
En el país de Nunca Hamás
«Cometimos el error de creer que Gaza estaba controlada, de priorizar otras amenazas»
Tras el atentado del 7-O y el acuerdo de paz que ha incluido la entrega de rehenes, hoy hay judíos tan críticos con su Gobierno como con la oposición de su país, pero todos coinciden en una fuerte cohesión y solidaridad colectiva

Suele decirse que la primera víctima de toda guerra es la verdad y que la Historia la escriben los vencedores. Eso será en las guerras normales, con vencedores y vencidos... normales. Nada que ver con lo que viene sucediendo hace ochenta años entre árabes e israelíes. El 7 de octubre ha puesto a prueba las distintas narrativas sobre un conflicto que cada vez se entiende o se quiere entender menos -sobre todo desde Europa-, lo cual no ayuda a adivinar por dónde van los tiros. Ni por dónde puede venir la paz.
¿Ha acabado la guerra porque lo diga Trump y porque Hamás haya liberado a los 20 rehenes que quedaban con vida? Sin duda, el espaldarazo de Donald Trump a Benjamin Netanyahu está a la altura del de Harry Truman a David Ben-Gurion, cuando la Casa Blanca reconoció el Estado de Israel sólo once minutos después de su proclamación de independencia, el 14 de mayo de 1948. Al día siguiente, el 15 de mayo, cinco ejércitos árabes (Egipto, Jordania, Siria, Líbano e Irak) invadieron el naciente Estado hebreo.
Como bien recuerda Yoed Magen, diplomático israelí que ha sido embajador en varios países hispanohablantes -nunca en España, de la que no quiere hablar…-, en 1948 nadie hablaba de “judíos y palestinos”. La guerra era entre “judíos y árabes”. Si estos últimos hubiesen ganado, el Estado de Israel habría sido barrido del mapa nada más nacer. Pero el de Palestina habría sido directamente abortado. Todo el antiguo protectorado británico de Palestino recién dividido por la ONU habría sido absorbido por los árabes -preferentemente por Jordania-. Ni dos Estados nuevos, ni uno: cero.

¿Significa eso que toda la causa palestina es mentira, es un invento? ¿Una crisis humanitaria sin fin fabricada por el mundo árabe para tener excusa, durante décadas, para seguir odiando y atacando a Israel? Siendo históricamente rigurosos no se les puede negar parte de razón a los que así lo piensan, sea desde el ala “dura” del Gobierno o del sionismo, sea desde el pesimismo que embarga a expertos militares como Or Heller, con el que visitamos Sderot, el montículo de Kobi y la vidriosa frontera con Gaza, allá donde zumban permanentemente los drones.
Para los que todavía se pregunten cómo se le pudo “colar” al Mossad y al Shin Bet israelí un 7 de octubre, Or Heller tiene una respuesta demoledora: “Cometimos el error de comprar el paradigma de que Gaza estaba controlada, de priorizar otras amenazas”. Por ejemplo, de Irán o de Hezbollah, “a los que Hamás no avisó antes de atacar precisamente porque, de hacerlo, nos habríamos enterado”. Or Heller desliza que los altos responsables políticos y militares de este error ya han dimitido todos… excepto Netanyahu.
No siempre se quiere ver o entender desde fuera que Israel no es un todo monolítico. La disidencia no es ejecutada de un tiro en la nuca como en la “Palestina” sojuzgada por Hamás. Hay judíos tan críticos con el Gobierno y/o con la oposición de su país como en el nuestro se puede ser con Pedro Sánchez, Isabel Díaz Ayuso o Vox.
Estar en Israel estos días ha supuesto para quien esto firma la oportunidad de ver de cerca esa pluralidad de almas. Desde los que encuentran incluso “blando” a Netanyahu y le reprochan, como hace Or Heller, que se haya “roto” el pacto sagrado de que el Estado puede garantizar unos mínimos de seguridad -que un 7 de octubre era impensable…- hasta el ala progresista que le acusa de dinamitar toda posibilidad de diálogo sólo para mantenerse en el poder.
Es el caso de Amal Jamal, rector de la Universidad de Tel Aviv y ejemplo clásico de académico extremadamente crítico con el actual Gobierno. Lo curioso es que, según abunda en sus argumentos a favor de los dos Estados, parece no darse cuenta de cómo se le acumulan las evidencias en contra: entre la intransigencia asesina de Hamás y el historial de corrupción de la Autoridad Palestina, ¿qué interlocutor queda para construir un Estado palestino políticamente fiable? ¿De dónde sacar una confianza básica?
Amal Jamal reconoce esa desconfianza y también la patata caliente de una muchedumbre de refugiados palestinos o árabes, llámenlos como quieran, a los que que se prometió que podrán volver algún día a sus tierras de origen antes de 1967 o incluso de 1948. Eso es sencillamente incompatible con la mera existencia de Israel. ¿Entonces? Para personas como Amal Jamal, lo importante parece ser deponer a Netanyahu, y más adelante ya se verá.
Luego están los progresistas de campo. Los que vivían en kibbutzim a escasos kilómetros de la frontera con Gaza, eran voluntarios del Camino de Curación -llevaban a gazatíes enfermos a los hospitales israelíes…- y estaban convencidos de que, de no tener un Gobierno tan “facha”, la convivencia era cosa hecha. Para este colectivo, el 7 de octubre ha sido un trauma especialmente lacerante. Es espantoso recorrer el kibutz de Nir Oz, donde fueron secuestrados los niños Bibas y los hijos de Itzik Horn. El mismo Itzik Horn que no entiende cómo y en qué momento la izquierda mundial le dio la espalda y defender a sus hijos pasó a ser de “ultraderecha”.
Hoy, Nir Oz parece Belchite después de la guerra civil: un pueblo fantasma. Nuestro guía, Pablo Roitman, no sabe por qué tragedia empezar. La anciana cuyo asesinato grabaron los terroristas en Facebook Live. Su nieta que estaba en Japón lo presenció horrorizada en directo. Ver irse a los terroristas para dar paso a “civiles” que llegaban masivamente en bicicletas para desvalijar y saquear las casas donde vivían los judíos más proclives a la paz. Pasear con el corazón encogido entre las cruces donde tuvo lugar el Festival Nova, y que ahora parece el cementerio de Arlington en Estados Unidos.

Todas las almas de Israel acaban enredadas en el mismo laberinto: los que creen en la paz sienten que se han quedado sin argumentos y sin aliados, los que creen en la guerra perpetua sienten que su confianza en ser invencibles ha sufrido un duro golpe.
En lo único en lo que todos coinciden es en un grado de cohesión y solidaridad colectiva inimaginable en otras latitudes. Envidiable incluso. El estallido de universal alegría y entrega el 13 de octubre en la Plaza de los Secuestrados de Tel Aviv, visibilizó esta espina dorsal. Ningún judío va a abandonar jamás a otro judío.
Ya solo falta ponerle el cascabel al gato. Yoed Magen es tajante: Israel y Hamás no pueden negociar directamente. Alguien tiene que mediar. Preferiblemente los países árabes, los mismos que en 1948 estaban orgullosamente convencidos de poder acabar con Israel y ahora admiten que Israel no se va a ir a ninguna parte. Con lo cual, lo mejor es que los Acuerdos de Abraham salgan bien y alguien garantice que Hamás se desarma. Otra no hay. Israel, nos advierte este diplomático, no va a renunciar nunca más a un perímetro de seguridad. No estrictamente electrónico esta vez. La Cúpula de Hierro ya no basta.
Si pides más detalles, empiezan los silencios. La solución, si la hay, no vendrá de ninguna de las narrativas en curso. Habrá que escribir una Historia enteramente nueva. Y aprender a vivir en ella.
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