Relaciones EE UU-China

Xi Jinping despliega la alfombra roja para atraer inversiones extranjeras a China

El presidente chino recibe en Pekín a una veintena de empresarios y académicos estadounidenses a fin de recuperar la confianza en su economía

El presidente chino, Xi Jinping, se reunió el miércoles con empresarios y académicos estadounidenses en el Gran Salón del Pueblo de Pekín, en un intento de atraer de nuevo la inversión extranjera tras unos años complicados para la segunda economía mundial.

En los últimos días, los máximos dirigentes chinos se han esforzado por reavivar la confianza y reconquistar la inversión extranjera en intensas reuniones con empresarios, en las que han expuesto las «oportunidades beneficiosas que se avecinan», mientras Pekín trata de alcanzar un objetivo de crecimiento económico aparentemente difícil para este año.

En una medida poco habitual, los responsables de asuntos económicos se han reunido o tienen previsto hacerlo con ejecutivos de multinacionales, incluso durante el Foro anual de Desarrollo de China que concluyó el lunes, lo que indica que se está dando la máxima prioridad al crecimiento económico, mientras persisten múltiples vientos en contra.

«Estas iniciativas de alto nivel envían una señal clara de que su desarrollo económico es de vital importancia, en medio de las tensiones geopolíticas con Occidente y las dudas generalizadas sobre su potencial de crecimiento», afirmó Xu Mingqi, catedrático de Economía Internacional de la Academia de Ciencias Sociales de Shanghái al rotativo South China Morning Post.

Así pues, en medio de este empeño, Xi se reunió con una veintena de empresarios estadounidenses, entre los que se encontraban Evan Greenberg, presidente del Comité Nacional de Relaciones EE UU-China; Stephen Schwarzman, presidente y consejero delegado del Grupo Blackstone: Cristiano Amon, presidente y consejero delegado de Qualcomm o Graham Allison, decano fundador de la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de Harvard.

Sobre la mesa, la parte estadounidense, además de la esperanza de una estabilización de los lazos comerciales tras un largo periodo de tensión entre ambos países, planteó cuestiones relativas a la normativa sobre transferencia de datos, las barreras de acceso al mercado que aún persisten, la contratación pública y las subvenciones.

El encuentro fue una continuación de la cena de la comunidad empresarial estadounidense celebrada el pasado noviembre en San Francisco, en la que los participantes pagaron hasta 40.000 dólares por un asiento en la mesa de Xi, según medios estadounidenses.

En medio de la baja confianza empresarial y los esfuerzos por reducir el riesgo de las empresas extranjeras, Pekín ya intentó aumentar la confianza durante las reuniones parlamentarias anuales de las «dos sesiones» a principios de este mes, tras fijar un objetivo de crecimiento anual de «en torno al 5%» para 2024.

Sin embargo, esta aspiración se considera ambiciosa, como consecuencia de los diversos retos económicos que enfrenta, como la enorme deuda de los gobiernos locales y la prolongada caída del sector inmobiliario.

«La economía china goza de buena salud y es sostenible», afirmó Xi, señalando que el año pasado la tasa de crecimiento de China fue una de las más rápidas entre las principales economías. Asimismo, el líder defendió que su país «está planificando y aplicando una serie de importantes medidas para profundizar en la reforma, fomentar un entorno empresarial de primera clase orientado al mercado, basado en la ley e internacionalizado, y proporcionar un espacio de desarrollo más amplio a las empresas internacionales, incluidas las estadounidenses».

Por ello, Xi instó a los estadounidenses a trabajar conjuntamente con el país asiático y en una misma dirección, a establecer una percepción estratégica correcta y a tratar adecuadamente las cuestiones delicadas, a fin de mantener el impulso para que las relaciones bilaterales se estabilicen tras una espiral descendente.

Los representantes estadounidenses llevan tiempo quejándose de competencia desleal, en un país donde la propiedad intelectual está poco protegida y donde las empresas locales suelen beneficiarse de un trato preferente. Y sus temores han aumentado en los últimos meses, tras varios registros e interrogatorios dirigidos a empresas consultoras estadounidenses.

Estas empresas están especialmente preocupadas por una nueva versión de la ley antiespionaje, que entró en vigor el pasado mes de julio. Este texto refuerza considerablemente el margen de maniobra de las autoridades contra lo que consideran amenazas a la seguridad nacional. Desde entonces, las empresas extranjeras están a la expectativa ante esta normativa, ya que apuntan a que es de líneas poco precisas y sujeta a numerosas interpretaciones.

Altos funcionarios estadounidenses se han pronunciado al respecto, como la secretaria de Comercio, Gina Raimondo, que el pasado agosto abogó por un entorno empresarial más «predecible» en China. Y Estados Unidos no es el único que piensa así, ya que un informe de la Cámara de Comercio de la UE publicado la semana pasada, da cuenta de la «sensación general de inseguridad» que sienten las empresas europeas en este mercado. Esto empujó al 76% de ellas a revisar su exposición a China y diversificar sus cadenas de suministro.