Europa
El populismo se afianza y apunta a las elecciones europeas
Las encuestas vaticinan un notable ascenso. Tras la victoria de Geert Wilders en Países Bajos, las fuerzas euroescépticas podrían aumentar hasta once escaños en junio
La UE se adentra en el año 2024 con un compromiso clave, las próximas elecciones europeas que se celebrarán del 6 al 9 de junio y que marcan el fin de una legislatura convulsa marcada por la pandemia, las negociaciones del Brexit, la guerra en Ucrania y recientemente el conflicto entre Israel y Hamás.
En el Eurobarómetro presentado justo seis meses antes de los comicios se aprecia que los europeos están pendientes de estas elecciones y tienen la fecha marcada en el calendario. Más de la mitad (el 57%) de los encuestados están interesados (un 6% más que en 2019) y hasta un 68% tienen intención de depositar su voto en las urnas (un 9% más que en los anteriores comicios).
Pero este interés y ánimo de participación no debe interpretarse exclusivamente como una adhesión inquebrantable al proyecto de integración europeo, ya que los sondeos vaticinan un importante ascenso de aquellos partidos de tinte euroescéptico o incluso eurófobo. Muchos europeos acudirán a las urnas a introducir una papeleta porque quieren un cambio de rumbo en la UE.
Según la encuesta realizada por el agregador de sondeos Europe Elects, el Partido Popular Europeo volverá a ser el ganador de las elecciones. Pero la gran sorpresa llega con el ascenso de hasta 11 escaños respecto al año 2019 del grupo Identidad y Democracia, fuerza en la que se encuadra el Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen, el Partido de la Libertad de Geert Wilders o Alternativa para Alemania. Todos ellos partidos considerados de extrema derecha y que ponen en cuestión el proyecto de integración europeo, si bien su mensajes han ido oscilando con el tiempo y han pasado de plantear una salida del club comunitario de sus respectivos países a una reforma que derive en menores competencias para Bruselas.
Según este sondeo, el Partido Popular Europeo se haría con 175 escaños (dos más que en los anteriores comicios), los socialistas se conformarían con segundo puesto con 141 escaños (dos más también que en 2019), los liberales tendrían 89 escaños (tres menos), Identidad y Democracia sube hasta 87 (11 más), los conservadores y reformistas 82 (dos más), los verdes 52 (uno más), la izquierda 38 (siete menos) y los partidos no afiliados cuatro (siete menos).
Aunque en el hemiciclo europeo suele configurarse en torno a una Gran Coalición a la alemana en la que los partidos de centro –populares y socialistas– votan en el mismo sentido la mayoría de las políticas con el apoyo de liberales y verdes según los temas, en los últimos años este modus operandi se ha agrietado en algunos puntos. Por ejemplo, por las diferencias en el seno del Partido Popular Europeo sobre algunas medidas contra el cambio climático.
Puede que esta tendencia se consolide en la próxima legislatura con un hemiciclo más a la derecha y euroescéptico, ya que hay que tener en cuenta que dentro del grupo de los Conservadores y Reformistas (ECR) se integran los conservadores polacos –el antiguo Ejecutivo de Ley y Justicia ha sido expedientado por Bruselas por su deriva autoritaria– o Vox, también crítico con el proyecto de integración europeo en algunos puntos.
A pesar de que el Ejecutivo de Ley y Justicia ha sido incapaz de formar Gobierno y el europeísta Donald Tusk ha vuelto a ser primer ministro en Polonia, la sorprendente victoria de Geert Wilders en Países Bajos y el ascenso en Finlandia y Suecia de fuerzas de ultraderecha ha puesto en guardia a los partidos considerados centristas que ven como, poco a poco, han ido perdiendo poder a favor de fuerzas situadas en los márgenes del sistema.
En todo caso, todo indica que nos enfrentaremos a unas elecciones sin vuelcos en cuanto a su forma de organización. Los Veintisiete han acogido con escaso entusiasmo la posibilidad de crear listas europeas trasnacionales, un intento de poner en marcha una auténtica campaña electoral europea que no quede secuestrada por los temas nacionales, tal y como suele suceder normalmente. La Eurocámara quiere impulsar una nueva ley electoral, aunque los visos de conseguirlo antes los próximos comicios parecen ahora casi nulos ya que necesita la unanimidad de las capitales europeas.
El Parlamento ha propuesto la creación de una circunscripción paneuropea para elegir a 28 eurodiputados, a través de un sistema de doble urna en el que estos representantes serán elegidos en una papeleta diferente de las listas estatales o regionales.
Con esta propuesta, los partidos políticos europeos o las coaliciones de partidos nacionales podrían proponer listas transnacionales de candidatos encabezadas por su aspirante a presidir la Comisión Europea, el método bautizado como spitzenkandidaten (cabeza de lista en alemán). De esta forma, se intenta replicar los sistemas parlamentarios nacionales en los que el líder del partido político más votado es elegido presidente o primer ministro si alcanza la mayoría absoluta o se establece una candidato alternativo con el acuerdo del resto de fuerzas políticas.
A pesar de que nunca se ha puesto en marcha este sistema de listas trasnacionales, Jean-Claude Juncker fue elegido presidente de la Comisión Europea en 2014 al ser el candidato de la fuerza más votada, el Partido Popular Europeo. En el año 2019 este sistema se puso patas arriba cuando el presidente francés Emmanuel Macron vetó al candidato alemán del Partido Popular Europeo, Manfred Weber, y se acabó eligiendo a Ursula von der Leyen –también del PPE– en su lugar.
El Tratado de Lisboa asegura que los jefes de Estado y de Gobierno deben elegir al presidente o presidenta del Ejecutivo comunitario «teniendo en cuenta» el resultado de las elecciones, unas palabras lo suficientemente ambiguas para que las cancillerías europea puedan imponer un candidato alternativo si no llegan a un acuerdo.
Aunque en los pasillos comunitarios se da por hecho que Von der Leyen optará a la reelección –debe aclarar su postura en marzo como muy tarde, en la celebración del congreso del Partido Popular Europeo en Bucarest, Rumanía–, la política alemana aún no se ha pronunciado sobre si respalda el spitzenkandidaten y si tiene sentido una campaña europea en la que los votantes conozcan las posiciones políticas de los aspirantes a ocupar la planta noble del edificio Berlaymont, sede del Ejecutivo comunitario.
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