces, legítima, otras en absoluto. En otros casos, razones en apariencia justificadas son sacadas de quicio, aprovechado por los elementos más radicales que hay en cada sociedad que ven en las revueltas el perfecto caldo de cultivo para la violencia y el caos. En Indonesia, fue el aumento de sueldo de los parlamentarios el que la propició; en Marruecos, la tragedia de ocho mujeres embarazadas sometidas a cesárea y muertas por negligencia médica en un hospital público de Agadir. En Kenia, fueron las leyes fiscales, la corrupción endémica y el desbordamiento de la emocional durante la repatriación de los restos del ex primer ministro Raila Odinga la semana pasada. Otros países que han sufrido fenómenos parecidos son, Nepal (con la quema del parlamento incluida), Madagascar (que provocó la huida del presidente), Perú con la excusa de la destitución de la presidenta Dina Boluarte y reivindicaciones indigenistas, sin olvidar las manifestaciones pro-palestinas que han acabado casi siempre en auténticas batallas campales.

En los países desarrollados se ha producido una desconexión de las clases políticas con sus sociedades, lo que ha abierto paso a los populismos. La incompetencia en la gestión y el deterioro de ciertos servicios públicos básicos como la sanidad y la educación, o la falta absoluta de los mismos en las sociedades los países en vías de desarrollo, ha encendido las mechas de bombas extraordinariamente desestabilizadoras.

Un análisis profundo revela una cruda realidad muy distinta a la del romanticismo de algunas interpretaciones sesgadas: lo que comienza como demandas legítimas se transforma, con una velocidad alarmante, en rampas de lanzamiento para el extremismo. Estas protestas han sido sistemáticamente secuestradas por revolucionarios violentos lanzados a por la influencia a través del caos. La desesperación genuina es manipulada por instigadores radicales e incluso elementos criminales, utilizando una sofisticada red de circuitos clandestinos en internet para transformar la frustración en guerrilla urbana.

El abismo de la desesperación es el más eficaz caldo de cultivo. En países como Kenia, donde el desempleo juvenil alcanza el 35% según la OIT (2025), la frustración es un polvorín. Expertos como el economista Jeffrey Sachs concluye que el desempleo crónico no solo erosiona la confianza en las instituciones, sino que "crea un vacío que elementos radicales explotan para sus fines". El modelo social está seriamente comprometido, quizás esté ya agotado. Los gobiernos deben proceder a una reconstrucción en profundidad (las reformas no bastan) para no dejar atrás a una parte cada vez mayor de nuestros conciudadanos. Separemos el grano de la paja, el número alarmantemente creciente de desamparados y desesperados incluso con titulación y trabajo, y los violentos. La inclusión con los primeros, la acción policial contundente con los segundos.

Anatomía de las protestas: os tres tipos de manifestantes

Para entender el secuestro del movimiento, es vital diseccionar a sus componentes. Hay tres tipos de manifestantes en las mal llamadas “Gen Z protests”:

1. Los Jóvenes preparados y frustrados:

El primer grupo son jóvenes preparados, a menudo con estudios superiores, pero en paro. Están profundamente irritados por su situación laboral, la perpetuación de las injusticias y la falta de progreso en servicios esenciales como la sanidad pública de calidad y la educación.

Curiosamente, las izquierdas radicalizadas que buscan cooptar a este grupo prefieren una educación pública degradada, pues las sociedades menos formadas son más fáciles de manipular. Estos jóvenes formados, sin perspectivas claras ni horizonte de esperanza, se lanzan a la calle cuando se produce la chispa. Como confirma Amnesty International (2025) sobre el escándalo de Agadir, la negligencia sistémica moviliza a los educados, pero la infiltración radical transforma su indignación en confrontaciones ideológicas

2. La "Carne de Cañón": los precarios sin formación

El segundo grupo son jóvenes en paro o con empleos precarios y mal pagados, sin formación específica o ninguna. Se suman a la ola compartiendo la indignación general. No es nuevo, es la vieja rabia contra las élites desconectadas de sus sociedades. Sus motivaciones son más socioeconómicas que estructurales o políticas. Esto tiene un recorrido limitado si no fuera por la incitación y manipulación de la izquierda radical (tanto la local como la global) que a través de internet alimenta el fuego con el combustible más inflamable de la radicalidad violenta.

Este segundo grupo es su “carne de cañón”. El Center for Strategic and International Studies (CSIS, 2025) describe cómo grupos extremadamente violentos como Antifa utilizan a estos “manifestantes periféricos” como masa movilizable, convirtiendo la rabia económica en violencia organizada. El New York Times encajó en esta categoría los graves disturbios de Nepal.

3. Los Oportunistas del Caos: marginales, violentos, delincuentes y matones

El tercer grupo son los matones, delincuentes, pandilleros y ociosos en paro permanente porque se niegan a trabajar. Son los aprovechados de la situación. Cuando las manifestaciones se calientan, alentadas por las redes sociales, se lanzan al saqueo y la destrucción para enmascarar sus crímenes o porque, simplemente, en el caos se vive mejor.

En todas las sociedades existe esta violencia en la marginalidad social: una mezcla de rabia y extremismo, violencia innata y un leve barniz de ideología que son incapaces de entender. El criminólogo James Q. Wilson, en su teoría de las "ventanas rotas", explica cómo estos elementos prosperan en el desorden. Informes del FBI (2025) sobre infiltración en protestas confirman que la ideología radical sirve muchas veces como pretexto para delitos oportunistas.

El secuestro ideológico y digital

Las protestas han sido secuestradas por instigadores violentos y la extrema izquierda. En otros casos, delincuentes comunes se han aprovechado para saquear comercios, robar y quemar mobiliario urbano. El analista político Jordan Peterson (2025) lo define como la transformación de "demandas válidas en episodios de guerrilla urbana".

Esta estrategia de apropiación de las protestas se observa también en Occidente. Las protestas en “solidaridad” con el pueblo palestino son, en su inmensa mayoría, una plataforma de la izquierda y extrema izquierda para no perder cuotas de poder e influencia. Buscan movilizar a los suyos para ocupar el espacio que está dejando la languideciente, cuando no moribunda, izquierda otrora moderada. El historiador Niall Ferguson, en Bloomberg (2025), lo describe como “oportunismo ideológico”, donde la causa palestina se usa para revitalizar bases izquierdistas en declive. El diario Politico (2025) ha señalado cómo estas manifestaciones han sido cooptadas por "lunáticos de la izquierda radical" (radical left lunatics) para promover la violencia.

Esta cooptación es ignorada deliberadamente por no pocos medios. Al tratarse de jóvenes con reivindicaciones a primera vista nobles, algunos “medios mainstream” los han apoyado con entusiasmo... hasta que se contagian sus países. Y ya se sabe: lío visto de lejos, lucha por la libertad. Caos en casa, cosa de radicales. Es de un fariseísmo de dimensiones cósmicas, pues ambas son lo mismo. El periodista Glenn Greenwald (2025) ha criticado duramente esta hipocresía mediática: "idealizan protestas lejanas, pero las condenan como 'caos radical' cuando afectan a Occidente, ignorando su uniformidad subyacente".

Los circuitos clandestinos de la insurrección

¿Cómo se organiza este secuestro? A través de las redes siniestras que la izquierda radical utiliza para incitar y organizar las protestas. Operan en un ecosistema digital que va de lo semipúblico a lo clandestino.

Discord, lejos de ser una plataforma de gaming, se ha convertido en el centro de mando. Los organizadores crean servidores privados con canales específicos para logística, asistencia legal y acción directa. Permite una organización granular y un relativo anonimato. The Annapurna Express (Diario más influyente en lengua inglesa de Nepal, no el de mayor tirada, 2025) denunció cómo en Nepal, grupos radicales usaron Discord para planificar incendios, "secuestrando" el movimiento Gen Z.

Telegram y Signal se usan para comunicaciones seguras y para difundir manuales de guerrilla urbana, memes anti-policía y tácticas de confrontación, como documentó el Washington Post (2025) sobre la instrumentalización de “la rabia digital”.

Y finalmente, los canales siniestros de la Dark Web. No se usa para movilizar a las masas, que la desconocen, sino por los instigadores principales. A través de redes como Tor, se gestiona la financiación opaca, se distribuyen guías de sabotaje avanzadas y se recluta a los núcleos duros. El CSIS (Center for Strategic International Studies, 2020) advierte que grupos de extrema izquierda emplean estos espacios para evadir la vigilancia y planificar la violencia que luego ejecutan sus manifestantes "carne de cañón".

Conclusión: la tragedia de la indignación manipulada

Las protestas de la Generación Z, aunque arraigadas en agravios reales e innegables, ilustran un patrón alarmante. La legitimidad de su indignación contra la corrupción y la incompetencia es secuestrada por la izquierda radical y elementos criminales, que utilizan redes siniestras para fomentar el caos.

Es especialmente peligrosa la glorificación de estos movimientos como puramente "antifascistas" cuando en realidad son intentos revolucionarios que instrumentalizan la desesperación juvenil. Como concluye el prestigioso historiador británico Sir Niall Ferguson (2025), ignorar esta realidad y enfocarse solo en la "nobleza" de las causas iniciales solo perpetúa ciclos de inestabilidad. La urgencia es doble: abordar las causas raíz del descontento social y el juvenil sin ceder un ápice de terreno al extremismo violento que parasita de ellas.