Testimonios

Madrugada sangrienta en un punto de entrega de comida de Gaza: "Jugamos con la muerte"

Cerca de los centros de distribución de ayuda, incluyendo el punto SDS4, han muerto 549 personas desde que empezó el nuevo sistema de reparto israelí

Un único acceso con rejas metálicas lleva a un descampado rodeado de barricadas de arena con neumáticos ardiendo, detrás de las que se apostan tropas israelíes y mercenarios estadounidenses fuertemente armados. En el centro de la explanada, 50 palés con comida: así es uno de los puntos de distribución de la polémica Fundación Humanitaria para Gaza (GHF), que este martes EFE visitó junto a miles de gazatíes en una madrugada sangrienta.

Se trata del centro de distribución SDS4, ubicado en el centro de Gaza, hasta donde los palestinos llegaron este martes tras pasar junto a los 28 muertos que ese día reportaron las autoridades gazatíes, disparados por un tanque israelí cuando intentaban acceder al lugar antes de que abriera, en una caótica carrera motivada por el hambre y la desesperación.

EFE fue testigo de cómo la GHF opera en ese punto y de cómo los palestinos acuden a por ayuda arriesgando su vida: un hombre que lleva dos semanas yendo sin haber conseguido nada para sus cinco hijos, una mujer que va allí porque su hermano recibió un balazo en el intento o un niño de diez años que dice saber lo que arriesga para dar de comer a sus hermanos.

Según el Ministerio de Salud de Gaza, 549 personas han muerto cerca de estos centros —y también esperando a camiones con ayuda— desde el nuevo sistema de reparto israelí, duramente criticado por la ONU y otras organizaciones como Médicos Sin Fronteras, que lo califica de «una masacre disfrazada de ayuda humanitaria».

Desde que comenzó a operar a finales de mayo, la GHF ha abierto cuatro puntos de distribución en la Franja, tres en el sur y tan solo uno en el centro del enclave. A este punto, bautizado como SDS4 o Wadi Gaza, acuden palestinos de la Ciudad de Gaza (donde viven un millón de personas) y también de la zona centro (con medio millón más).

No siempre abre a la misma hora y, cuando lo hace, la comida no se reparte, sino que se deja sobre palés en una explanada para que la coja el que llegue primero, sin control sobre las raciones. Así lo comprobó EFE el martes, uno de los días más sangrientos con 44 muertos en total, 28 de ellos junto al SDS4.

Por esa imprevisible organización, y por la escasez de raciones, los palestinos acostumbran a acercarse por la noche, esperando que de madrugada se anuncie la apertura. Entre ellos, explican los gazatíes, hay grupos organizados que han convertido el recoger ayuda en un oficio para vender la comida en el mercado negro. Acuden todos los días y se llevan varias cajas.

Este martes, miles de personas, sobre todo hombres y niños, pero también algunas mujeres, comienzan a congregarse pasada la medianoche en la carretera de Salah Al Din, cerca del corredor de Netzarim, donde se encuentra el SDS4, fuertemente custodiado por las tropas israelíes. Llevan sacos para meter la comida y muchos, hombres y mujeres, portan cuchillos para defenderse o para arrebatar la comida a otros.

Los gazatíes esperan allí alguna señal de apertura, que a veces proviene de un dron cuadricóptero que sobrevuela el lugar y reproduce un mensaje de audio, o bien cambia de repente sus luces de rojas a verdes.

A la una y media de la madrugada, coincidiendo con un mensaje en Facebook de la GHF alertando de que el punto de Wadi Gaza abrirá media hora después, aparece un coche blanco: «¡El punto está abierto, avancen!», dice alguien desde dentro. Comienza entonces una caótica carrera hacia sus puertas, situadas a dos kilómetros de allí, y un tanque israelí empieza a disparar contra la multitud.


«El primero que arriesga la vida, lo consigue»

Los gazatíes se echan al suelo y se ponen a resguardo hasta que el tanque se reposiciona, y entonces vuelve a comenzar una maratón con gente corriendo a pie y otros en coches, furgonetas, carros y camiones, que pasan encima de los asesinados y heridos por las tropas israelíes.

Llegan a la altura del tanque, tras el cual se ven unos bloques de hormigón junto a una fosa profunda, y luego una barrera de arena seguida de pasillos flanqueados por vallas metálicas de más de dos metros de altura: es la entrada al SDS4.

El punto de distribución es una zona abierta, de unos 1.000 metros cuadrados, rodeada de barricadas de arena donde se apostan mercenarios estadounidenses. Detrás de ellos están las tropas israelíes. Hay neumáticos en llamas que disuaden a la gente de quedarse mucho tiempo allí.

Son alrededor de 5.000 personas que se abalanzan a 50 palés de comida en lo que ellos mismos describen a EFE como escenas de la película japonesa “El juego del Calamar”. «¡No te acerques o te mato! ¡Esta es la comida de mis hijos!», le dice una mujer, blandiendo un cuchillo, a alguien que quiere quitársela.

Allí está Nadia Bukiet, que tras entrar nueve veces al SDS4, tan solo ha conseguido llevarse comida dos de ellas. Son nueve de familia y antes era su hermano el que iba, pero le hirieron de bala. Ella es una de las que acudió a la carrera cuando oyó el mensaje del coche blanco. «Hirieron a un hombre delante de mí y vi también a otro que mataron cuando estábamos corriendo», dice a EFE.

A su lado está su amigo Ahmed Abdelaziz, que busca comida para sus seis hermanas y su madre. «Cualquier error te cuesta la vida. Jugamos con la muerte y lo hacemos con los ojos cerrados», dice sobre lo que vive en el SDS4, donde, resume, «el primero que arriesga la vida es el que consigue comida».

Dos minutos antes de la hora anunciada de apertura, a la 1:58 hora local, la GHF publica un nuevo mensaje en redes: «Nos gustaría informarles que el centro de distribución en Wadi Gaza está cerrado después de terminar la distribución de paquetes de alimentos. Por favor, no vayan».

Sobre el terreno, al acabarse la comida, los mercenarios estadounidenses disparan y lanzan bengalas para forzar a los que quedan a que se vayan.

En las puertas metálicas de salida está Samad, un niño de 10 años. Es la segunda vez que va y dice no tener miedo.

— ¿Sabes que aquí hay disparos y muerte?

.

— Entonces, ¿por qué vienes?

A llevar comida para mis hermanos.

Fuera, un hombre arrastra un palé de madera, todo lo que ha podido conseguir del SDS4. Con ella al menos hará fuego para cocinar en una devastada Gaza donde falta de todo. Es padre de cinco hijos y lleva acudiendo allí dos semanas. Nunca ha conseguido comida, solo palés y cajas para la lumbre. «Nos dicen que van a repartir comida pero disparan contra nosotros. Así no se distribuye la ayuda», sentencia. EFE