Acuerdo de Viernes Santo

El presidente irlandés

Biden ha hecho de su identidad irlandesa un verdadero pilar de su imagen pública

El 20 de enero de 1961 llegaba a la presidencia de Estados Unidos John Fitzgerald Kennedy, el que fue considerado por mucho como primer irlandés en llegar a la jefatura del Estado. Si bien fue el primero en autoidentificarse como irlandés, no fue ni de lejos, el primero en tener ascendencia irlandesa. Hasta 13 presidentes hasta la llegada de Kennedy, y todos los que le siguieron a la excepción de Donald Trump, la tienen. Pero sin duda, el presidente más irlandés, por lo que a su identidad se refiere, no es otro que Joe Biden. Desde que iniciara su carrera política, Biden ha hecho de su identidad de irlandés un verdadero pilar de su imagen pública.

Y es justamente bajo su mandato que se celebra el 25 aniversario del Acuerdo de Viernes Santo que puso, en principio, fin a la violencia en Irlanda del Norte. Biden visita en esta ocasión la isla, tanto el Ulster británico como la República de Irlanda, resaltando la importancia de mantener el espíritu del Viernes Santo y el mantenimiento de la paz.

Este llamamiento se produce, es cierto, 25 años después de la firma de los acuerdos de paz, pero llega en momento de máxima dificultad. Y es que las heridas del pasado se mantienen abiertas, y nos encontramos ante un escenario en el que la polarización y el sectarismo parecen estar resurgiendo. El problema radica en que el Acuerdo de Viernes Santo, a pesar de haber significado un fin a décadas de violencia, deja un legado de división, e incluso de segregación que se prolonga hasta nuestros días.

Hoy, el 91% de los alumnos de primaria de Irlanda del Norte acuden, todavía, a escuelas segregadas por rito. Y, si bien la mayor parte de los jóvenes de la región han dejado de identificarse predominantemente con uno u otro lado, la realidad es que en los seis condados del Ulster que siguen formando parte de Reino Unido, existen aún más de 100 líneas de paz, eufemismo utilizado para referirse a los muros o vallas que dividen a las comunidades protestantes (unionistas) y católicas (republicanas).

Pero ¿de dónde viene todo esto?

La historia de las islas británicas es difícilmente resumible en una corta columna. Ya los romanos decidieron conformarse con la Gran Bretaña y no proseguir sus esfuerzos en Hibernia (nombre que le dieron a la ínsula de Irlanda). Pero desde esta división, el destino de las principales islas del archipiélago no dejó de estar entrelazado. Desde las invasiones escandinavas –o vikingas–, pasando por los continuos enfrentamientos feudales del medievo, las dos islas mantuvieron siempre tradiciones culturales y políticas diferenciadas, y aun así, una historia ligada.

Para el siglo XVII, las comunidades británicas –en su mayor parte ingleses y protestantes– empezaron a cobrar unapresencia sustancial en Irlanda, particularmente en el norte donde establecieron un número de asentamientos importante. Para el año de 1798 las tensiones entre las comunidades británicas y locales tornaron violentas, llegando incluso el primer ministro de la isla a pedir refuerzos a Londres, resultando en lo que se denominó el control total en 1801. Irlanda se convertía pues en una parte más de Reino Unido, con representación parlamentaria en Westminster.

Esto es considerado por muchos un punto determinante en la historia del imperio, y es que es entonces que los representantes irlandeses en Londres empezaron a reclamar el derecho de Home Rule, o autodeterminación.

Más de un siglo más tarde, en 1916 se produciría el Alzamiento de Pascua, que resultaría en cinco años de guerra, que terminarían el 21 de diciembre de 1921, fecha en la que se reconocería la independencia de la República de Irlanda con la excepción de seis de los nueve condados del Ulster en Irlanda del Norte, que resultaría en no solamente la división de la isla, sino también de las familias y tierras de gente por una frontera diseñada para mantener el mayor número de unionistas bajo control territorial británico. Uno de los más flagrantes ejemplos de “gerrymandering” de la historia.

Estas divisiones se mantienen. En 1969 empezaron décadas de violencia política, que, si bien acabó con los acuerdos intermediados por Estados Unidos en 1998, no ha sido del todo olvidada. La visita del presidente de Estados Unidos en este 25 aniversario es un empuje más hacia la concordia y el espíritu de paz que tanto costó alcanzar.

La paz, sin embargo, está en entredicho. Hoy, a pesar de no contar con un gran apoyo político, grupos juveniles a ambos lados del espectro empiezan a glorificar el pasado de violencia, poniendo en peligro los avances de estos últimos años. Grupos que no dejan de crecer, especialmente en la sombra del Brexit, que ha vuelto a instaurar una frontera en una isla en la que no debieran existir divisiones.

Borja de Arístegui es profesor de Relaciones Internacionales.