Una semana del seísmo
Marruecos se vuelca en la asistencia sanitaria a las víctimas del terremoto
Muchos familiares de heridos se enfrentan al problema añadido de no poder afrontar los costes sanitarios de los tratamientos en los centros hospitalarios
Con las esperanzas de rescatar supervivientes en las pequeñas poblaciones del Alto Atlas afectadas por el terremoto del día 8, Marruecos se esfuerza en estos momentos por ofrecer asistencia médica a los heridos asumiendo las carencias de su sistema público de salud y auxiliado por un cada vez mayor número de voluntarios del ámbito sanitario que llegan al país procedentes de todo el mundo.
El último balance oficial de víctimas admitido por el Ministerio marroquí del Interior, un recuento que no se actualiza desde el miércoles, deja constancia, además de 2.946 muertos, 5.674 heridos, muchos de ellos muy graves, lo que anticipa que la cifra de finados se seguirá incrementando, como explica a LA RAZÓN en Marrakech la voluntaria española de la organización Islamic Relief Hana El Abdallaoui tras haber participado en tareas de asistencia sobre el terreno una zona del Alto Atlas donde no había llegado antes ayuda.
En una de las escasas alocuciones públicas de miembros del Gobierno marroquí, lento y atenazado en la reacción a la espera siempre de instrucciones procedentes de la jefatura del Estado, el ministro de Sanidad, Khalid Ait Taleb, había afirmado el martes que la situación había sido controlada en la provincia de Al Hauz, la más golpeada por la tragedia y epicentro del temblor de tierra, «sin tener que movilizar recursos humanos de otras regiones».
El hospital universitario Mohamed VI es el más importante de los centros médicos que a esta hora atienden a los heridos por el temblor de tierra. No es el único: también lo hacen los de las localidades de Tarudant y Agadir. Paralelamente, las autoridades marroquíes han erigido un hospital militar de campaña en el corazón de la localidad de Asni, situada a 43 kilómetros de Marrakech en las primeras estribaciones de la cordillera del Atlas.
Una auténtica ciudad levantada a contrarreloj por las autoridades marroquíes que, lideradas por el Ejército y las Fuerzas de Seguridad, Gendarmería y Policía, centraliza la asistencia sanitaria en esta zona de la provincia de Al Hauz. Aquí se da cobijo a decenas de familias que se han quedado sin casa y se ofrece asistencia médica a los heridos. Los cuadros graves, aquellos que precisan de intervenciones quirúrgicas, son derivados al citado Centro Hospitalario Universitario (CHU) de Marrakech.
En la única, por el momento, aparición física del rey de Marruecos para confort de los ciudadanos afectados por el terremoto, el monarca se desplazó el pasado martes hasta el citado CHU Mohamed VI de la ciudad ocre. El soberano alauí tuvo ocasión de encontrarse y ofrecer palabras de aliento a varios de los heridos por el seísmo e incluso de dar ejemplo donando sangre. Este jueves, Mohamed VI volvía a hacer aparición pública, aunque ya lejos de la zona, en Rabat, y a través de imágenes, para presidir una nueva reunión de crisis dedicada a la concesión de ayudas a los afectados.
Al tiempo que los hospitales atienden a una parte de los heridos, grupos de médicos se desplazan a distintos puntos de la cordillera para asistir a quienes por urgencia o incapacidad requieren de los profesionales sanitarios sobre el terreno. Es el caso de una caravana médica pluridisciplinar –formada por especialistas en traumatología, pediatría u oftalmología– que trabaja en la localidad de Talat N’Yacub, cerca del epicentro del terremoto, según daba ayer cuenta la prensa marroquí.
Desde las ocho de la mañana, y la joven aguarda bajo un sol que aprieta a primera hora de la tarde, Amina espera su turno para poder entrar en el Centro de Transfusiones Sanguíneas del complejo hospitalario universitario Mohamed VI. «He venido muy temprano a donar sangre para ayudar a los afectados en el terremoto, y lo volveré a hacer en los próximos días», relata a LA RAZÓN con visible emoción. Como ella, a su lado, está Omar, vecino de Marrakech. «Es un deber moral para todos nosotros venir aquí a donar sangre. Además, lo es desde el punto de vista religioso para los musulmanes», afirma a este periódico este varón de mediana edad.
Pero no son solo donantes marroquíes. La solidaridad se extiende en estas horas a centenares, miles de personas de todo el mundo especialmente sensibles con la situación que vive el país del Magreb. Una mujer estadounidense natural de Florida y residente en Francia, se ha desplazado desde Tánger para donar sangre hasta Marrakech.
«El año pasado enfermé grave estando en Tánger de vacaciones, y los marroquíes fueron muy buenos conmigo y me llevaron al hospital. Donar sangre y dinero –en 48 horas hemos logrado reunir 500 dólares– es lo menos que puedo hacer en estos momentos», explica Dawn, sin poder contener las lágrimas, a este medio. También aguardan pacientemente las instrucciones de las Fuerzas de Seguridad, que recuerdan los requisitos que deben cumplir los candidatos a donantes de sangre, grupos de vecinos de origen subsahariano, que no siempre reciben como colectivo el mejor trato de sus convecinos en las grandes ciudades de Marruecos.
A pocos metros de donde se levantan las carpas que acogen a los donantes, más de 150 personas aguardando en silencio su turno, se sitúa el edificio central del complejo hospitalario bautizado con el nombre del actual rey de Marruecos. En sus alrededores deambulan durante todo el día decenas de familiares de heridos por el terremoto esperando noticias del interior del hospital.
Varios de los familiares se acercan a los periodistas mostrándoles las facturas que les ha pasado el centro médico por el tratamiento, que incluye el desglose por pruebas y medicamentos. El montante total que nos enseña una vecina de una comuna afectada por el seísmo en una fotocopia derivado del tratamiento de su marido supera el equivalente a los 400 euros y asegura no tener dinero para poder afrontar la factura.
Una joven que tiene a su marido ingresado con una herida de gravedad en una pierna como consecuencia del derrumbe de parte de su vivienda en la antigua medina de Marrakech, se lamenta de lo mismo: no tienen dinero para asumir los costes que la seguridad social no asume en el principal hospital de la ciudad. Todos ellos revelan otro problema latente y estructural del Estado marroquí: los pobres servicios de una sanidad que no es ni totalmente pública ni universal ni de calidad.
«Tengo a mi madre herida muy grave; a ella se le cayó parte de la casa por culpa del terremoto. Yo tuve suerte de que a esa hora estaba todavía en la tienda y estaba despierto, así que pude salir rápido de la vivienda y salvarme», explica a LA RAZÓN este vecino de Demnat, otra localidad del Atlas afectada por el devastador temblor de tierra y situada a más de 115 kilómetros de Marrakech, que aguarda en los alrededores del hospital noticias de su progenitora.
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