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Defensa

Rusia vuelve a poner a prueba a sus enemigos: sus bombarderos se acercan peligrosamente a Estados Unidos

Un nuevo episodio de tensión militar en los cielos cercanos a Alaska, donde cazas de combate estadounidenses han vuelto a interceptar a cuatro aviones de guerra rusos en una maniobra que se ha convertido ya en rutina

Varios F-35 han intervenido en el espacio aéreo de Polonia tras la entrada de drones rusos en su territorio Wikipedia

La tensión militar vuelve a sentirse en las inmediaciones del Ártico después de que cazas de combate de Estados Unidos se vieran obligados a despegar para interceptar a un grupo de cuatro aviones de guerra rusos que operaban cerca de las costas de Alaska. El encuentro se produjo en la Zona de Identificación de Defensa Aérea (ADIZ), un área de vigilancia que se extiende más allá del espacio soberano de un país y que permite a las fuerzas armadas disponer de un mayor tiempo de reacción ante posibles incursiones no autorizadas.

Asimismo, la operación de respuesta estadounidense implicó un despliegue de envergadura, con un total de nueve aeronaves movilizadas. Entre ellas se encontraban cazas F-16 y varios aviones cisterna de reabastecimiento en vuelo, cruciales para sostener misiones de larga duración. El objetivo principal era identificar con precisión y monitorizar la trayectoria de la formación rusa, que estaba compuesta por dos bombarderos estratégicos Tu-95 y dos modernos cazas de escolta Su-35, una combinación habitual en este tipo de patrullas de largo alcance. Estos bombarderos son una pieza clave de la tríada nuclear de Moscú, aunque su eficacia se ve matizada por los desafíos que enfrenta Rusia en la producción de misiles a gran escala.

Lejos de ser un episodio aislado, este incidente se enmarca en una pauta de actividad cada vez más frecuente por parte de Moscú. Se trata de la novena interceptación de este tipo en la misma zona en lo que va de año, y la tercera que se registra únicamente en el último mes, de acuerdo con la información recogida por Defense News. Esta insistencia evidencia la voluntad del Kremlin de proyectar su fuerza y mantener una presencia constante en una región de alta sensibilidad estratégica para Washington.

De hecho, la proximidad del estrecho de Bering convierte a Alaska en un punto geopolítico clave, una frontera directa entre las esferas de influencia de ambas potencias. El control de las rutas árticas, cada vez más transitables por el deshielo, y la riqueza de sus recursos naturales hacen de esta zona un escenario de creciente rivalidad. Por este motivo, el Pentágono mantiene un estado de alerta permanente para vigilar cualquier movimiento aéreo o naval que considere inusual en las proximidades de su territorio.

Una maniobra de rutina sin amenaza directa

En este sentido, fuentes del Mando de Defensa Aeroespacial de Norteamérica (NORAD) han querido matizar la naturaleza del suceso. Pese a la aparatosidad de la maniobra, han confirmado que los aviones rusos permanecieron en todo momento en espacio aéreo internacional y no llegaron a violar la soberanía territorial de Estados Unidos o de Canadá, un detalle fundamental para rebajar la tensión diplomática.

Por ello, el NORAD ha calificado la actividad como parte de la rutina operativa y ha asegurado que, aunque se monitoriza de cerca, no representa una amenaza directa para la seguridad nacional. Este tipo de encuentros, si bien tensos, se gestionan a través de protocolos establecidos para evitar una escalada accidental entre dos potencias nucleares que miden sus fuerzas en los confines helados del planeta.