Elecciones
El kirchnerismo da sus últimos coletazos en Argentina
El populista Javier Milei confía en vencer en primera vuelta gracias al hartazgo con los políticos tradicionales
Ya se había dicho en 2015, cuando Mauricio Macri ganó las presidenciales, que el kirchnerismo no daba para más, que se había agotado, que era su final. Pero el triunfo de Alberto Fernández en 2019 disputó aquella noción. El exministro del fallecido Néstor Kirchner se convertía en primer mandatario, con la expresidenta Cristina Fernández como segunda al mando, una manera de equilibrar distintas facciones del movimiento peronista.
Cuatro años más tarde se confirma que Argentina ha vivido el ocaso del kirchnerismo. No sólo el país ha visto la abierta pelea y antagonismo del presidente y la vicepresidente, sino que incluso el candidato que ahora ese frente presenta a las presidenciales de hoy, Sergio Massa, fue considerado alguna vez un traidor cuando dejó el Gabinete de Cristina para fundar su propio partido, el Frente Renovador, con el que fue elegido diputado.
Alberto Fernández no pudo consolidar los apoyos internos para optar a la reelección, y finalmente fue su ministro de Economía quien asumió la bandera. Massa se ha abierto camino desde aquel divorcio: logró colarse de nuevo en el Gabinete como figura de consenso entre las facciones enfrentadas en el Gobierno para atender el descalabro económico del último año –la inflación interanual en septiembre fue del 138,3%, casi 14 puntos más que el mes anterior– y finalmente consiguió la bendición de Cristina para competir por la Casa Rosada.
Massa, además, lleva como compañero de fórmula al hoy jefe de Gabinete, Agustín Rossi, cercano al kirchnerismo más tradicional. Así presentan una opción que busca resistir el meteórico ascenso del candidato libertario Javier Milei, cuya candidatura populista y de derecha luce imparable, al menos para la primera vuelta.
El candidato de La Libertad Avanza aparece como triunfador en casi todas las encuestas divulgadas hasta la semana pasada, cuando la ley ya no permite publicarlas, pero en ningún caso con el suficiente respaldo para ser proclamado como ganador definitivo. La ley electoral en Argentina establece que para imponerse en primera vuelta un candidato necesita obtener el 45% de los votos, o al menos el 40% de los sufragios, pero con una brecha de diez puntos sobre el segundo más votado.
No es el caso. Los pronósticos afirman que le sigue los pasos Massa, quien sería el otro aspirante en pasar a la segunda vuelta en noviembre. Pero el país está dividido en tres bloques: el kirchnerismo de capa caída, el populismo libertario con buena energía, y la derecha tradicional representada por Patricia Bullrich.
La mayoría de las encuestas hablan de un duelo entre Milei y Massa, pero no está descartado que se repita el escenario de las primarias del 13 de agosto, lo que dejaría la competencia final entre el primero y Bullrich, marcando la peor derrota del oficialismo en dos décadas: sería la primera vez que no llegan ni a la segunda vuelta.
Si Massa logra pasar a la segunda vuelta, los votos de Juntos por el Cambio de Patricia Bullrich serán determinantes. En ese escenario, el kirchnerismo cojea de sus propias debilidades y agotamiento histórico. Sus conflictos internos, la pobre gestión económica del Gobierno que va terminando y las sucesivas derrotas electorales provinciales, incluyendo aquellas que eran bastiones históricos, no le auguran buen pronóstico. Además, tendrá enfrente a dos líderes que si en algo coinciden es en vapulear al peronismo gobernante.
Cuando Macri perdió en 2019, entregaba una economía estancada y el recuerdo de mejores tiempos con los Kirchner le impidió la reelección y, en cambio, le dio impulso a quienes buscaban volver a la Casa Rosada, justamente apelando a aquella «cuenta de ahorros» marcada por la reducción de la pobreza, pago de la deuda externa y avances sociales. Pero ahora pudieran salir de ella dejando un mal sabor de boca, con una inflación incontrolada, pobreza superior al 40%, déficit fiscal y unas bajas reservas internacionales. El gran indicador es el precio del dólar, a un cambio en 574 pesos argentinos (Macri lo dejó en 60).
Entre 2019 y 2023, el kirchnerismo ha perdido casi la mitad de sus votos, y su control provincial se ha reducido a solo cinco de 24 territorios, incluyendo el más importante: la provincia de Buenos Aires. Allí pudiera instaurarse el refugio del movimiento, con el gobernador Axel Kicillof aspirando la reelección. Un escenario tan pobre para este sector del peronismo que hasta Cristina Fernández ha estado fuera de los focos. La vicepresidenta poco habla, no participó de la campaña, vio los toros desde la barrera.
El populismo se crece cuando hay mucho dinero que lo soporte desde el poder, y cuando hay mucha pobreza que lo impulse desde la oposición. De allí que el mensaje de Milei haya arrastrado tantos afectos. Entre sus propuestas están algunas radicales como dolarizar la economía, eliminar el Banco Central o permitir llevar armas, sin contar con la desaparición de los ministerios de Educación y Salud y acabar con los programas de igualdad de género.
En la oposiciónconservadora, Patricia Bullrich aspira a conseguir que Argentina se decante por unas políticas que desplacen al populismo, pero que no le abra paso a «la locura» de Milei. La candidata no pretende mostrarse como moderada frente al oficialismo, pero sí marcar sus diferencias con La Libertad Avanza. Desde su equipo se ha atacado las propuestas de Milei de cerrar relaciones económicas con China, salir de Mercosur o la dolarización.
Apuestan a mostrarse como una derecha seria, con experiencia probada y equipos consolidados. «Chicos, se acabó el recreo», tuiteó Federico Pinero, figura clave de Juntos por el Cambio al desmontar varias de las propuestas del libertario afirmando que causarían más daños que beneficios.
Bullrich asume que al peronismo no se le puede quitar más votos, que la clave está en conquistar los del electorado no alineado ni con los Kirchner ni con sus aliados de izquierda. Entonces su pelea es con Milei. Pero el contraste a veces es tan fuerte que Bullrich termina defendiendo estructuras del Estado que antes su propio partido ha criticado. Y Milei aprovecha para acusarla de formar parte de la misma "casta" que él pretende acabar.
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